Sáb 25.09.2004
futuro

NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

EL SONIDO DE LA CREACION [ ASTRONOMY ]
La mayoría dice que fue como un rugido, un estruendo monstruoso, un grito en la nada. El, en cambio, pone las fichas en que en realidad fue un tenue gemido que de a poco mutó en un silbido insoportable. Y para eso, pulió los teclados y sacó las guitarras eléctricas, y se puso a hacer lo que Stephen Hawkins nunca intentó: ponerle música al Big Bang.
Las pretensiones eran supinas y el cosmólogo estadounidense Mark Whittle (Universidad de Virginia) no quería quedar mal ante tan única ocasión. Por eso, no se le ocurrió mejor cosa que acudir a la fuente cósmica de información por excelencia, los datos aportados en los últimos dos años por registros de alta resolución proporcionados por la nave espacial WMAP de la NASA respecto de la radiación de fondo cósmica de microondas (una suerte eco de los comienzos del universo) y tradujo toda esa maraña de cifras en tonos musicales. Al principio, Whittle transpiró casi hasta la deshidratación cuando se dio cuenta de que los tonos traducidos eran aún demasiado bajos para ser percibidos por el oído humano –unas 50 octavas por debajo de 440 hertzios–, pero no bajó los brazos tan fácilmente y resolvió todo traspolando todas las octavas hacia arriba y subiendo el volumen unos 110 decibeles, algo así como un concierto de rock. Y voilà: todo quedó compactado en un archivo sonoro que pesa tan solo 500 kb y dura cinco segundos (se puede escuchar en www.astro.virginia.edu/~dmw8f/index.php).
Por supuesto, ya salieron los críticos y pesimistas de siempre (que tiran todo abajo) y le recordaron a Whittle –por si no se había enterado– que en el espacio, como no hay aire, no hay sonido. “Eso quizá pueda ser cierto actualmente, pero no en la infancia del universo hace 13,7 mil millones de años –respondió el cosmólogo con una pizca de ironía–. Durante, por ejemplo, el primer millón de años, el universo fue quizá lo suficientemente pequeño y denso como para que las ondas sonoras pudieran viajar en él.” Le faltó decir: “aunque no haya habido nadie para escucharlo”.

CEMENTERIO DE ANIMALES MOMIFICADOS [ nature ]
Hay diversas formas de expresar afecto o apego por una mascota: ponerle un nombre, sacarla a pasear, y, por supuesto, no comerla. Pero hay uno más, si el lugar es el Antiguo Egipto y la época, el siglo IX a.C.: momificarlas con el mismo cuidado que el puesto en los faraones. “Los compuestos que hallamos indican que las mascotas fueron embalsamados casi de la misma manera”, explicó Richard Evershed, experto en química arqueológica de la Universidad de Bristol (Gran Bretaña).
El análisis de la momia de un gato y dos halcones del período que va entre los años 818 a.C. y el 343 dieron por tierra con la creencia de que a los embalsamadores egipcios les importaba poco y nada momificar a los apurones a estos animalitos.
En vez de encontrar desalineados vendajes de lino puestos al tun tun, Evershed descubrió con técnicas de espectrometría de masas los mismos ingredientes utilizados para embalsamar humanos: rastros de cera de abejas, aceite vegetal, resina de coníferas, betún y lo que especulan que sería resina de cedro.
Las razones del tratamiento VIP otorgado a estos animales son diversas: se los momificaba y ubicaba cerca de la tumba del difunto para ser usados como alimentos en el más allá; para hacerle compañía; como símbolo de culto y como ofrendas a los dioses.
Ahora Evershed se propone estudiar momias de otros animales momificados (como cocodrilos, alacranes, vacas, serpientes, leones, ovejas y peces, algunos embalsamados antes de que murieran) que para entonces escapaban a la categoría “mascota”.
“Si se movía, lo momificaban”, concluyó Evershed, quien juró no tener ninguna mascota momificada en el sótano de su casa.

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