CINE › EL CINEASTA BRASILEñO FERNANDO MEIRELLES EN EL AMAZONAS FILM FESTIVAL
Como productor, presentó la superproducción Xingu, que refleja en clave ficcional una experiencia vivida por indígenas amazónicos.
› Por Oscar Ranzani
Desde Manaos
Tanto en su rol de director como en el de productor, el paulista Fernando Meirelles ha logrado trascender la geografía de su país y permitirle al cine brasileño una proyección internacional que antes de Ciudad de Dios –la ficción sobre los conflictos sociales de una favela– no tenía semejante dimensión. Como consecuencia de la repercusión de Ciudad de Dios en el extranjero, Meirelles tuvo la oportunidad de filmar El jardinero fiel, con importantes artistas extranjeros como Ralph Fiennes y Rachel Weisz. Y luego llegó Ceguera, basada en la novela Ensayo sobre la ceguera del Premio Nobel portugués José Saramago. Meirelles está en Manaos, donde presentó como productor la superproducción Xingu, dirigida por Cao Hamburger, en el 8º Amazonas Film Festival. Este largometraje refleja, en clave de ficción, la iniciativa de los hermanos Orlando, Claudio y Leonardo Villas Boas: ante la humillación y el exterminio al que estaban siendo sometidos los indígenas del Amazonas, se relacionaron con diversos grupos de pueblos originarios y crearon una reserva en la misma selva amazónica. Allí fueron trasladadas diferentes tribus para vivir sin abandonar sus tradiciones ni sus costumbres. Fue en 1961 y se llamó Parque Indígena Xingu.
“Este era el lugar más correcto para lanzar el film”, reconoce Meirelles, en diálogo con Página/12. Y agrega que, como este año se cumplen cinco décadas de aquella iniciativa, “había, entonces, que conmemorarlo aquí, en el Amazonas”.
–¿Cómo observa en la actualidad el problema que plantea la película? ¿Hay mayor conciencia social o se cometen los mismos errores que hace cincuenta años?
–Se están repitiendo los mismos errores. Parece que los blancos no aprendimos nada en todo este tiempo. En Brasil, existe la Funai, que es la fundación gubernamental que organiza todos los asuntos indígenas. El coordinador por parte de los indios es Megarón Txucaramáe, que fue echado porque se había posicionado contra la creación de una represa de Belo Monte que va a afectar el Parque Xingu. Esa cuestión es muy controvertida en Brasil y si pone en Google “Belo Monte” se va a dar cuenta de que hay un debate social enorme con eso porque realmente va a afectar toda la región. Constantemente hay una resistencia y la historia de los Villas Boas está aconteciendo ahora en Xingu.
–¿Cómo analiza en este contexto que los hombres blancos sean los “civilizados” y los indígenas los “salvajes”?
–Es de una arrogancia e ignorancia grandes. Ellos tienen una cultura propia, incluso a través de su cultura ellos consiguen convivir armónicamente con la naturaleza, algo que nosotros no conseguimos.
–Su padre es médico y cuando usted era chico la familia viajaba mucho y eso le permitió conocer a usted diferentes países y culturas. ¿Cuánto le aportaron esas experiencias a su oficio de cineasta?
–Como cineasta específicamente no lo veo así, pero como ser humano, lógicamente, esa posibilidad de ver el mundo desde distintos ángulos está marcada por esa experiencia de viajes y de vida en otros lugares. Cuando uno sale de su país, ve su realidad, su vida desde lejos y yo siento que siempre tengo esa tendencia de ver el gran angular, una perspectiva no enfocada.
–Usted trabajó mucho tiempo en publicidad. ¿Qué diferencias encuentra entre el cine y la publicidad a la hora de transmitir un mensaje?
–En cuanto a lenguaje y a cómo contar una historia no veo diferencias, porque es una cuestión sobre el cuadro, el ángulo, la manera del enfoque, la música, toda la cuestión narrativa. Claro que con la publicidad tengo un objetivo claro, que es vender un producto, mientras que, obviamente, el cine tiene otra serie de objetivos, pero el texto escrito, la narrativa, la gramática son las mismas, ya sea para una cosa breve o amplia. Un texto escrito para vender Coca-Cola o una novela de Proust tienen la misma gramática.
–En ese sentido, ¿cree que el cine, a diferencia de la publicidad, puede ayudar a transformar la realidad?
–La publicidad también puede ayudar a cambiarla, ya sea para bien o para mal. Si vas a crear conciencia ciudadana en una cuestión ligada a la solidaridad también puede ayudar para bien. O no: reforzar hábitos negativos. El cine también puede cambiar la realidad en la medida en que uno toma conciencia y siente que puede afectar a la sociedad. Y también para bien o para mal.
–¿Cómo llegó un paulista como usted a interesarse por las favelas de Río que mostró en Ciudad de Dios?
