Vie 28.07.2006
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DEPORTES

Una+10

Hace 20 años, la socióloga Adolfina Janson descubrió casi por casualidad que en la Argentina existían prácticas de fútbol femenino. Desde entonces lleva adelante una investigación (todavía en curso) para dar cuenta de los comienzos, el ingreso a las instituciones y la construcción de perfiles específicamente femeninos de juego y jugadoras.

› Por Sonia Santoro

Tiene 68 años y hace casi 20 que viene investigando el fútbol femenino. Ahora, con esa previa, la socióloga Adolfina Janson empieza a tejer una sucinta biografía de un deporte “profesional” que todavía huele bastante a amateurismo. No es que haya sentido interés por la pelota ni nada que se le parezca, pero hubo un día, allá por el año ’90, en que una nota periodística la hizo virar hacia estas cuestiones. La nota ya le daba algunos datos: existía una Asociación Argentina de Fútbol Femenino, presidida por una señora llamada Nils Altuna. Faltaría poco para que el deporte entrara a formar parte de la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), en 1991, y el destino de la práctica deportiva cambiara.

Pero los comienzos del fútbol femenino tenían ya varios años de historia por fuera de las instituciones. “Empieza en los países donde había empezado el deporte masculino, a comienzos del siglo XX. Hay algunos registros de antes de la Primera Guerra Mundial, luego se interrumpe y se retoma después de la Segunda Guerra. Lo mismo pasa en los países que van accediendo al deporte. En la Argentina, en los años ’50 hay mujeres que juegan. Eran mujeres a las que les gustaba jugar por jugar, sin la presión de competir. Era un fútbol más inocente, más placentero”, cuenta Janson.

–¿Qué características tenía esa especie de protohistoria del fútbol femenino?

–Es un fútbol donde está presente el amateurismo del gusto, del placer. Eran encuentros en clubes de barrio, todo escapaba al plano organizacional. Es una etapa con pocas reglas y mucha sociabilidad. El partido puede terminar en encuentro amistoso. A muchas, el gusto por el juego les viene de la familia, por un hermano o el padre y no son censuradas por la familia, que las acompaña en esa práctica.

–¿Cuál es la mirada sobre las mujeres que lo practican?

–Todo lo que conocemos de la mirada de los otros, de las sospechas de lesbianismo sobre las mujeres que juegan al fútbol, de la carga negativa que hay sobre el deporte es a partir de que las mujeres empiezan a jugar organizadamente, en la Argentina cuando entran en la AFA. Ahí tienen un encargado de fútbol femenino, que está hasta el presente, y encuentran un ámbito que no tiene más remedio que abrir las puertas a las mujeres porque la Federación de Fútbol Femenino (de FIFA) se lo indica. Y en el Mundial de Italia ‘90, (Joao) Havelange, el entonces presidente de FIFA, da la orden de que todas las entidades afiliadas que tuvieran fútbol femenino se integraran a la FIFA. Entonces, 17 equipos entran a la AFA; cada uno con su delegada, se reúnen en la AFA y se organizan torneos, campeonatos...

–Se reclama que la AFA no destina toda la plata que le da la FIFA para el fútbol femenino. ¿Pudo indagar sobre eso?

–Yo pienso que efectivamente la FIFA da plata porque es la más interesada en que esto prospere, no deja de armar encuentros porque ése es su negocio. Creo que la AFA no destina todo lo que le da la FIFA al desarrollo del fútbol femenino. Recién ahora, en estos meses, les están dando viáticos a las mujeres con regularidad, les dan un desayuno fortificado después de los entrenamientos, ropa buena a la medida, no la que queda de los chicos... Por supuesto que no cobran sueldo, sólo viáticos. Recién ahora aparece un poco de plata.

–¿El feminismo ha contribuido al desarrollo de este deporte?

