futuro

Sábado, 27 de agosto de 2005

125 AÑOS DE “SCIENCE”

Publicar o perecer

 Por Sergio Di Nucci

La idea es mil veces norteamericana. Por las reacciones y los desarrollos que busca estimular, por su optimismo más terco que la realidad, por su candor irrefutable. Encuentra su correlato en una formulación clara, nítida, hasta silogística. Si las personas y las naciones prefieren la oscuridad a la luz, si la irracionalidad prolifera, si la religiosidad cunde en nuestras sociedades, la explicación es una sola: la ciencia todavía no ha dado su respuesta a enigmas y dilemas fundamentales. ¿Cuál es el origen del universo? ¿Cómo se ha formado? ¿De qué está hecho? ¿Qué hay y qué deja de haber de animalidad en el ser humano? ¿Qué es la conciencia? ¿Hasta qué punto determinan o influyen los genes sobre nuestras acciones y decisiones? ¿Qué pasará con el mundo ante el incremento de la población y ante la demanda de recursos que por definición son escasos? Las preguntas clave, y básicas, suman 125. Lo asegura la revista de difusión científica, junto a la inglesa Nature, de más prestigio en el mundo: la norteamericana Science, órgano de la poderosa American Association for the Advancement of Science. Un número redondo para celebrar sus 125 años de existencia.

Los editores de Science llevaron a cabo un sondeo sistemático entre los investigadores para analizar cuáles son las 125 “grandes preguntas” que todavía esperan respuesta. Y, como son norteamericanos, le añadieron un bonus: cuáles entre ellas son las cinco más importantes. O las que cuentan con todas las posibilidades de ser respondidas en los próximos 25 años.

Desde luego, las cuestiones no resueltas son enormes. Son los enigmas de la vida (y del universo) que en un principio los editores creyeron que podían reducir a 25. Justamente, y precisamente, aquellos que revelan de manera inequívoca los abismos del conocimiento científico. Con más resignación que entusiasmo se comprobó, sin embargo, que la lista era más larga. Los enigmas alcanzaron con facilidad el centenar y llegaron más allá. Finalmente se seleccionaron 125. A condición de que los científicos interrogados debían poner una mayor concentración –es decir, conceder mayor espacio y mejor atención– a los 25 primeros.

El proyecto –que puede leerse gratuitamente y completo en el sitio web de la revista, www.sciencemag.org– sorprende por sus pretensiones. O acaso no tanto. Porque honra a lo mejor del país que durante los dos últimos siglos ha llevado a la práctica con mayor ferocidad, para bien y para mal, el lema del gran arquitecto de Chicago, Louis Sullivan: “Make big plans; aim high in hope and work” (“Idea grandes planes; apunta alto en tus anhelos y en la tarea que imponen”).

Los lobbies o la politica por otros medios

Una de las imágenes más difundidas de Estados Unidos lo representa como un país profundamente religioso, con propensión al fundamentalismo cristiano y a guerras culturales que por lo general se libran sin cuartel, y que enfrentan a dos campos muy bien delimitados. La religión, en estos campos, resulta apenas menos determinante que la noción de raza y que la pertenencia a una clase social. De esta manera, la religión es transversal a la entera Norteamérica. Busca infiltrarse por todos los medios, apelando incluso a aquellos muy poco cristianos. Penetra en el gobierno, para que se adopten medidas de acuerdo con las diferentes visiones del mundo. No hay que olvidar que el 97 por ciento de lo norteamericanos proclama creer en Dios: junto con los musulmanes, es uno de los países más religiosos del planeta. Pero como en Estados Unidos la democracia se entiende como una lucha de influencias animada por visiones del mundo o intereses organizados, los lobbies adquieren una naturalidad, una validez casi perfecta. La democracia y la razón no son enemigas del disenso sino que deben favorecer el encuentro, necesariamente violento, de posiciones disidentes y aun antagónicas.

En 1925, un profesor de Biología de 24 años llamado John Scopes generó un escándalo que alcanzó proporciones épicas. En Dayton, en el sureño estado de Tennessee, les contó a sus alumnos cómo la teoría de la evolución de las especies divergía, o abiertamente contradecía, la versión de la creación del universo que promueve la Biblia. Era el tema, tan, tan contemporáneo, de las dos culturas, que no cesa de enfrentar entre sí a los norteamericanos: Norte contra Sur, liberales (progresistas) contra conservadores, religiosos contra laicos, fundamentalistas contra reformadores, fundamentalistas contra conservadores, metrópolis contra ciudades pequeñas. En las escuelas, sólo se podía enseñar el creacionismo bíblico. Y Scopes había sido designado por la ACLU, una asociación de abogados anticlericales resueltos a demostrar las luces de la ciencia. Scopes fue declarado culpable. Se inició un juicio en los tribunales –a los norteamericanos les encantan los pleitos judiciales– que apasionó al país. Creacionistas y darwinistas se enfrentaron, blandiendo la Biblia contra la ciencia.

