Sáb 24.06.2006
futuro

LIBROS Y PUBLICACIONES

› Por F. K.

LOS GRANDES DESCUBRIMIENTOS PERDIDOS
Las antiguas raíces de la ciencia, desde Babilonia hasta los mayas

Dick Teresi
Ed. Crítica, 428 págs.

La historia de la ciencia carga con dos pecados, no originales pero sí algo espinosos: por un lado, discurre y se presenta como una sucesión de descubrimientos, hitos y rupturas emprendidas (supuestamente) por “iluminados solitarios” (Copérnico, Galileo, Newton, Einstein, para citar a los “padres de la ciencia”) y por el otro, se aferra a una costumbre bastante extendida de orientar los ojos casi exclusivamente a la antigua Grecia del año 600 a.C. como base fundacional y única de esa cosa llamada ciencia (para luego desarrollarse durante el Renacimiento europeo, pegar el estirón en el siglo XVII y XVIII y madurar posteriormente en el hemisferio occidental). Abriendo un poco el panorama, no es que la historia oficial no sea tan así, sino que hay mucho más allá afuera, descubridores olvidados o ignorados que aportaron lo suyo, que sentaron las condiciones para que Copérnico, Galileo, Newton y Einstein abrieran los ojos y vieran un poco más claro que el resto.

Con esa pretensión de rescate, Dick Teresi –cofundador de la clásica revista de divulgación científica Omni– vuelca toda su investigación en Los grandes descubrimientos perdidos: las antiguas raíces de la ciencia, desde Babilonia hasta los mayas, un libro profundo e imprescindible para aquellos que leyeron y releyeron las hazañas de los clásicos de la ciencia y sospechan que allí, detrás de ellos, hubo alguien más que plantó la semilla para un hallazgo, para cimentar una revolución.

Babilonios, egipcios, indios, africanos, curiosos del Nuevo Mundo, tribus oceánicas, civilizaciones medievales no europeas: todos ellos abandonan el acostumbrado papel de personajes secundarios para elevarse como protagonistas. Así aparece el matemático chino Liu Hui quien calculó para el número pi un valor de 3,1416 en el año 200; el hindú Rig-Veda que afirmaba –veinticuatro siglos antes de Newton– que la gravitación hace que el universo se mantenga unido; los mayas y sus observaciones astronómicas realizadas hacia el año 1000, la invención de cero en la India cerca del siglo I, o más acá en el tiempo los cuadernos de anotaciones del matemático indio Srinivasa Ramanujan, germen de la teoría de supercuerdas.

Teresi divide acertadamente el libro en capítulos donde enfoca un área en particular (matemática, astronomía, cosmología, física, geología, química y tecnología) para correr el velo occidental que cubre una historia de la ciencia más profunda y rica, más abierta y bien multicultural.

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