Lun 17.05.2004

SOCIEDAD  › LEON ROZITCHNER, FILOSOFO Y ENSAYISTA

“No es casual que la movilización de Blumberg la aproveche la derecha”

ESMA, los fantasmas de la violencia, la fascinación por la mano dura, el reclamo por la seguridad: elementos con los que Rozitchner construye un puente entre eventos que aparentemente son independientes, pero que funcionan como ecos los unos de los otros.

› Por José Natanson

León Rozitchner es uno de los intelectuales más polémicos de la Argentina. Licenciado en Letras y doctor en Filosofía, Rozitchner ha escrito libros que cruzan la filosofía, la historia y el psicoanálisis. En diálogo con Página/12, el autor de La cara y la cruz contrapone la inauguración del Museo de la Memoria en la ESMA con la movilización generada por Juan Carlos Blumberg, y analiza la situación latinoamericana en el marco de la avanzada imperialista de George W. Bush.
–¿Qué le sugiere la movilización generada en torno del caso Blumberg y la reacción del Gobierno?
–En primer lugar, evidentemente hay que admitir que un movimiento así no se arma porque lo arme alguien si no hubiera una base que lo sustenta. Lo que me parece sugestivo es que se produzca como una especie de respuesta al acto de la ESMA.
–¿Como una reacción?
–Sí. No como una respuesta en el sentido estricto, como tal premisa que produce tal cosa. Pero es evidente que hay un contexto donde vuelve a resonar el fundamento represivo, que nuevamente mete miedo a la gente. El terror volvió a rozar a la Argentina con el asunto de la ESMA. Se llegó a un límite al que nunca se había llegado en el enfrentamiento simbólico con el poder represivo-militar. Kirchner le hizo bajar al jefe del Ejército los cuadros de los dictadores. Fue un momento muy importante. Eso es inquietante para cualquiera. Kirchner lo hace porque tiene con qué hacerlo. Sentimos que colectivamente se penetraba en ese sitio, en la ESMA. Hay una creación de un poder imaginario y real. Colectivamente se enfrentó esa situación, y lo notable es que los tipos no salieron. Es un desafío, un enfrentamiento con la realidad para ir más allá. Hay que rozar el peligro nuevamente. Así como se dice que todo matrimonio roza el incesto, acá es necesario rozar el terror para avanzar en este tipo de medidas.
–¿Y esto qué tiene que ver con Blumberg?
–La respuesta al llamado de Blumberg se produjo sobre el fondo de ese miedo, puesto en alguna parte. Había que ponerlo en algún lugar. Y ese lugar fue justamente la inseguridad desplazada, en este caso a la inseguridad personal de la clase media que teme por su vida. Es el resultado del terror que rompió la individualidad integrada para convertirnos en despojos de una cosa colectiva. Sirvió para desplazar las cosas frente a ese terror que no se quiere saber de dónde viene, o que no se quiere ubicar en su verdadero lugar.
–¿La idea es que con el acto en la ESMA Kirchner rozó un límite, y que Blumberg es una reacción?
–Sí. Insisto con que la movilización por el tema de la seguridad se da con una circunstancia real, sobre un sustento real, pero aprovechado como tal para lograr el desplazamiento del terror militar al terror criminal de los despojados. Entonces, otra vez, aparece un sector de la sociedad exigiendo un acentuamiento de la represión. Como en el pasado, el reclamo de represión se vuelve a ubicar sobre la gente más débil. No es casual que la movilización haya sido aprovechada por la derecha. Mirando este fondo la situación resulta más comprensible, porque si no uno se queda en el análisis empírico. Kirchner hace el acto en la ESMA y debe haber pesado en él algo del haber pertenecido, de su participación en ciertos núcleos dolorosos que permanecen presentes. Los Montoneros fueron profundamente peronistas. El acto en la ESMA es una decisión del Presidente, que responde a una convicción profunda que no lo lleva, por ejemplo, a no pagarles a los organismos internacionales, o a manejar de otra manera la crisis energética.
–¿De qué manera?
–Estaba todo preparado, había elementos legales, para tomar una decisión más drástica. No digo renacionalizar, pero sí imponer un estadode emergencia nacional, fijar precios. Imponer a las empresas el cumplimiento de los contratos. Concitaría el apoyo popular, y sin embargo no lo hace. Estamos viendo la prueba de fuego de la crisis energética.