–La presencia cada vez más numerosa y cada vez más comprometida de las mujeres en el deporte se debe al trabajo de las feministas, que empezaron a hablar de que el deporte es un lugar de poder manejado por los hombres. La segunda ola del feminismo dice que hay que luchar para obtener esos espacios. En el deporte se busca no sólo la igualdad sino tener salarios, dirigir organizaciones y que las deportistas se comprometan con lo que están haciendo. Esto parte de Estados Unidos, Canadá, Noruega, Alemania y Francia.

–Para su investigación ha entrevistado jugadoras de fútbol. ¿Qué es lo que más la ha impactado de ellas?

–Las que hacían fútbol a principios de los ’90 no tienen nada que ver con las de ahora. Al principio eran nada deportistas, no se cuidaban físicamente, estaban excedidas de peso, al DT le costaba que entrenaran. Cuando ingresan a la AFA hay un cambio importante porque tienen que empezar a competir, con disciplina de entrenamiento semanal (aunque tengan que seguir con sus trabajos, eso sigue igual). También empieza a cambiar la composición social. Aparecen periodistas deportivas, chicas con trabajos calificados o que estudian en la universidad, pero subsiste y es mayoría el sector de chicas pobres y éstas siguen siendo las mejores, las que vienen del potrero y juegan intuitivamente.

Las jugadoras quieren reconocimiento, no se bancan que les falten el respeto preguntando si tienen novios o hijos, en vez de hablar de la performance de cada una. Tienen un compromiso. Y a la vez saben que el director técnico es hombre, que tienen a un hombre a cargo del fútbol femenino, que la AFA es machista.

–Igual que los varones.

–Exacto. Pero con las mujeres lo importante es que al organizarse cambian y tienen aspiraciones. Algunas veían el fútbol como una salida laboral, algo que se acentúa cuando viajan y conocen a otras futbolistas, como las brasileñas o las estadounidenses, que viven del deporte. De todas formas, no se engañan. Acá estamos lejos. Una me decía “nos pasaban como aviones” en el Mundial de fútbol de Estados Unidos en el 2003, que es el primero en el que participa Argentina.

–Sueñan, pero no se engañan.

–Sí. Algunas dicen que el fútbol femenino, mientras siga dentro de la AFA y no dé plata, no va a crecer. Pero así y todo, ahora hay dos selecciones, la mayor y la Sub-20. Algunas cosas cambiaron.

–¿Qué encuentran las mujeres en la pelota?

–El gusto más pleno y, en países como el nuestro, un espacio de ellas que lo disfrutan, la sociabilidad que permite el juego es muy defendida.

–¿Quiénes son sus referentes?

–Son hombres, jugadores como Maradona o en su momento Caniggia o Batistuta. Ahora que empiezan a viajar y a conocer jugadoras de otros lados te mencionan a una brasileña, Pretinha, o a una Mía Hamm, estadounidense.

–Tienen otros símbolos que imitar.

–Sí. Por otro lado, ahora quieren reconocimiento, no se bancan notas donde les faltan el respeto preguntándoles si tienen novios o hijos, algo que las desconoce como deportistas, en vez de hablar de la performance de cada una. Están lanzadas, tienen el compromiso que las feministas marcan que es necesario que tengan. Saben que el director técnico es hombre, que tienen a un hombre a cargo del fútbol femenino, que la AFA es machista, están esclarecidas, son conscientes. No son las de la época feliz.

–¿Necesariamente el fútbol femenino tendría que despertar las mismas pasiones de tendencia machista y nacionalista del masculino?

–Por ahora, no. Yo creo que ellas tienen que encontrarle su forma, no pueden seguir por los mismos lados. Fijate que las ligas de fútbol del interior están fuera de la AFA y son la mayoría. La Selección del Sub-20 se armó con esas chicas. Es otro camino. O también el fútbol de salón, que se juega con menos jugadoras, que está teniendo un crecimiento impresionante, algo que no pasa entre los hombres y tampoco con el mismo fútbol dentro de la AFA, que empezó con 17 equipos y ahora tiene 9. Si bien el arranque del fútbol femenino tiene puntos de contacto con el masculino, espero que hacia delante sea otra cosa. Las mujeres tienen que encontrar también sus propias dirigentes, DT, referís mujeres. Eso tiene que crecer paralelamente con el deporte.

