Dom 11.11.2007
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GESTION AMBIENTAL, DESARROLLO DE LOS BIOCOMBUSTIBLES Y RELACION NORTE-SUR

Lo que reluce no es verde

En las últimas décadas, los movimientos ecologistas ganaron credibilidad. Los agrocombustibles pueden contribuir a ensanchar la brecha entre países ricos y pobres.

› Por Boaventura de Sousa Santos *

La cuestión ambiental entró finalmente en la agenda política, lo que no deja de causar sorpresa los activistas de los movimientos ecologistas, sobre todo a quienes tienen larga data en estas luchas y que se han habituado a los estigmas de utópicos o enemigos del desarrollo. A lo largo de las últimas décadas, los movimientos ecologistas ganaron credibilidad a medida que la ciencia fue demostrando que sus argumentos se traducían en hechos indiscutibles –la pérdida de biodiversidad, las lluvias ácidas, el cambio climático, el recalentamiento global, la escasez de agua– que, en un futuro, podrán afectar la sustentabilidad de la vida en la Tierra.

Con esto se ampliaron los sectores sociales sensibles a la cuestión ambiental y la clase política más esclarecida o más oportunista (aun aquellos disfrazados de sociedad civil como Al Gore) no perdió la oportunidad de encontrar en ella un nuevo campo de actuación y de legitimación. De este modo se comprende el informe acerca de la “cuenta climática” de un economista insospechado de radical, Nicholas Stern, encargado por un político en plena decadencia, Tony Blair. En este proceso se “olvidaron” muchos de los argumentos ambientalistas, sobre todo aquellos que ponían en cuestión el modelo de desarrollo capitalista dominante. Este “olvido” es fundamental para entender la segunda razón del actual boom ambientalista: la emergencia del ecologismo empresarial, de las industrias de la ecología (no necesariamente ecológicas) y, sobre todo, de los agrocombustibles, cuyos promotores prefieren denominar, et pour cause, “biocombustibles”.

Boaventura de Sousa Santos: “La eficiencia ambiental de agrocombustibles es un problema”. Foto: AFP

Las reservas que los movimientos sociales (ambientalistas y otros) tienen en relación con este último fenómeno merecen una reflexión y, más aún, como aconteció anteriormente, es muy probable que sólo dentro de muchos años (¿tal vez demasiado tarde?) sean aceptadas por la clase política. La primera de ellas puede formularse como un interrogante: ¿se puede esperar que las industrias de la ecología resuelvan el problema ambiental en tanto su sustentabilidad económica depende de la permanente amenaza de la sustentabilidad de la vida en la Tierra?

La eficiencia ambiental de los agrocombustibles es un problema abierto. Para su producción se usan fertilizantes, se contaminan los cursos de agua y hoy ya es causa de deforestación, del aumento de los precios de la tierra y de la emergencia de una nueva economía de plantación, neocolonial y global. La segunda reserva está relacionada con el impacto de la expansión de los agrocombustibles en la producción de alimentos.

En septiembre, el trigo trepó a un precio record en la Bolsa de Chicago. Malas cosechas (derivadas de los cambios climáticos), el aumento de la demanda de India y China y la producción de agrocombustibles fueron las razones del aumento y la expectativa es que estos aumentos continúen. La suba del precio de los alimentos va a afectar desproporcionadamente a las poblaciones empobrecidas de los países del Sur, que destinan más del 80 por ciento de sus bajos ingresos a la alimentación.

Con la decisión de destinar 7300 millones de dólares anuales en subsidiar la producción de agrocombustibles, los Estados Unidos contribuirán al aumento de los precios de los alimentos básicos de los mexicanos: la tortilla de maíz en enero de 2007 casi se duplicó. Y en este punto podemos señalar la tercera reserva: los agrocombustibles pueden contribuir a ensanchar la brecha entre países ricos y pobres. En la Unión Europea, la preocupación se centra más en lo ambiental, pero en Estados Unidos el centro de la cuestión es cómo disminuir la dependencia del petróleo. En cualquier caso, es un modo de proteccionismo nuevo sobre la otra forma de subsidios a las agroindustrias y, además, como la producción doméstica no es suficiente, nuevamente es en los países del Sur donde se van a buscar estas nuevas fuentes de energía. Si no se hace nada al respecto, volverá a repetirse la maldición del petróleo: países ricos en recursos energéticos con poblaciones pobres.

¿Qué se debe hacer? Criterios exigentes de sustentabilidad global; democratización del acceso a la tierra y regularización de las propiedades campesinas; subordinación del agrocombustible a la soberanía alimentaria; nuevas lógicas de consumo (si la eficiencia del transporte ferroviario es once veces superior a la de los transportes de rutas, ¿por qué no invertir en los primeros?); alternativas al mito del desarrollo y una nueva solidaridad del Norte con el Sur.

* Doctor en Sociología, Universidad de Coimbra (Portugal) y Universidad de Wisconsin (EE.UU.).

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