PSICOLOGíA › EL PSICOANALISIS Y LA REGULACION ESTATAL

La persona, la máquina

“¿Aceptará la gente este nivel de control y regulación estatal? ¿Desearán las personas ser consideradas como máquinas? Es algo que no podemos garantizar. Quizá las personas lleguen a considerar que una máquina es un estado superior de la humanidad. Y si esto sucede, no creo que podamos hacer mucho.”

 Por Jacques-Alain Miller*

En Francia, y pienso que es lo mismo aquí, las terapias cognitivo-conductuales (TCC) son un desarrollo liderado por la burocracia; es liderado por la burocracia estatal y por la burocracia de las aseguradoras, y los “psis” (practicantes en todo el campo de la psicoterapia y la consejería) sienten la presión de estas burocracias. Es un aspecto nuevo, de los últimos, digamos, 10 años: el hecho de que los “psis” se hayan convertido en un factor político y económico. Hace 20 años hablábamos como practicantes privados que podíamos, también, tener un papel en la institución. Pero la práctica principal era privada y su motivo eran los pacientes individuales que solicitaban tratamiento. Pero ahora estamos en un mundo completamente nuevo. Los “psis” son un factor económico importante del sistema de salud, el cual, además, está incrementando el déficit financiero en todas las democracias modernas.
Ello quiere decir que tenemos un nuevo Otro en el campo, uno que no habíamos tenido antes, que pide tratamientos más rápidos, menos costosos, enteramente predecibles y cuya terminación y duración pueden ser anticipadas. Estamos frente a un nuevo tipo de demanda. Antes, teníamos a un individuo solicitándonos tratamiento. Ahora tenemos un Otro colectivo, generalizado, que demanda. ¿Cómo debemos tratar esa demanda? ¿Cómo tratar al Otro financiero, o al Otro burocrático, que demanda y comanda, que no cede sino que nos da órdenes? ¡Diría que es una nueva clase de paciente! ¿Cómo debemos tratar este nuevo paciente? Desde este punto de vista, la palabra “lucha” no es la mejor manera de enfrentarnos con este paciente. Podría ser que tuviésemos que aceptar las bases de la demanda para demostrar, quizá, que las TCC no son tan efectivas, rápidas y menos costosas como parece. Es mi sugerencia.
¿Por qué el psicoanálisis se desarrolló por fuera de las regulaciones estatales y por qué quiso desarrollarse así? Pudo ser que durante mucho tiempo no fue un asunto de masas; no era una práctica masiva, sino una práctica especializada. Se pudo desarrollar de esta manera porque el deseo del psicoanálisis es cuestionar todas las creencias, todos los fines, todas las nociones de beneficio y aun la noción misma de realidad. Esto quiere decir que la sesión psicoanalítica ocurre en un espacio diferente; no importa si es un espacio imaginario o simbólico, pero no es el espacio común de la comunicación habitual. Por lo tanto, era esencial a la práctica analítica no estar regulada desde afuera. Era más una cuestión de cómo podía ser regulada desde el interior, principalmente para aquellos psicoanalistas que pensaban que no podían compartir su importancia, sus métodos y sus resultados con otros practicantes.
Así, es por razones estructurales que hay este aspecto salvaje, indomable, del psicoanálisis. Si bien Freud trató de civilizarlo en su momento, Lacan lo criticó y trató de desarrollarlo como algo por fuera de los valores comunes, por fuera del “bienestar común”, por fuera de las cosas que “se saben” y de todas las estructuras de universalidad que son tan anónimas. Y tenemos que aceptar que, en este momento, este tipo de crecimiento anómalo es considerado intolerable. Es insufrible para el nivel del control estatal que tienen en los Estados Unidos y que ahora opera no sólo en cada país de Europa, sino en Europa como tal.
Al ser confrontados con las TCC, estamos frente a un nuevo fenómeno. ¿Son las TCC simplemente el uso de la sugestión que conocemos de hace tiempo, que tuvimos en el siglo XIX y principios del XX, sólo que en una nueva edición? Me temo que no se trata de una nueva edición de la sugestión, porque es un tipo de horrible producto secundario del psicoanálisis mismo. Eso es lo novedoso. Son, en algún sentido, postanalíticas, posfreudianas.
Si queremos entender este fenómeno, tenemos que entender las TCC no sólo desde el punto de vista del psicoanálisis, sino como un subproducto del psicoanálisis y, diría, un subproducto del psicoanálisis norteamericano. Porque, cuando se lee acerca de las TCC, se puede ver que están hechas de frases de sentido común, lo cual muestra que ellas se remiten a la extrema estandarización de la práctica en Norteamérica. Se tiene la idea de una especie de neutralidad pura del analista y esta “pureza” es lo que, por medio de las TCC, han tratado de corregir de cierta manera, para rehumanizar el proceso analítico. Por lo tanto, debemos estudiarlas como un tipo de subproducto del psicoanálisis, no del psicoanálisis freudiano, sino del tipo de psicoanálisis norteamericano o inglés. Es el primer punto.
