Dom 24.03.2002
cash

PORQUE BUSH NIEGA AYUDA A CASI TODO EL MUNDO

No es nada personal

Las restricciones norteamericanas a la ayuda no se limitan a la Argentina: Monterrey y la cumbre de Lima lo demostraron.

Por Claudio Uriarte

Hay una perversa belleza tautológica en las recomendaciones de George W. Bush, Paul O’Neill, Horst Köhler, Anne Krüger y el resto de la troupe germanoamericana de EE.UU. y el FMI a la Argentina, cuando dicen que no habrá ayuda hasta tanto este país no disponga de un plan económico “sustentable”. Argentina entonces se agita y se consume en la busca del plan “sustentable”, pero entonces el FMI, como el guardián al campesino en el célebre cuento de Kafka “Ante la ley”, le dice que aún no ha hecho lo suficiente para poder entrar. En el final del cuento, el campesino agonizante le pregunta al guardián por qué nadie ha entrado a la ley cuando la puerta ha estado abierta todos esos años. Entonces el guardián le responde: “Porque la puerta estaba abierta solamente para ti. Ahora voy a cerrarla”.
El desenlace de la versión argentina del cuento también está cantado por el comienzo. Porque si Argentina tuviera un plan económico “sustentable”, querría decir que podría sustentarse a sí misma, y entonces –¡oh, maravilla!– no habría ninguna necesidad de ayuda del FMI. Un círculo virtuoso tras otro, y si no véanse todos los imposibles –salida de convertibilidad, flotación del peso, acuerdo con las provincias– que se lograron sin que el Fondo desembolsara un solo centavo. Pero la estratagema retórica dilatoria de Bush, O’Neill y el resto no debe considerarse producto de un ensañamiento personal con la Argentina. En realidad, se trata de la misma política que la administración ha estado manteniendo en casi todos los frentes económicos mundiales. Bush bajó a la farsa de Monterrey con el mismo sonsonete: que la ayuda que “destinó” a los países pobres vendría a condición de que esos países se reformen, adopten políticas competitivas y acaben con la corrupción. Después bajó aún más, a la cumbre con Perú, Bolivia, Colombia y Ecuador en Lima, donde el tema oficial era la renovación del Acuerdo de Preferencias Arancelarias Andinas, y el extraoficial la intensificación de la intervención en Colombia. Se trata de temas relacionados: la guerrilla y los paramilitares colombianos viven de la cocaína, y el Acuerdo de Preferencias es lo que esos países cobraban en compensación por eliminar sus cultivos de coca. Pero no hubo ni lo uno ni lo otro: el Congreso norteamericano dilató considerar la renovación del acuerdo hasta después del receso de Pascua, y en cuanto a Colombia Bush y su Departamento de Estado han hecho claro que la ayuda no se moverá más allá de los 1300 millones de dólares concedidos por Bill Clinton y los 98 adicionales para proteger el estratégico oleoducto de Cayo Limón; a lo sumo se cambiará la carátula del Plan Colombia, la ayuda ya no estará limitada al ataque contra el narcotráfico sino que también podrá atacarse a la guerrilla, salvo –claro– que el ejército viole los derechos humanos. Lo que ocurrirá, seguramente.
Esta demostración de avaricia del Imperio no es del todo insensata, aunque a largo plazo pueda resultar catastrófica. Ocurre que a mediano plazo –en noviembre– hay elecciones de Congreso, y Bush quiere robustecer su mandato consiguiendo mayorías parlamentarias claras en ambas Cámaras. Al mismo tiempo, el déficit está aumentando –por las propias reducciones de impuestos de Bush– y la generación de posguerra está próxima al retiro. De allí la consigna tácita: ni un céntimo de dólar más para casi nadie.

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