Jue 13.07.2006

PSICOLOGíA  › EL “ACTING-OUT” DE ZINEDINE ZIDANE

Futbolista sale de la escena

› Por Marta Gerez Ambertin *

En un partido de fútbol pasa como en la vida: todo depende de la manera en que seamos capaces de afrontar los obstáculos y sostener los anhelos.

Zinedine Yasine Zidane, 34 años, capitán de un equipo multiétnico, hasta el minuto 109 del partido contra Italia se despedía de los campos del fútbol de manera gloriosa: uno de los mejores jugadores de Francia y del mundo, estaba a punto de ser consagrado el mejor jugador del Mundial. Su mito era el del muchacho de orígenes humildes, sobrepuesto a la miseria y al menosprecio que esos orígenes pueden suscitar. Pero, en el minuto 110, todo se desbarató: el capitán francés fue expulsado de la cancha tras propinar un cabezazo en el pecho a Marco Materazzi, con quien había intercambiando unas (¿malas?) palabras por una jugada precedente. Hay palabras que pueden convertirse en dardos envenenados, sobre todo cuando arañan genealogía y filiación vergonzantes. La tarjeta roja, el retiro sin gloria, marca la caída de quien podría haber sido un ídolo. Y las masas, los hinchas no perdonan. El triunfo tiene muchos propietarios, la derrota sólo uno, y Zidane abonó convertirse en el gran chivo expiatorio del fracaso francés. Pagó y pagará caro el precio de la ansiada fama.

Freud afirmó, en contra de la opinión común, que lo más insoportable en la vida es el triunfo. Es más difícil soportar el éxito que el fracaso, y, por la “culpa” que acarrea el triunfo, se fracasa al triunfar. Zidane se entrampó en un fatal acting-out, es decir, en una salida intempestiva de la escena –en este caso, la escena futbolística, donde se cabecea la pelota y no al adversario–.

El acting-out se produce allí donde un sujeto está demasiado angustiado; ese “instante de locura” intenta evitar la presión de la angustia. Quizá la presión sobre un hombre sometido desde afuera y desde dentro de sí a obtener el éxito: salvar al honor francés, ser el embajador de aquellos mismos que desprecian sus orígenes, que han endurecido las leyes inmigratorias. La “caída del ídolo” se produce en ese instante; el ídolo tiene pies de barro, como todo humano, y debió ser un tremendo peso para Zidane ir más allá de su padre, un argelino nunca del todo bien visto en la Francia que casi hizo presidente al fascista Le Pen y que, hoy, se siente amenazada por los hijos de sus ex colonias, esos que no ingresan al mercado laboral y queman autos en París.

Quizá no sea cierto que la fama, como dice el tango, es puro cuento: también puede resultar temible.

* Directora de la carrera de Doctorado en Psicología, Universidad Nacional de Tucumán. Docente de la carrera de Doctorado en la UBA.

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