Tres cuartos de siglo después, la situación ha cambiado menos de lo que podrían suponer los que se divierten con Los Simpson o con South Park todas las noches. En agosto del 2001, el presidente de la Corte Suprema de Alabama, Roy Moore, hizo instalar en la rotonda del Palacio de Justicia un bloque de granito que pesaba varias toneladas, donde estaban escritos los Diez Mandamientos de Moisés. De esta manera cumplía con una promesa electoral: en Alabama, los jueces son elegidos por el voto popular.

Teniendo en cuenta este contexto, la militancia de Science, y de la asociación que la respalda, no debería sorprendernos en la radicalidad de sus objetivos. Un medio científico que, apelando a muy variadas estrategias, combate el arcaísmo nacional. En este sentido, y a la luz de este tipo de organizaciones, Estados Unidos es religioso y fundamentalista, pero también todo lo contrario.

El porvenir de una ilusion

Es famoso que Voltaire culminaba sus cartas con la militante exhortación “écrasez l’infâme” (la “infame” que había que “aplastar” era la Iglesia Católica, o, en todo caso, la superstición). La Asociación que respalda a Science es, en este y en otros sentidos, una institución que rescata con virulencia el legado de los filósofos de la Francia iluminista. Fundada en 1848, la Asociación cuenta con 262 sociedades y academias de ciencia afiliadas, y llega a unos 10 millones de individuos con el programa de adoptar como objetivos el fomento de políticas científicas, de planes científicos internacionales comunes, y de fijar objetivos de educación científica.

El primer número de Science apareció el 3 de julio de 1880, en una edición de 12 páginas con artículos sobre la posibilidad –después verificada– de que los trenes utilicen energía eléctrica, sobre las últimas observaciones de un conjunto de estrellas llamadas las Pléyades, y una invitación a los maestros y profesores de ciencia acerca de la importancia de estudiar el cerebro de los animales. “Presentando al público el primer número de Science, queremos definir brevemente sus objetivos y alcances para que su posición entre las publicaciones periódicas del país pueda entenderse claramente.” Así abría el primer número de la publicación, cuyo lema era “Una revista semanal de mérito y estándares académicos sobre el progreso científico”. El sitio web ofrece en forma gratuita este primer número en formato PDF (es necesario registrarse) y parte del segundo, donde puede leerse el ensayo La madurez del origen de las especies escrito por T.H. Huxley, uno de los primeros y más inteligentes difusores y defensores de la teoría darwinista en la Inglaterra victoriana.

Las preguntas top

Los grandes casos de la Corte Suprema de Estados Unidos, sugería el jurista Oliver Wendell Holmes, a menudo acaban por resultar en malas leyes. Pero las grandes preguntas, añade Tom Siegfried en uno de los textos principales de la edición aniversario de Science, fomentan a menudo una muy buena ciencia. Porque “los misterios sin resolver proveen a la ciencia de motivación y de orientaciones”. También a modo de celebración por sus 125 años de vida, Science ha invitado a científicos de todo el mundo a que reflexionen acerca de la investigación científica en sus propios países. En su sitio en Internet, la revista viene publicando todos los meses del 2005 los ensayos científicos que focalizan sobre los distintos contextos regionales. En agosto se reproduce un ensayo acerca de la geología médica en Sri Lanka, escrito por Chandra Dissanayake, profesor de la Universidad de Peradeniya. Los anteriores tuvieron como escenario a Sudáfrica (con un ensayo sobre los “protectores” de semillas escrito por Patricia Berjak, profesora en la Universidad de Kwa Zulu-Natal en Durban); Mali (sobre la investigación médica y la ética, de Ogobara K. Doumbo, de la Universidad de Bamako); India (acerca de la repatriación científica, por el presidente de la Academia Nacional de Ciencia en India, Raghunath A. Mashelkar); Brasil (sobre los límites de la ciencia con relación a enfermedades genéticas, de Mayana Zatz, de la Universidad de San Pablo); Rusia (sobre el retorno de ecosistemas que parecían extintos, por Sergei A. Zimov, director de una estación científica en Yakutia); Siria (sobre las relaciones peligrosas entre ciencia y sociedad en el mundo árabe, del investigador Wasim Maziak) y China (acerca de la nanociencia, del vicepresidente de la Academia de Ciencias, Chunli Bai).

