Vie 21.07.2006

SOCIEDAD  › COMO EINSTEIN AMARGABA A LAS MUJERES CON SUS MANIAS

La teoría de la seducción

Tuvo dos esposas y decenas de amantes. Le escribía a unas sobre otras. A su primera mujer le entregó un pliego de condiciones.

› Por Andrés Aguayo *

“Si Einstein estuviera vivo me encantaría invitarlo a una cerveza..., aunque no tengo claro si se lo presentaría a mi hermana”, afirma Dennis Overbye, un periodista que en el año 2000 publicó la biografía Las pasiones de Einstein, en la que aborda aspectos de la vida privada del físico alemán, un campo que hasta entonces era relativamente desconocido.

El pasado 8 de julio, la Universidad Hebrea de Jerusalén, que alberga en sus archivos todos los documentos del físico alemán, hizo pública una serie de 1300 cartas entre Albert, su segunda esposa y prima hermana, Elsa Einstein, y la hijastra de ella, Margot. Los documentos estaban en poder de Margot, quien dejó instrucciones en su testamento para que la correspondencia se hiciese pública dos décadas después de su muerte, que ocurrió el 8 de julio de 1986. “El nuevo lote de cartas añade detalles para crear una imagen de alta resolución de Einstein, más allá de lo que se sabía de su vida personal”, según Barbara Wolff, archivera de la Universidad Hebrea. En ellas relata a su hijastra y esposa sus relaciones con otras mujeres.

Los biógrafos de Albert Einstein debaten sobre el papel que desempeñaron las mujeres en su obra científica. En su libro, Overbye muestra que su relación con el sexo opuesto estaba correlacionada con su productividad científica: cuando las relaciones con sus esposas, amantes o madre iban mal, se refugiaba en su trabajo científico y podía pasar semanas trabajando, abstraído del mundo exterior.

En las cartas dadas a conocer ahora, Ethel Michanowski es una de las amantes de las que les habla a su esposa e hijastra. Michanowski, amiga de Margot y 15 años menor que él, aparece en tres de ellas. En una, de 1931, le confiesa a su hijastra: “Es verdad que la señorita M. me siguió (hasta Inglaterra) y que su persecución se está saliendo de control”.

En otra misiva, a su esposa, Ethel Michanowski vuelve a ser protagonista: “La señorita M. definitivamente actuó de acuerdo con la mejor ética judeocristiana: 1) debes hacer lo que te brinda placer, sin hacer daño a nadie y 2) no debes hacer cosas que producen malestar y que afectan a otras personas. Debido al punto 1, vino conmigo, y por el punto 2, no te dijo a ti ni palabra. ¿No es eso irreprochable?”, pregunta Einstein.

Estas cartas, escritas entre 1912 y 1955 (año en que muere Einstein), hacen referencia a varias mujeres: Margarita, Estella y dos más llamadas Toni y Ethel, con las que compartió conciertos, lecturas y paseos en velero. El número de amantes, según sus biógrafos, superó la decena.

Margarita Konenkova, una espía soviética casada, fue otro nombre en la vida del físico. Se conocieron en 1935, poco después de que el matrimonio Einstein se mudase a Princeton (Nueva Jersey, Estados Unidos), aunque los historiadores no se ponen de acuerdo sobre la fecha en que iniciaron su romance, que pudo ser después de la muerte de Elsa, en 1936. Margot fue la cartera entre ambos: “Te adjunto una pequeña carta para que se la des a Margarita, y evitar darles golosinas a los ojos curiosos”, escribió Einstein.

Konenkova cumplió parte de la misión que le encomendaron en el Kremlin: que él conociera al vicecónsul soviético en Nueva York, Pável Mijáilov. Esta reunión, entre otras cosas, hizo que el FBI de Edgar J. Hoover lo espiara para probar que era comunista, acumulando un expediente de 1500 folios.

El poder de seducción de Einstein era notable, según el retrato de Overbye. Gozaba de la admiración de muchas mujeres, a las que entretenía tocando el violín o contando anécdotas. Junto a la faceta seductora, sin embargo, convivía un lado oscuro y cruel. A su primera esposa, Mileva Maric, una física serbia a la que conoció en la Universidad Politécnica de Zurich, le destrozó la vida. “Trato a mi esposa como a un empleado al que no puedo despedir”, explicaba en una misiva a Elsa en 1913. Su actitud le producía remordimientos en algunas ocasiones: “Me da pena mi mujer, y creo que sus difíciles experiencias conmigo son, al menos en parte, culpables de su grave enfermedad”, confió a un amigo en 1916.

Poco antes de que comunicara a Mileva su intención de divorciarse, en 1916 (tras cuatro años de romance con Elsa), el matrimonio intentó reconciliarse. Para ello, Einstein le envió una nota en la que exponía, crudamente, sus condiciones para volver: “Te obligarás explícitamente a observar los siguientes puntos en tu interacción conmigo: 1) No esperarás ternura de mí ni me harás ninguna acusación. 2) Cuando me dirijas la palabra, deberás desistir al instante si yo te lo pido. 3) Cuando yo te lo pida, debes salir inmediatamente de mi alcoba o de mi despacho sin oposición”. Maric accedió, aunque al poco tiempo se separaron.

Poco después de su matrimonio con Elsa, Einstein se enamoró de la sobrina de un amigo y la contrató como secretaria para poder mantener el idilio. Elsa lo permitió, limitando los encuentros entre los amantes a un par de veces a la semana bajo la promesa de que mantendrían un bajo perfil.

“El matrimonio es el intento fallido de hacer que un accidente se convierta en algo duradero”, explicó a un amigo. Su comportamiento en el plano sentimental, sin embargo, se define en un poema de 1946: “La moraleja de la historia es que la mitad superior (del cuerpo) piensa y hace planes, pero la mitad inferior determina nuestro destino”.

* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.

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