Sáb 17.06.2006
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PLASTICA › “LA VIDA DE EMMA, EN EL TALLER DE SPILIMBERGO”, UNA MUESTRA IMPERDIBLE

Un arte que supo fijar una posición política

La exhibición que arranca la semana próxima en el espacio Imago concentra tres facetas de la obra del maestro de artistas: una serie de ilustraciones sobre textos de Oliverio Girondo, una muestra de trabajos de sus discípulos y la triste historia de una prostituta de los años ’30 que en su momento despertó airadas reacciones.

El pintor camina la noche. Corre el año 1936 y Palermo es un barrio malevo que ofrece imágenes para pensar y pintar. Una chica pasa mirando el suelo, con la cara pintarrajeada. La piba se toma el colectivo que va para San Fernando y el artista la ve alejarse hacia el norte, a la zona de los cabarets. Ese y otros paseos bohemios colaboraron al nacimiento de La vida de Emma, en el taller de Spilimbergo, una serie de dibujos, tintas y grabados que se exhibirán a partir del próximo 29 de junio y hasta el 11 de agosto en Imago, el Espacio de Arte de la Fundación OSDE (Suipacha 658-664). La galería ofrecerá un paseo a través de dos hitos insoslayables en la obra del Maestro, y un panorama de las producciones de sus discípulos.

A casi seis décadas de aquellos paseos en la penumbra, Lino Enea Spilimbergo es reconocido como maestro del pincel, el grabado, la litografía y el dibujo, pero sobre todo por haber logrado que sus creaciones se convirtieran en una herramienta para pensar la realidad. Los arquetipos de la prostituta, el inmigrante y el arrabal que habitarán el Imago son fruto de un esfuerzo por reinterpretar lo que se entendía como indiscutible, en un esfuerzo que esquivó el panfleto para buscar una estética que uniera la formación clásica, la innovación formal y el compromiso político.

Pero en los primeros días de aquel año 1937 todo eso era poco más que una ilusión, más allá de los premios recibidos. Incansable, a veces con el caballete a cuestas, el hombre que había sido telefonista nocturno y empleado de la Empresa Nacional de Correos pintaba y escribía poseído por una fiebre que impresionaba a sus colegas. Entre los papeles que el artista iba coleccionando por esos días (“por si alguien alguna vez se interesa en conocer mi verdadera vida”) hay uno que se titula “Noticia Policial”. Está fechado el 13 de agosto de 1936 y empieza así: “Anoche la mujer Emma Scarpini de 30 años de edad –autorizada para ejercer la prostitución– se suicidó arrojándose desde el noveno piso de un hotel. El cadáver fue transportado a la morgue para su autopsia, pero nadie se ha presentado a reclamarlo”. Se trata de un texto nunca publicado, seguramente escrito por el propio Spilimbergo. Pero fue la primera aparición de Emma, mujer imaginaria de existencia parecida a la de aquellas innumerables casi-nenas que se veían (y se ven) por los callejones. Fue también el inicio de un proceso creativo que Diana Weschler –doctora en Historia del Arte y curadora– ha intentado reflejar a través del rescate no sólo de las piezas definitivas, sino de los bocetos, anotaciones y recortes que antecedieron a la obra terminada.

Breve historia de Emma (1936-1937) comparte con su contemporánea y borgeana Emma Zunz el ambiente proletario pero no el destino, que en este caso es decididamente sombrío. Obsesionado con su criatura, el pintor imaginó distintas etapas por las que la mujer debió haber pasado antes de su muerte. Garrapateó esos momentos en cuadernos, con el ensimismamiento atropellado de quien está contando una historia que conoce de memoria. Con el transcurso de las semanas, se fue convenciendo de que debía hacer su trabajo en monocopias, una forma de impresión que a diferencia de la serigrafía permite sacar solamente una sola imagen de cada molde construido. “No es casual esta decisión –comenta Weschler–. La monocopia genera texturas que de otro modo no se consiguen. Planos de color muy netos, por ejemplo. Y el hecho de que pueda usarse una sola hoja para cada molde les da a las piezas una identidad tan única como la de cada ser humano.”

