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Viernes, 19 de mayo de 2006

INTERNACIONALES

La colada

Cualquier mujer que haya caminado por alguna región mexicana sabe que en ese país el machismo parece un producto regional, a pesar incluso del activo movimiento de mujeres. Tal vez por eso mismo, en las próximas elecciones presidenciales del 2 de julio, una feminista se postula, imponiendo una agenda distinta.

 Por Sandra Chaher

En México, un país en el que el 60% de la población se abstiene de votar, y donde las mujeres participan de las elecciones menos que los varones (46,3% contra 59%) –aun siendo ellas la mayoría de la población (52%)–, la candidata presidencial por Alternativa Socialdemócrata y Campesina para las elecciones del próximo 2 de julio, la feminista Patricia Mercado, tiene un enorme desafío. Porque ella sí tiene una propuesta dirigida a las mujeres y a las minorías.

Patricia Mercado es casada y madre de dos adolescentes de 15 y 13 años. Se recibió de economista pero nunca ejerció. En su lugar se dedicó a construir el movimiento ciudadano y feminista de México fundando e integrando organizaciones no gubernamentales y partidos políticos desde hace más de 25 años.

Proveniente del trotskismo y de la Teología de la Liberación, en los ‘80 se metió de lleno en el movimiento de mujeres, participando y presidiendo organizaciones como el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE); el Foro de Mujeres y Políticas de Población; Diversa; y la Agrupación Política Nacional Feminista (APNF), entre otras, y en el ámbito sindical, en Mujeres Trabajadoras Unidas Asociación Civil-Mujeres en Acción Sindical (Mutac-MAS).

Las funcionarias y legisladoras no abundan en la política mexicana, aunque las mujeres políticas reclamen más participación. Sin embargo, antes que Mercado, otras tres mujeres en su país hicieron el intento de llegar a la presidencia: Rosario Ibarra se presentó en 1982 y 1988 por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (en esa época Mercado era integrante de la dirección nacional del PRT); Cecilia Soto, por el Partido del Trabajo, en 1994, y Marcela Lombardo, por el Partido Popular Socialista, también en el ‘94.

En México hay seis millones de familias en las que la jefa es una mujer, ellas saben de qué hablo. Otra cuestión es la educación: las niñas no pasan de la escuela primaria, la mayoría de los analfabetos en México son mujeres.

Una dama entre caballeros

Entre cinco partidos políticos se dirimirá, hasta el momento, la elección del 2 de julio del 2006: Alianza por México (PRI y PVEM), cuyo candidato es Roberto Madrazo; Alianza por el Bien de Todos (PRD, PC, y PT), que lleva a Manuel López Obrador; Partido Acción Nacional (PAN), con Felipe Calderón; Alternativa Socialdemócrata y Campesina (PASC), con Patricia Mercado, y el Partido Nueva Alianza (PAS), que lleva a Roberto Campa pero se dice que estaría por cerrar una alianza con el PAN, con lo cual quedarían sólo cuatro candidatos.

En un país en el que los analistas políticos vaticinan no sólo agresiones, sino incluso intentos de homicidio, y en el que los candidatos saben que su vida vale mucho y justamente por eso podría dejar de latir como si nada, Patricia Mercado ha sido, hasta el momento, generosamente tratada por sus colegas. Pero claro, ella aún no es competencia.

–¿Cómo se entiende que usted sea la candidata de un partido de extracción campesina, siendo una mujer urbana con discurso feminista?

–La historia de este partido es larga y tiene que ver con la socialdemocracia y la izquierda democrática. Este partido en el 2000 se llamó Democracia Social y tuvo un candidato a la presidencia, y en el 2003 se presentó a elecciones con el nombre México Posible. Lo que sucede es que nuestra ley electoral es mala para los partidos chicos, y si no conseguís el 2% de los votos perdés el registro para la siguiente elección. Entonces, a ese partido que existe hace tiempo se le acercó en el 2004 un grupo de campesinos para formar una alianza y acá estamos. Los campesinos en México están en todos los partidos, también estaban en Democracia Social y en México Posible, pero ahora es una alianza más formal.

–¿Cuál es su propuesta para ellos?

–En México hace falta reconvertir el campo. Tenemos sectores exportadores muy fuertes, que se dedican a nuevos productos como hortalizas, productos de invernadero, frutas. Son grandes hacendados con nuevas tecnologías que trabajan muy fuerte y exportan. El campesino chico, histórico, sigue todavía con el maíz y el trigo, y eso ya no va más. Nosotros queremos reconvertir el campo: que esos campesinos pequeños puedan adquirir tecnología y generar nuevos cultivos, que se modernicen y hagan cadenas exportadoras, y que se establezca una nueva relación entre el campo y la ciudad, más dinámica.

–¿Cómo es recibida por los campesinos su propuesta feminista?

