Ignacio Montoya Carlotto y Juan “Pollo” Raffo son dos músicos de la misma especie. O parecida, al menos. Los dos aman el jazz rock, las músicas clásicas, las folklóricas, los teclados y los pianos. Ambos componen –mucho– con el corazón puesto ahí. Así las cosas, no podía pasar mucho tiempo para que se unieran y dieran un concierto en la misma coordenada espacio-tiempo. No pasó, de hecho. La cita es hoy a las 21 en Caras y Caretas (Sarmiento 2037). Uno, el nieto de la abuela Estela, con el objeto de mostrar una vez más su último disco (Sep7eto), y el otro, con un fin similar, por si faltara algo que los uniera: hacerle escuchar a quienes todavía no tuvieron el gusto su última criatura, Brindis. “Compartimos una misma actitud hacia la composición y la interpretación musical, la de buscar un sonido lo más genuino posible combinando los elementos de la historia auditiva personal y colectiva del tiempo que nos toca vivir”, empieza a definir Raffo, mientras Montoya Carlotto va al matiz: “Si bien mi trabajo no es similar al de Juan, lo siento cercano, hermano y pariente, como esas cosas que uno presiente cercanas pero que no replica... casi como la familia”, sostiene el hijo del baterista desaparecido Walmir “Puño” Montoya y de Laura Carlotto. Y nieto de abuelos músicos y melómanos. 
La conexión entre ambos viene desde la época en que Ignacio era alumno de Juan. Y se profundizó, más allá de tales armonías humano–musicales, en el ciclo Músicas por la Identidad 2010, del que Raffo fue puntal. “En las dos instancias y en sus discos escuché una combinación de talento, trabajo y dominio del ego poco común”, elogia Raffo, que le dará una vuelta más en vivo a Brindis. Ese trabajo de diez piezas instrumentales es el cuarto volumen de la saga Música de Flores, que completan Guarda que Viene el Tren; Diatónicos Anónimos, y Al sur del Maldonado. “Escucho Brindis como un disco..., no sé, amable, quizás, y a la vez intenso. Creo que combina bien con los otros tres. Me movilizó mucho la cantidad de voluntades que coincidieron para que el trabajo haya sucedido: músicos, técnicos, artistas visuales, escritores, comunicadores y, fundamentalmente, quienes aportaron a la campaña de financiamiento colectivo. Me pasa además de aceptarlo sin conflicto tal como quedó: grabado en vivo en el estudio, y con pocas correcciones o sobregrabaciones posteriores. Un poco como aceptarse uno tal cual es”, opina el ex Monos con Navajas, sobre el disco que mostrará acompañado por Martín Rur en flauta, clarinetes y saxos; Tomás Pagano en bajo; y Rodrigo Genni en batería.
Montoya Carlotto hace lo propio con su tercer disco, en cuya grabación participó el dúo Quintero-Monti. “El disco del septeto es toda una búsqueda y creo que eso también hermana nuestros universos. Es resultado de un gran viaje, porque estaba pensado para ser grabado en 2014, pero por las razones que circundaron mi vida desde agosto de ese año pusimos en marcha el grupo para tocar en muchos lugares y tocamos mucho el repertorio. Además, agregué algunas cosas que pasaron en ese viaje intrépido”, explica el pianista, que tocará su disco acompañado por Inés Maddio en voz, Ingrid Féniger en clarinete y saxo, Luz Romero en flauta, Valentín Reiners en guitarra, Nicolás Hailand en contrabajo y Gustavo Chenu en batería. “Estoy particularmente contento con este disco, por cómo se gestó y cómo fue el camino”, insiste.
El panteón de músicos que influye a Raffo y Montoya no es exactamente el mismo, pero se puede amigar, si es que se “relativizan” los nombres. Mientras el músico de Olavarría menciona a Miles Davis, Bill Evans, Johann Sebastian Bach y Horacio Salgán; Raffo fija su atención en Keith Emerson, Chick Corea, Hugo Fattoruso, Hermeto Pascoal y Joe Zawinul. “Todos tecladistas, compositores e intérpretes de su propia obra, que me marcaron de joven”, justifica el también exintegrante de El Guevo, sobre antorchas cuyos fuegos  seguramente rozan su brindis. “Quiero citar dos definiciones de Música de Flores que no son mías pero me parecen excelentes: ‘se parece a algo pero al final no se termina de saber bien a qué’ (Santiago Giordano, Emepeá) y ‘difícil de asir, pero después difícil de soltar’ (Ricardo Sánchez, Puntal, Río IV)”, agradece el hombre, que sigue tocando en dúo con Alan Plachta, y acaba de escribir versiones de temas propios para la Orquesta Juan de Dios Filiberto, que se presentarán el año próximo.
–¿Se agrandó mucho con el Konex de platino que le dieron en la categoría de Música Instrumental/Fusión de la década 2005-2015?
Juan Raffo: –Lo único mío que se ha agrandado de noviembre a esta parte es el abdomen, pero espero revertirlo para el verano (risas).
–¿Qué piensan ambos acerca de los premios y las distinciones? Hay opiniones encontradas entre los músicos, sobre este tema...
Ignacio Montoya Carlotto: –Pienso que son un mimo. Si uno no se cree que con eso no viene otra cosa que una gran responsabilidad, está bien disfrutarlos, pero no mucho...
J. R.: –Y... son un mimo, sí. Quienes deciden los premios y las distinciones suelen ser personas idóneas y que se lo toman en serio, así que es bueno sentirse considerado por ellas. Pero también hay mucho de circunstancial y hasta fortuito en que te toque a vos o no. Son importantes, eso sí, desde el punto de vista curricular y para llamar la atención de gente que posiblemente no haya escuchado nada tuyo todavía.
Ya se ha abundado en las similitudes que existen entre ambos, pero también están las diferencias, claro. Mientras uno, Raffo, basa sus composiciones en piezas instrumentales; el otro da un lugar importante a la voz. De ahí, la fuerte presencia de la cantante Inés Maddio en el septeto. “Tramito la canción desde el texto, mientras que Juan se pone en marcha desde el lugar un tanto más abstracto que es la música instrumental. Esta es la diferencia más obvia”, refrenda Montoya Carlotto, que tiene entre planes inmediatos seguir armando músicas para el septeto, grabar un disco con su dúo de tango, escribir piezas para la Orquesta Errante y mezclar el disco que acaba de grabar con Forasteros Blues, su banda de rock. Ahora retoma, redondea y remata Raffo: “En este concierto, la diferencia es el contraste entre las canciones y las piezas instrumentales. Ignacio es un hombre de campo y yo un bicho de ciudad, y eso se refleja en la música, pero estamos trabajando para que en el espectáculo las similitudes y diferencias fluyan dentro de un continuo armónico”.