Dom 17.01.2016
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Esclavitud...

› Por Javier Lewkowicz

Alrededor de 30 millones de personas en todo el mundo trabajan bajo “formas modernas de esclavitud”, que se caracterizan por el empleo forzoso, salarios por debajo del nivel de subsistencia bajo amenaza de represalia si se abandona el lugar y retención de documentos. Este negocio genera ganancias por 150 mil millones de dólares al año, la actividad ilegal más lucrativa después del narcotráfico. En la Argentina, más de 10 mil casos de explotación laboral, de tipo sexual y también en el sector rural, fueron detectados en los últimos años, con lo que es esperable que la cifra de personas en esa condición sea mucho más alta. El debate sobre la esclavitud moderna viene ganando espacio en la agenda global. Cash investigó acerca del diagnóstico sobre el tema, los agentes involucrados en su visibilización y los cursos de acción que se están llevando a cabo.

La esclavitud moderna es un concepto que emerge de la globalización. Por un lado, supone que existen ciertos parámetros laborales que deberían cumplirse a nivel global. Pero además, forma parte constitutiva de las redes de producción tejidas por las multinacionales, que localizan trabajo barato, y hasta esclavo, en los lugares del mundo donde pueden hacerlo. Un tercer aspecto relacionado a la globalización es que los países asiáticos, principales competidores industriales de Estados Unidos y Europa crecieron estos años utilizando formas de trabajo en muchos casos cercanas a la explotación (al menos bajo los parámetros occidentales). Más específico es el tema de la explotación sexual, que responde a otras variables.

Empresas

Por un lado, los bancos JP Morgan, Goldman Sachs, Barclays, HSBC, Wells Fargo, Citibank y el gigante financiero Blackstone; Apple, la cadena de retail Tesco, Nestlé, Unilever, Televisa, la cervecería Miller, la tabacalera Philip Morris, la joyería Swarovski, las publicaciones liberales Financial Times y The Economist y Vodafone. Del otro, trabajadores de Etiopía, Nepal, Sri Lanka y Bangladesh que se desempeñan en la construcción de estadios para el Mundial de Qatar 2022; buques de pesca en Tailandia, Bangladesh y Nueva Zelanda; migrantes del Cáucaso, Corea del Norte y Vietnam en el sector de la construcción, la manufactura, la pesca y la agricultura en Rusia, la extrema precariedad laboral en la cosecha de algodón en Uzbekistán; la explotación minera en Zambia, Angola y el Congo; migrantes de Siria e Irak en Jordania y haitianos que cosechan caña de azúcar en República Dominicana. Más cerca, los casos de trabajo forzoso en áreas rurales de la Argentina y la situación de los inmigrantes bolivianos en los talleres clandestinos del Area Metropolitana. Y mujeres en todas partes del mundo bajo explotación sexual.

Al frente de la agenda del combate contra el trabajo esclavo buscan instalarse las empresas más grandes del mundo. Sus directivos tienen dinero, contactos y al parecer buena voluntad, se comprometen a transparentar sus cadenas de proveedores y destinan sumas millonarias a financiar organizaciones no gubernamentales (ONG) que se ocupan de visibilizar este flagelo y realizar trabajo de campo. Sostienen que el mercado debe lidiar con este problema, subrayan la necesidad de una nueva moralidad y ubican a la corrupción como el principal enemigo, sin cuestionar las reglas de la liberalización económica.

Este fenómeno motivó que el 17 y 18 de noviembre de 2015 tuviera lugar en el Hotel Landmark de Londres una conferencia mundial organizada por la ONG Trust Women, financiada por la Thomson Reuters Foundation, con el patrocinio y en muchos casos la presencia física de las empresas arriba mencionadas. Participaron los expertos con más experiencia en la materia a nivel mundial y asistieron representantes de fundaciones y gobiernos y periodistas.