Ellas dicen

Lo que sigue son fragmentos de entrevistas hechas por Adolfina Janson a jugadoras de la Selección Argentina de Fútbol Femenino.

Una buena jugadora: “Lo que yo me fijo en un jugador, tanto hombre como mujer, al margen de que tenga cierta habilidad y cierta técnica, es que piense para jugar, que sepa distribuir el juego; esto me parece fundamental en cancha de 11”.

La vocación: “Me gusta, me encanta jugar a la pelota. Y aparte porque es una de las cosas que uno se puede dar el gusto de decir ‘este tiempo libre’, bueno, libre entre comillas, porque yo mucho tiempo libre no tengo, pero lo uso para hacer algo que a mí me gusta, que me puedo distraer de otras cosas. Es un lugar adonde voy y, como ya de por sí el fútbol es jugar en equipo, estoy en un grupo, en contacto con otras personas, sirve para descargar, para divertirse”.

Para todas no es lo mismo: “Tengo amigas en varios clubes. Entre las que jugamos al fútbol hay dos grupos bien diferenciados para mí: están las que van porque no tienen nada más que hacer y van a ‘pavear’, ‘si juego, juego; si no juego, no juego, entreno así nomás’... Hay otro grupo, que son las menos, que aparte de ir por diversión lo toman con responsabilidad y van y se matan entrenando o tratan de superarse o de aprender; sí, ésas son las menos”.

El cuerpo: “Uno cuando practica fútbol sabe que lógicamente va a desarrollar más los músculos de las piernas. Es decir, hay cambios entre una persona que entrena y se exige, y la que no. Desde ahí ya hay algunos cambios musculares que a mí me da lo mismo tener más músculo o no. En realidad juego porque me gusta, no porque se me marquen los músculos. Después lo otro que uno piensa es que siempre está el riesgo de sufrir alguna lesión... Así como hablábamos de los dirigentes y demás, que son malos, la mayoría de los árbitros que envían no son malos, son peores. Como consecuencia de esto hay partidos en los que se pega mucho y es como que está ese riesgo de que uno se puede llegar a lastimar pero, más allá de eso, si me tiran un pelotazo y tengo que poner la cabeza, la pongo”.

Los cabezazos: “La mayoría no sabe cabecear y no sabe porque no les enseñaron; y algunas no saben y no quieren saber porque no les gusta. Hay algunas chicas a las que no les gusta cabecear. Esto también se da en los hombres; se da en menor medida. A este nivel uno se puede dar el lujo de no cabecear si no quiere porque por ahí, si juega bien, no tienen otra para poner. El nivel de los hombres ya es más exigente y es como que si no cabecea es un jugador incompleto; por eso tiene que aprender a cabecear. En cuanto al pecho, yo jamás fui de correrme si viene un pelotazo. Si me tengo que comer un pelotazo y si me duele, que me duela. Yo cuando tuve al nene, a los 20 días que lo tuve empecé a jugar a la pelota y ya le daba pecho y todo. Uno no está pensando en eso”.

La sexualidad: “La mayoría de las chicas que jugamos a la pelota no nos pintamos, andamos de jogging, es verdad. Y lo mismo si estoy jugando y trabo fuerte la pelota con otra piba y ella me dice: ‘Eh, che, no vayas tan fuerte’, lo primero que contesta una es: ‘Andá a jugar a las muñecas’. Es como que está eso también. Y es un código diferente dentro de lo que es el fútbol femenino, porque es así. O, por ejemplo, si alguien se pone pollera, se mueren todas de risa, porque es así. Son códigos dentro del fútbol femenino...”.

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