–Me llevó el libro de Paulo Lins. Así como, a veces, uno no quiere que un libro se acabe, cuando terminé de leerlo quise seguir con él. Entonces, contacté al autor y me interesó adentrarme más en esa realidad. Fui “tragado” por el libro.
–Luego de hacer Ciudad de Dios, ¿cuál cree que es el mayor problema: la pobreza o la violencia? ¿O son dos puntas de un mismo lazo?
–Ambas cosas. Yo quería cambiar el ángulo para ver esa realidad. Hasta ese momento, la cámara siempre había estado del lado de la clase media mirando a la favela, de afuera para adentro. Y yo quería poner la cámara desde adentro mirando alrededor.
–¿Cree que esta película ayudó a combatir ese prejuicio que tenía la clase media?
–Sí, afectó. Hasta ese momento era una cosa extraña, ajena. Y a partir de la película, fue incorporada en el diálogo, en el debate, en el imaginario de la población.
–¿En qué medida Ciudad de Dios funcionó como una bisagra en su carrera cinematográfica?
–Fue un accidente. No lo planeé, pero fue la plataforma que me lanzó al mercado internacional. Estaba tranquilo aquí, pero a partir de Ciudad de Dios salieron invitaciones y dieron la proyección internacional de la película.
–Ciudad de Dios, El jardinero fiel y Ceguera son adaptaciones de novelas. ¿Qué busca en los libros ajenos para hacer una película? ¿Qué tiene en cuenta?
–No existe un patrón. Leo libros que a veces me impactan y otras veces no. Pero no hay una regla para elegir ni hay un tema que me interese más específicamente.
–¿Qué recuerdos tiene de haber filmado en Kenia El jardinero fiel?
–Fuimos al norte de Kenia y estuvimos tres semanas con la tribu turkana y eso tiene un impacto en la vida que va más allá de la filmación de una película. Viven en la pobreza, en lugares muy simples, y nos impactó que se pueda vivir de una forma tan sencilla.
–¿Cómo recuerda al escritor portugués José Saramago, cuya novela Ensayo sobre la ceguera usted adaptó al cine?
–Me encontré con Saramago una vez antes de filmar y muchas veces después de hacer la película. A él le gustó mucho y viajó a Brasil para ayudar a la promoción. Era un hombre extraordinario y brillante y por esa relación que entablamos terminé haciendo la producción de la película José y Pilar, que es un documental sobre Saramago y su mujer. Y ese documental fue elegido para representar a Portugal en el Oscar.
–¿Qué puede contar de su más reciente producción, 360, inspirada en la pieza teatral La ronda, del dramaturgo austríaco Arthur Schnitzler?
–Es una película muy pequeña que hice en marzo, y en septiembre la estrené en Toronto. Fue placentero hacerla, pero es también bastante sencilla. Ese film me dio la posibilidad de trabajar con grandes actores de diferentes países.
–¿Cómo nació la pasión por el cine en un estudiante de arquitectura?
–Cuando entré en la Facultad de Arquitectura, terminé entrando en un cineclub de la institución. Organizaba allí proyecciones. Me encargaba de elegir las películas que se exhibían en el cineclub. Y me convertí casi en el distribuidor de las películas en la Facultad. Ahí comencé a ver cine alemán, clásicos y me convertí en una suerte de cinéfilo.
–¿Cuánto le aportó su oficio de cineasta al rol de productor?
–Me gusta mucho más dirigir que producir, pero no tendría tiempo de realizar todas las películas que me gustaría. Por ejemplo, me hubiese gustado hacer Xingu, pero no tenía tiempo, y entonces lo invité a Cao a que la dirigiera, porque era una historia que merecía ser contada.
–Contar una historia es difícil pero, ¿es más difícil decidir qué historia contar? ¿Se plantea esto?
–Más difícil es decidir qué historia no contar, porque hay tantas historias interesantes... Pero tengo 56 años, mi tiempo es corto. Y tengo que decidir.
–Muchos productores tienen injerencia en las decisiones de los directores. Teniendo en cuenta que usted es cineasta, ¿cómo se maneja en su rol de productor con los directores?
–Me gusta tener un trabajo de más compañerismo, porque sé lo difícil que es cuando un productor se mete en lo que uno quiere hacer. Entonces, como productor trato más de ser un compañero. Por ejemplo, en Xingu hay unos textos en off que no me gustan. Se lo comenté a Cao, pero él tomó la decisión de dejarlo porque le gustaba. Si fuera un productor normal, insistiría para cambiarlo.
–¿Cuál es su próximo proyecto como director?
–Una adaptación de la novela Némesis, de Peter Adams, que trata sobre los nazis y también sobre los nazis en la Argentina. La historia comienza en la Argentina.
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