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–Me siento confundido –dijo el Comisario Inspector–. A veces pienso que ya hemos hablado de todas las cosas que hay en el cielo y la Tierra.

–Parece un poco soberbio –dijo Kuhn– y me recuerda la frase de Shakespeare: “Hay más cosas en el cielo y en la Tierra de las que nunca soñó tu filosofía”.

–Y eso que la Tierra y el cielo de Shakespeare eran mucho más chicos que ahora. El debía creer todavía en las esferas y faltaban casi cien años para que se publicara la obra de Newton. Pero me pregunto a qué se refería cuando hablaba de “cosas”.

–¿A qué cosas? –preguntó Kuhn.

–Algo por el estilo –dijo el Comisario Inspector–. Es interesante cómo usamos las palabras a la ligera y sin problemas, pero apenas uno se pone a reflexionar qué es una “cosa”.

–Un objeto, mejor –objetó Kuhn.

–Da lo mismo -–dijo el Comisario Inspector–, pero prefiero la palabra cosa. ¿Qué es una cosa? Yo creo que todos estaríamos de acuerdo en que una silla, digamos, es una cosa.

–Más aún, una cosa para sentarse.

–Pero esta columna, por ejemplo, ¿es una cosa? Y una pata de esa silla de cuya cosidad no dudábamos, ¿es también una cosa? Naturalmente, si alguien esgrime la pata, de una silla para pegarle a otra persona, todo el mundo la vería como una cosa. Pero cuando está en la silla, cuando es parte de la silla, ¿es una cosa?

–Yo creo que sí –dijo Kuhn.

–Pero con creer no alcanza –dijo el Comisario Inspector–. Si cada parte de una cosa es una cosa, ¿cuántas cosas existen? Y no hablamos hasta ahora de lo abstracto. Pero yo les propondría esa pregunta a los lectores. ¿Qué es una cosa?

¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Qué es una cosa? ¿Esta columna es una cosa? Y la palabra “cosa”, ¿es una cosa?