La serie está compuesta por 36 pasajes que retratan, en clave monocromática, el camino recorrido desde la infancia obrera hasta el final, pasando por la iniciación en el cabaret. En las primeras seis piezas la protagonista participa de espacios amplios retratados según la austeridad que dicta la pobreza. Luego viene la etapa de trabajo en el prostíbulo, en la que los paisajes se reducen a la esclavitud de vivir enuna cama. En el tramo final, Emma se va desdibujando, hasta aparecer con un vacío que la atraviesa en un trazo oscuro e invisible.

Retrospectivamente, Emma puede releerse, hasta cierto punto, como una excepción cultural. No era fácil por aquellos tiempos plantarse ante el establishment con esa propuesta bajo el brazo. La primera exposición se hizo en Tucumán en 1949 –más de diez años después de estar lista– y causó la reacción inmediata de la Iglesia y el gobierno, que intentaron prohibirla al considerarla una crítica a sus “valores”. Fino olfato el de aquellos censores: Spilimbergo estaba marcando una posición política y estética que prefiguraba el arte comprometido que vendría después. El suyo era un relato visual que se acercaba con atención casi inédita a la experiencia de los sectores populares, no solamente influyendo en colegas como Berni, sino anticipando algunos rasgos del Rodolfo Walsh periodista o el Haroldo Conti de Sudeste. Por eso Emma tardó décadas en volver a ser exhibida, y por eso vale la pena reencontrar a esta ficción “desaparecida”, que sigue teniendo un realismo demoledor.

Según Weschler, se trata de una obra en la que “la mujer no es vista desde el paternalismo ni desde la condena”. “Por otra parte –agrega la curadora–, es la oportunidad de ver un montón de trabajos previos que no se conocían bien.” En estas líneas está “toda la maestría de un dibujante único, con gran contundencia en los personajes, y una racionalidad que participa de una composición fuertemente expresiva”, define.

Por la misma época en que Spilimbergo hacía sus expediciones por Palermo, su amigo y poeta Oliverio Girondo daba un giro estético y pasaba del deslumbramiento a cierto agobio por las aglomeraciones. En 1937 escribió Interlunio y redactó una misiva para el pintor: “Escribo estas líneas para rogarle que me hable por teléfono (...) Tengo un proyecto que, aunque vago, puede resultar interesante para los dos”. Con ese mensaje escueto se empezó a gestar otra de las zonas que organizan las 132 piezas de la muestra. Con las figuras de Interlunio, las visiones complejas y casi alucinadas de un Oliverio furioso se trasladaron al arte de Spilimbergo, en un ensayo que para el poeta representaba renunciar a hacer él mismo las ilustraciones –cosa que, por otra parte, había intentado– y para su compañero era un ejercicio de imaginación disciplinada, ya que tenía que adecuarse al texto del amigo.

Puestos a interactuar, los dos talentos vibraron alrededor de la historia de un poeta europeo que venía a América buscando salirse de la náusea que invadía su continente. “Lo veo –escribía el poeta al pintor– recostado contra la pared, los ojos casi fosforescentes y a los pies, una sombra más titubeante, más andrajosa que la de un árbol.” Sobrevinieron días con olor a tinta y ruido de gubias y un tendal de bocetos. Al final, el grabado fue dejando las once imágenes pensadas. En algunos pasajes de esta historia aparece también Emma. Y el personaje también se desdibuja en lo que pudo haber sido, hasta metamorfosearse en un esqueleto de mirada suplicante.

La experiencia con Girondo no fue ni el primero ni el último emprendimiento colectivo de “Spili” o “Don Lino”, como le decían sus alumnos. En 1934, en pleno proceso de eclosión imaginativa, había empezado su tarea como docente en el Instituto Argentino de Artes Gráficas. Desde entonces, muchos discípulos de todo el país y el continente se transformaron en amigos y le hicieron varios retratos que el Espacio de Arte ha conseguido reunir. Los que aprendieron del Maestro fueron muchos, y algunos de ellos han sido convocados para que compartan recuerdos y cuadros. A casi ciento diez años de su nacimiento, todavía no puede medirse la magnitud del legado que dejó aquel esteta atípico, que se ató con alma y vida al presente que transitaba.

Informe: Facundo García.

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