Por último, y a continuación, apenas un puñado de las 25 preguntas urgentes que ofrece Science, y que, estiman, podrán ser respondidas en los próximos 25 años.

¿De qué está formado el universo?

La pregunta acaso pueda sonar como mal formulada. Porque existe un conocimiento certero de la naturaleza con que está hecho el planeta en que vivimos, incluso de las numerosísimas galaxias que, sabemos, existen. Sin embargo, lo que vemos no representa sino el 5 por ciento de la masa de la que debería estar formado el universo, siempre atendiendo a la confirmación de la teoría que se ha aceptado acerca de la explicación del mundo. A ese 95 por ciento que falta conocer se lo conoce como “materia oscura”, con un nombre que recuerda –y honra– a las invenciones literarias de la ciencia ficción.

¿Estamos solos en el universo?

Las distancias son tan grandes que calcular la extensión del universo nos hace perder las proporciones y hasta nos empuja a cometer errores categoriales. La prudencia indica entonces una visión más abierta, más indeterminada acerca de si hay vida más allá de la Tierra. Para Richard Kerr, el encargado de responder esta pregunta, la verdadera cuestión es saber si alguna vez contaremos con la tecnología adecuada como para poder analizar las cientos de billones de estrellas que están hoy más allá de nuestro alcance: “Con un poco de suerte, esto podrá darse en los próximos veinticinco años”.

¿Cuáles son las bases biológicas de la conciencia?

La biología y la química han dado pasos enormes, y hoy existen esperanzas de descifrar las bases fundamentales de la conciencia; es decir, de aquel elemento que distingue a la identidad humana del resto del reino animal. Para encontrar una respuesta se parte de la constatación de que si en el siglo XVII Descartes separaba el cuerpo de la mente, hoy nuestra visión científica tiende a unirlos, sosteniendo que la expresión mental es fruto de procesos que provienen del cerebro. “Sabemos que la corteza frontal tiene un rol en la conciencia –señala un investigador entrevistado por el Corriere della Sera–, pero estamos lejos de poder dar explicaciones aceptables; nos limitamos a constatar la existencia de la conciencia cuando nos hallamos ante ciertas partes del cerebro que han sido lesionadas”.

¿Por qué el hombre tiene tan pocos genes?

Para los biólogos ha sido una sorpresa descubrir, al final del camino que inauguró la apertura del genoma humano, que nuestros genes son apenas 25 mil. ¿Cuáles son las consecuencias? Los enigmas que se encuentran implicados en cada una de nuestras elecciones estarían ligados a los mecanismos evolutivos que sólo unos pocos genes saben expresar: en la combinación de ellos y en la riqueza de ciertas proteínas radicaría la base de nuestro “poder decisional”.

¿Cuánto puede extenderse la vida humana?

Ya hubo muchísimos experimentos acerca de la extensión de la vida en animales. Lo que ha generado un interés mayor por descubrir aquellos procedimientos, en el ser humano, que lleven a postergar o mitigar los mecanismos del envejecimiento. El objetivo es vivir otros cien años más. Y, aunque suene increíble, en Estados Unidos ya se ofrecen píldoras que nos hacen doblemente centenarios. Los resultados todavía no están a la vista.

¿La Tierra podrá sostener el crecimiento de la población?

Evidentemente es una pregunta que se relaciona con la búsqueda de atmósfera en otros planetas. Hoy, el número de habitantes en la Tierra es de 6 mil millones. El número se incrementa de manera vertiginosa. La pregunta es hasta cuándo la Tierra podrá seguir garantizándonos recursos. Pero, ¿cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a vivir en Marte?

¿Debemos creer que es factible una vacuna contra el HIV?

Desde hace dos décadas, las investigaciones acerca de una vacuna en contra del virus del HIV han sido vertiginosas por lo numerosas. El dinero invertido ha sido mayor que el empleado para investigar cualquier otra vacuna en la historia de la salud mundial. Los institutos nacionales de salud norteamericanos gastan casi 500 millones de dólares todos los años. Cada tanto, los diarios dan la noticia del descubrimiento. Pero una efectiva vacuna que obture potencialmente las millones de infecciones que se producen cada año continúa siendo en el 2005 un sueño lejano. Si el dinero drena, el sueño podrá ser realidad en los próximos lustros.

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