–Pero anunció otras medidas, como la creación de una empresa petrolera estatal.
–Sí, pero no son drásticas, como sucede en otros planos.
–¿Su planteo es que Kirchner tiene más decisión para avanzar en algunos temas que en otros?
–Yo no diría exactamente eso, no quiero decir que el Gobierno debería hacer esto o lo otro. Simplemente digo que es más fácil enfrentar al poder militar que al poder económico, que fue tan responsable del genocidio como los militares. Justamente porque existió la ESMA es posible pensar que se puede salir, que se puede enfrentar una situación que no necesariamente tiene que terminar en el terror. Se abre un espacio distinto en la actividad política, también. El problema es que la izquierda, en lugar de apoyar estas medidas, de luchar para soluciones más drásticas, sale a despotricar, como complaciéndose en que Kirchner tenga que ceder en algunas cuestiones. No generan movimientos, no salen a la calle. Es una gran oportunidad para pedir al Gobierno y no para tirarlo abajo y decir que por qué no hace la revolución. Es como si quisieran el fracaso, y digo esto desde la izquierda, que es el lugar desde el que yo hablo. Lo que pasa es que muchas veces no hay registro de que estamos en una situación nueva.
–¿Y cuál es esa situación?
–Estamos viendo que hay una racionalidad loca que lleva al incremento cuantitativo del capital, que excluye todas las cualidades humanas. A no ser que pase algo diferente esto termina mal. No quiero ser pesimista. Las fuerzas para transformarlo existen, pero evidentemente no hay una resistencia adecuada. El capital impone el desarrollo de una racionalidad, que no es cualquier racionalidad. Es una racionalidad cristiana puramente patriarcal, que desechó completamente los valores de lo femenino-materno. Es una razón sin cuerpo, sin afecto, sin sensibilidad. La figura del Cristo moderno, crucificado, configura un imaginario despojado de la cualidad maternal. Las cualidades femeninas han desaparecido en Occidente. Por más que aparezcan minas en bolas todo el tiempo, no se les da una importancia fundamental a estas cualidades, como ocurría, por ejemplo, con las diosas griegas. La razón cristiana patriarcal asociada al capitalismo descarta lo femenino, lo sensible, lo cualitativo, el fundamento materno. Así se comenzó a elaborar un infinito puramente cuantitativo. El hecho de sustraer a la materia el extremo límite de su sentido como cantidad. Eso es el dinero. Y lleva a la mera acumulación infinita, a esta cosa loca de hoy. La acumulación no está ni siquiera referida al consumo de cosas, como era en el pasado. Es la acumulación por la acumulación misma, que destruye todo a su paso. Bush es un descendiente directo de las líneas más retrógradas del cristianismo y un exponente privilegiado, exacerbado, de este tipo de racionalidad. Por eso el genocidio que está llevando adelante el imperialismo, que en Latinoamérica tiene una forma económica. No necesitan hacer un Irak.
–Pero no es lo mismo la ocupación militar que el hecho de que haya empresas multinacionales norteamericanas operando en estos países.
–Es cierto. Igual hay ocupación, por ejemplo en Colombia.
–Relativamente: en las elecciones de Colombia arrasó Alvaro Uribe, que hizo campaña defendiendo el plan norteamericano y la mano dura.
–Por supuesto. A Menem en Argentina lo votaron muchos de los que ahora están destruidos. La entrega de los países en Latinoamérica no se hizo sólo de arriba hacia abajo. También se hizo de abajo hacia arriba. Esta racionalidad cuantitativa, que ha descartado lo femenino, asociada al avance del capitalismo, no se da sólo en los países imperialistas. Penetra a todas las sociedades. Y es notable que los que más resisten ahora son los países aborígenes. Bolivia, Ecuador, sectores de Venezuela. También participaron de las migajas del desarrollo petrolero, por supuesto, pero ahora hay núcleos que resisten, quizás más que otros lugares.

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