–Muy bien. Ellos saben que sus mujeres se mueren por abortos mal realizados, así que el tema no pasa por ahí. Quizá les cuesta más incorporar la aceptación de los homosexuales, pero lo están haciendo desde la perspectiva de que si incluimos a los campesinos, a los indígenas y a otros sectores excluidos, ¿por qué no vamos a incluir a las personas homosexuales? Nuestra propuesta nos lleva a transitar por un lugar diferente al de los partidos tradicionales. Presentarte con una plataforma así es tener una posibilidad enorme de enseñar, hacer escuela.

–¿Y cómo la reciben las mujeres de sectores populares urbanos, tan poco acostumbradas a este tipo de discurso?

–Lo que percibimos es que las mujeres que nos apoyan, y las que no nos apoyan, se sienten bien con que yo sea candidata. Que yo esté y diga cosas de forma valiente produce una identificación. Hay un efecto simbólico poderosísimo. Dicen “¡puta, qué bueno que ella esté ahí!”, más allá de que después puedan votar a otro candidato. Pensá que en México hay seis millones de familias en las que la jefa es una mujer, ellas saben de qué hablo. Además México está cambiando mucho. Tenemos una población muy grande y heterogénea. Hay muchos divorcios y no son los hombres los que se divorcian –ellos siguen con la casa chica y la casa grande–, son las mujeres. Eso habla de disconformidad, te estás metiendo con la violencia intrafamiliar que está en aumento. Hay un caldo de cultivo en el que mis propuestas son perfectamente comprendidas. Puede que después no me voten, pero no será porque soy feminista.

–Que usted hable de aborto, violencia, salud reproductiva, homosexualidad, ¿está cambiando la agenda política de los candidatos tradicionales? Además está el contexto internacional: después que Michelle Bachelet ganó la presidencia de Chile, el candidato del PRD, Manuel López Obrador, esbozó tibiamente que podría armar un gabinete con un 50% de mujeres y 50% de varones.

–Totalmente. Estamos poniendo nosotros la agenda con estos temas. Hace poco hubo un noticiero televisivo en el que aparecimos todos. Nos hacían preguntas muy rápidas sobre aborto, temas de género y minorías en general. Yo respondía a todo que sí, y el candidato del PAN, Felipe Calderón, que es muy conservador, decía a todo que no. Y una encuesta que salió unos días después decía que a mí me había ido muy bien en esa presentación, y a él muy mal.

–¿Cuáles son los temas de género que hay que resolver con urgencia en México?

–La violencia intrafamiliar está siendo muy fuerte y hace vivir mal a mucha gente. Porque las familias están atravesando todo este proceso de democratización en el que las mujeres, los niños, empiezan a tener derechos, pero como nadie sabe muy bien cómo resolverlo, termina generando muchísima confrontación. Otra cuestión es la educación: las niñas no pasan de la escuela primaria, la mayoría de los analfabetos en México son mujeres. Tenemos que garantizar que accedan a la educación media y superior. Queremos encarar la alfabetización de los adultos: que haya mujeres educadas que nos ayuden a romper los círculos de pobreza. El tema de la seguridad social también es fundamental porque la mayoría de las mexicanas trabajan pero no tienen seguridad social. Después tenemos todo el tema de salud, hay que bajar la tasa de muerte materna...

–Usted apoya la legalización del aborto.

–Yo impulsaría primero la despenalización, sacarlo del Código Penal, que es lo que se está discutiendo ahora aquí, y después sí legalizarlo, es decir ponerlo como un servicio gratuito de salud. Pero esto debe pasar por el Parlamento. Si yo ganara lo podría hacer, porque eso estaría hablando de una población que quiere cosas diferentes a las que ofrecen los demás partidos y ellos deberían aceptarlo y apoyarlo en el Congreso. Pero estaríamos hablando de un México diferente al que tenemos.

–¿Qué expectativas tienen para las elecciones?

–Creemos que podemos llegar a un 8% o 10%. Pero aún si lográramos sólo un 2% o 3% nos convertiríamos en un fenómeno porque lo nuestro es cualitativo. Nuestra propuesta es fuera de lo común, y estamos yendo sin alianzas con los grandes partidos. Somos un fenómeno que no se mide tanto por los números. Además, no tenemos publicidad. Por un problema que tuvimos suspendimos los apoyos financieros y en este momento estamos haciendo la campaña con mi carro, yendo de pueblo en pueblo, juntándonos con las organizaciones sociales, con los mínimos recursos. Pero esperamos que esto se resuelva pronto.

–¿Por qué nunca intentó ingresar a la política a través de los partidos tradicionales?

–Porque no creo en ellos. Hace diez años que me planteé esta opción diferenciada y sigo convencida de mi elección.

–La sociedad mexicana es muy machista, y la clase política también. ¿Cómo la están tratando sus colegas en la contienda electoral?

–No me estoy enfrentando a un tema machista para nada. Mi problema en relación con los demás partidos es que no tengo los mismos recursos que ellos para hacer campaña. Pero tengo muchísima legitimidad. Creo que es la otra cara del machismo, es como el respeto a la madre. Soy una mujer que se les coló, pero no soy competencia, entonces por ahora se están portando como personas muy correctas. Diferente sería si tuviera el 30% de intención de voto (risas).

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