El segundo punto es éste: las bases para el punto de vista de las TCC están en su idea del lenguaje. Ellos no teorizan sobre lo que es para ellos el lenguaje, pero yo considero las TCC una teoría del lenguaje, a saber, una teoría de la descripción. En lo fundamental, ellas creen que el lenguaje no es ambiguo, o al menos que el lenguaje puede fácilmente ser utilizado de una manera inequívoca y que puede ser explícito. Por eso, estas terapias creen que es posible un acuerdo previo entre paciente y terapeuta sobre cuál es el problema y cómo curarlo. Se piensa, en las TCC, que se puede llegar a un acuerdo sobre una terapia y que el paciente puede acordar con una descripción previa del trauma. De esta forma, las TCC logran un acuerdo sobre el resultado, que es, en consecuencia, la supresión del problema previamente descripto. Asumen que si uno toma una caja negra y entra en ella –siendo la caja negra el tratamiento, el proceso del tratamiento– puede introducirse en el problema descrito y luego tener un resultado; que es posible percibir el problema descripto y estar de acuerdo en que éste ha desaparecido. En esta lógica, el tratamiento en sí mismo no tiene influencia sobre la descripción del problema, que permanece como una constante no dependiente del proceso.
Pero la descripción del problema es una creación. En la medida en que el problema es descrito se, diría, “fobiatizado”. La fobia es aquí el modelo general de los problemas mentales, un temor a toda la vida mental. Aquí tenemos la idea de que lo que es insufrible se convierte en temor y en distancia. Un problema general siempre se convierte en evitación, de manera que el problema mental es la evitación. Podríamos decir que el modelo universal de las TCC es la evitación; ello corresponde a la idea de que algo desencadena consecuencias, de que se puede actuar sobre el mecanismo desencadenador y de que éste puede ser modificado. Esto es sólo un esquema. Quizá podamos mostrar, en la práctica, por qué este modelo no se justifica. Pienso que se puede mostrar de manera concluyente. El punto de partida de las hipótesis basadas en la evidencia es la idea de que lo que había antes es lo mismo que lo que hay después, por lo tanto es posible mostrar que algo ha desaparecido. Es una idea de que el lenguaje permite dar una descripción sin ambigüedades de algo, lo que es casi una nulificación del tratamiento. Por nuestra parte, consideramos que el concepto de la realidad para cada sujeto/paciente es modificado por el tratamiento. La nuestra es, por lo tanto, una teoría autocontinente, algo que unifica el punto esencial del tratamiento.
La actitud que adoptemos hacia este Otro, ya sea que nos refiramos a ella como lucha o crítica o cualquier otra cosa, dependerá de la actitud de nuestra civilización en este momento. ¿Aceptará la gente este nivel de control y regulación estatal? ¿Desearán las personas ser consideradas como máquinas? O lo irán a rechazar. Es algo que no podemos garantizar. En principio no podemos tener mucho efecto. Es cuestión, como dijo (el psicoanalista) Thomas Svolos, de una respuesta ética. Para mí, el modelo de lenguaje de las TCC es exactamente el mismo que el del manual del usuario que suele acompañar a los aparatos: cuando usted compra un electrodoméstico le dan una instrucción inequívoca de cómo encenderlo y apagarlo. Ese es el modelo o concepto de lenguaje utilizado en las TCC. Quizá las personas lleguen a considerar que una máquina es un estado superior de la humanidad. Y si esto sucede, no creo que podamos hacer mucho.
Para mí, lo más sorprendente es que el establecimiento religioso, las iglesias en las democracias modernas han acordado con esta evaluación. Me parece que antes había un rechazo humanista de la máquina, por aquello que era llamado la casa de las almas. Teníamos aliados entonces. Aunque Freud fuera considerado demoníaco, era aún obvio, para Lacan, que había una alianza entre religión y psicoanálisis en contra de la máquina y de la ciencia. Eso se sentía claramente en los años 50. Lo que es igualmente notorio ahora es que no se tiene eso. En la actualidad la religión no compite con la ciencia. Le dejan la tierra a la ciencia y a la cuantificación, sin vacilar. Sólo añaden algo: que la idea esencial es la defensa de la vida; la defensa de la vida y del otro mundo. Simultáneamente, ellos aceptan la cuantificación a un grado extremo y éste es el gran cambio. Se produjo un cambio en la relación de fuerzas, debido al cambio de la línea religiosa. Ya lo ven, en nuestra lucha contra las TCC, rehumanizar la religión es un anhelo del que tenemos que hablar.

* Fragmento del texto “La respuesta del psicoanálisis a las terapias cognitivo-conductuales (TCC)”, intervención en el Tercer Congreso de la New Lacanian School, Londres, mayo de 2005.

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