“Nuestro compromiso es eliminar el trabajo forzoso y la violación de los derechos humanos en nuestra cadena de producción. Podemos influenciar a nuestros proveedores para que modifiquen sus métodos. Hemos logrado avances y sólo el uno por ciento de ellos tuvo que cerrar”, señaló en el evento Marco Gonçalvez, gerente general de producción de Nestlé. “Todas las corporaciones tienen formas de esclavitud en sus cadenas, algunas de ellas son terroríficas”, consideró Giles Bolton, responsable de la cadena de proveedores de Tesco, una de las firmas de retail más grandes del mundo. “Encontramos muchos problemas en las granjas e implementamos programas de reconversión”, agregó Anna Swaithes, directora de Desarrollo Sustentable de SABMiller. “El mundo ha perdido su inocencia, las fuerzas oscuras están actuando. En primer lugar, las empresas tienen que ejercer la gobernanza sobre sus proveedores”, dijo John Studzinski, número dos de Blackstone, la firma más grande del mundo en inversiones financieras por fuera del circuito de bonos, acciones y divisas.

Capitalismo global

“La esclavitud moderna está enquistada en el capitalismo global. Por ejemplo, en la búsqueda de trabajo excesivamente barato, compañías como Tesco o Walmart en Tailandia compran productos de mar a firmas que a su vez lo compran a los barcos pesqueros que esclavizan migrantes de Camboya. Tal vez no lo saben, pero reciben beneficios por ello”, afirma Nick Grono, de Freedom Fund. “Investigamos la producción de aceite de palma en Indonesia, en una plantación en donde había unos cien trabajadores esclavizados por traficantes extremadamente violentos. Y resulta que un derivado del aceite de palma se utiliza para la fabricación de pasta de dientes. Es altamente probable que uno de los compradores de este derivado fuera Procter&Gamble, que vende el producto final en todas partes del mundo”, recuerda Benjamin Skinner, fundador de la ONG Transparentem. También contó que una empresa de Indonesia en cuyos barcos los trabajadores eran golpeados y abusados sexualmente vendía su producción a una firma en California que a su vez proveía de productos de mar a P.F.Chang, una cadena de comida china de alcance masivo en los Estados Unidos.

De modo similar, en la Argentina hay 117 marcas de ropa denunciadas en la Justicia acusadas de abastecerse de talleres clandestinos. “Es un negocio gigantesco. En los papeles estas empresas dicen que el trabajo esclavo es terrible, pero cuando se trata de perder beneficios mucha gente se enoja”, agrega Leanne Melnyk, especialista en el tema por parte de la OIT.

Capital moral

¿Qué buscan las empresas cuando hacen filantropía? “Creo que antes se trataba de llenar un casillero. Pero ahora existe responsabilidad ética. Y el accionar de algunas empresas grandes fuerza a otras a adoptar el mismo camino”, contestó a Cash Monique Villa, CEO de Thomson Reuters Fundation. Jean Baderschneider, CEO del Global Fund to End Slavery, agregó que “el sector privado tiene el poder de modificar la situación. Su compromiso es la clave. Las empresas deben comprometerse a terminar con el trabajo esclavo en sus proveedores. Si existen normas técnicas y medioambientales, tienen que existir aquellas que exijan el respeto a los derechos humanos”.

El protagonismo de las empresas en el combate a la esclavitud moderna puede tener relación con su moral o con la moral de sus consumidores. El hecho es que las multinacionales junto a las ONG tienen un papel preponderante en países en donde el Estado es extremadamente débil, como en Africa o algunos países de Asia. En América latina, no tanto.

En la Argentina, el Estado junto a organizaciones sociales los últimos años estuvieron al frente de la lucha contra la trata de mujeres. También a partir del trabajo del Renatea en el caso de la explotación en el campo, organismo que el macrismo devolvió al Momo Venegas. Bajo la gestión del sindicalista, lo único que hizo la precariedad laboral fue crecer.

En Desarrollo, ONG y sociedad civil, Jenny Pearce advierte que el acento del sector privado “está puesto en la aptitud del Sur para poner sus acciones en orden, pero siempre compitiendo dentro de la economía mundial, donde se ve desfavorecido”. La gestión de las empresas tiene efectos concretos positivos, aunque su enfoque sobre la moral y la corrupción, sin embargo, deja de lado del debate causas fundantes del fenómeno, como la extrema desigualdad de ingresos y la falta de oportunidades laborales.

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