Lun 25.03.2002

ESPECIALES • SUBNOTA

Los métodos de análisis

Su militancia es parte del “trabajo oscuro que hago” al que se refiere en su diario. Como anotó en esas páginas, su amor a los compañeros, al futuro de títulos brillantes y a la alegría general que ha de venir un día no obnubilaba en Walsh el análisis claro que practicaba como método cotidiano. La furia fría que encomia está presente en este documento que elevó a la conducción montonera poco antes de su muerte.

La línea del partido y los documentos que la expresan en los últimos 18 meses revelan, a mi juicio, una fuerte influencia del pensamiento maoísta en el aspecto político y de la doctrina de Clausewitz en el aspecto militar. Obviamente no se trata de cuestionar la utilidad de instrumentos que reposan en las experiencias fundamentales, sino de verlos como productos históricos. De esta visión surge la necesidad del propio producto histórico.
Establecida esta necesidad, aparece lo que a mi juicio es la principal falencia del “pensamiento montonero”, que es un déficit de historicidad.
Ese déficit no estaba en la mente de los compañeros que para darle un nombre a la organización acudieron a la historia argentina (y latinoamericana) que va de 1815 a 1870. Esa visión inicial, sin embargo, se agotó en sí misma. En los actuales documentos M. apenas figuran referencias de historia argentina anteriores a 1945, ni siquiera a los propios caudillos montoneros.
Creo que en ese vacío histórico subyacen las “leyes” de la toma del poder en la Argentina y que esa determinación es más fuerte de las que surgen de cualquier otro producto histórico, ya que es la determinación espacial y temporal concreta que nos corresponde a nosotros.
Hay dos fallas del pensamiento de izquierda en las que recae, a mi juicio, el pensamiento montonero, cuando analiza su problema central, quees la toma del poder. Una privilegia las lecciones de la historia en que la clase obrera toma el poder y desdeña aquellas otras en que el poder es tomado por la aristocracia, por la burguesía. Ni Marx ni Lenin procedieron así. Ambos dieron a la toma del poder por otras clases un carácter ejemplar. La segunda falla deriva de la primera y remite al punto de partida, a saber la ahistoricidad de nuestro pensamiento. Puesto que las lecciones de historia en las que la clase obrera toma el poder se dan solamente a partir de 1917, y solamente en otros países, ese es el nivel cero donde empieza nuestro análisis. Un oficial montonero conoce, en general, cómo Lenin y Trotsky se adueñan de San Petersburgo en 1917, pero ignora cómo Martín Rodríguez y Rosas se apoderan de Buenos Aires en 1821.
La toma del poder en la Argentina debería ser, sin embargo, nuestro principal tema de estudio, como fue de aquellas clases y aquellos hombres que efectivamente lo tomaron. Perón desconocía a Marx y Lenin, pero conocía muy bien a Yrigoyen, Roca y Rosas, cada uno de los cuales estudió a fondo a sus predecesores.

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