Dom 30.01.2011
cash

CALIFICADORAS DE RIESGO Y BANCOS DE INVERSIóN INTERNACIONAL

Indice ideológico

La tradición crítica del pensamiento latinoamericano es sólida como para comprar los inventos superficiales de entidades financieras, que tienen mucha más prensa que ideas, sobre la situación de los países.

› Por Ricardo Aronskind *

En un artículo publicado en Cash el domingo 9 de enero titulado “De los BRIC a las Eagles”, Arnaldo Bocco utiliza análisis desarrollados por Goldman Sachs y el Banco BBVA para mostrar ciertas novedades que se están registrando en la economía mundial. También apuntó cómo la academia (en realidad, el mainstream neoliberal) está haciendo teoría abstracta y desconectada de la realidad, y cómo dirigencias políticas y económicas locales no son capaces de tomar nota de los cambios que visualizan los analistas financieros.

Vale la pena seguir profundizando y extendiendo el cuestionamiento al orden de ideas predominante. Los actores financieros han logrado un predominio tal en las últimas décadas a nivel de recursos y de ideas, que pueden transmitir –y lograr que se naturalice– su forma de ver el mundo a académicos, políticos, economistas y comunicadores sociales. Las calificadoras que acuñaron hace unos años el término BRIC forman parte de un espacio de poder que no sólo piensa la realidad, sino que es capaz de darle forma y sentido. La endeblez de su forma de abordar la realidad se observó, por ejemplo, en el histórico caso de la debacle de México en 1994, país al cual las principales calificadoras mundiales de riesgo apostaron todo su prestigio, antes de que se derrumbara producto de una megadevaluación que no anticiparon. Pero, como ocurre también en nuestro país, el fracaso intelectual, cuando se trata de representantes o voceros de sectores poderosos, es irrelevante.

Dentro de los permanentes “aportes” intelectuales de estos sectores de las finanzas internacionales figura el conocido término “mercados emergentes”. Se trataba, en los ’90, de un conjunto de países de desarrollo medio, en los cuales las calificadoras observaban que se podían realizar excelentes negocios (privatizaciones y desregulaciones mediante), con tasas de rentabilidad muy superiores a las que se obtenían en los países centrales. Las clases dirigentes subdesarrolladas de muchos de estos países se sintieron halagadas por tan alta distinción, proveniente de tan importantes centros de opinión, creyendo que “mercados emergentes” significaba países en ascenso, con un futuro venturoso. Así la Argentina que sentaba las bases de la desindustrialización, el endeudamiento y el mega desempleo, era cubierta de elogios a su proyecto “modernizador” y “abierto al mundo”.

La categoría BRIC (Brasil, Rusia, India, China) es otro “aporte” que agrupa arbitrariamente a un reducido grupo de países con muy distintas características: ni el perfil productivo, ni el tecnológico, ni el demográfico, ni el militar, los aglutina. Países que crecen hay muchos, países con gran población también, países con muchos pobres que podrían transformarse en consumidores también. Lo cierto es que la seudo categoría BRIC se impuso, y por supuesto los integrantes del selecto rejunte se sintieron honrados. Mal estímulo para Brasil, cuyos aspectos más desarrollados los debe a la persistencia de inteligentes políticas estatales y no a haber seguido los consejos del “mercado”. Quizás la inclusión de nuestro principal socio comercial entre “los líderes del futuro” se deba al 5 por ciento del PBI que el Estado brasileño paga anualmente en concepto de intereses a los inversores financieros locales y extranjeros.

Luego del estallido de la actual crisis mundial creció la indignación global por lo desacertado de las calificaciones y las gravísimas distorsiones para evaluar países y empresas, que ha generado colosales quebrantos a los inversores. En la Unión Europea se plantea actualmente la introducción de regulaciones a estas empresas calificadoras, heraldos intelectuales de la no regulación “de los mercados”.

Sin embargo, los prestigiosos calificadores siguen adelante.

Argentina muestra hoy indicadores objetivos superiores a diversos países calificados como AAA (la máxima puntuación) por estas empresas formadoras de opinión. Vale la pena remarcar lo de “indicadores objetivos” porque las calificadoras u otros analistas financieros han creado una imagen de rigurosos y objetivos. En 2011 las calificaciones de los países están muy lejos de lo que los indicadores objetivos muestran. ¿Cómo se explica la descalificación de Argentina, y la sobrecalificación de Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón, y otros Estados europeos que están con serios problemas de endeudamiento externo, enormes desequilibrios fiscales, de estancamiento productivo y de alto desempleo?

La distancia entre la situación objetiva de las economías y las “notas” que les ponen las calificadoras de riesgo sólo puede explicarse por su sesgo político. Hasta se podrías elaborar un indicador específico: “índice de distorsión ideológica”, que mide la brecha entre realidad económica objetiva y las imágenes que instalan los dueños de la palabra económica en las últimas décadas.

Existe también una explicación para la distorsión ideológica observada. Se trata de que no sólo se califican indicadores objetivos, sino que se califican políticas económicas (que ellos clasifican ideológicamente como “pro mercado” o “anti mercado”) y también se califican sistemas políticos. Si las políticas económicas son pro-mercado y el sistema político está totalmente subordinado a las necesidades de empresas locales y/o multinacionales, el país “estudiado” gozará de un alto plus de nota.

¿Cómo descalificar a un país que está funcionando razonablemente bien sin seguir políticas 100 por ciento pro-mercado, y que para colmo no muestra a todo el arco político subordinado directamente al capital? Con los criterios que manejan actualmente las calificadoras, si hubieran existido en 1870, le hubieran puesto AAA a Gran Bretaña, y BB- (no conviene invertir en el largo plazo) a EE.UU., Japón y Alemania, ya que distaban notablemente del libremercadismo aperturista hoy predicado.

A pesar de contar con profesionales entrenados, bases de datos formidables y contactos políticos que suministran información de primer nivel, las calificadoras y analistas financieros no parecen capaces de sobrepasar el horizonte cortoplacista del capital financiero. América latina tiene una rica tradición de pensamiento sobre nuestra condición económica, del cual surgieron categorías como subdesarrollo, dependencia, periferia, relaciones asimétricas con los centros, modelos rentístico-financieros, y más. Hemos estudiado largamente el desarrollo. Sabemos que no hay magia ni caminos fáciles, aunque nos pueda tocar transitoriamente el favor mediático de las calificadoras. La tradición crítica latinoamericana es demasiado sólida como para comprar los reiterados inventos superficiales de quienes tienen mucha más prensa que ideas

* Economista UNGS-UBA.

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