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Viernes, 5 de septiembre de 2008

INUTILISIMO

Moderadamente intelectuales

La orientación plena de la adolescente a punto de convertirse en adulta inspiró a Pilar Bueno una serie de profundas reflexiones que reunió en el manual La joven y su mundo (Editorial Ferma, Barcelona, 1962), con “la noble intención de dar a las lectoras la más clara noción de sus deberes, de su naciente responsabilidad y de la obligación innegable de conocerse sin falsos conceptos”.

En el indispensable capítulo titulado “Otras facetas femeninas, Mujer Soltera, Mujer intelectual”, la autora trata cuestiones de candentes actualidad. Por un lado, se refiere a aquellas jóvenes que “por diversas circunstancias muestran una clara y manifiesta resistencia al matrimonio”. En este grupo de disidentes suelen figurar “muchachas excesivamente exigentes en lo que se refiere a su futuro, que dejan pasar el tiempo sin decidirse a aceptar ningún pretendiente, que encuentran cómoda la despreocupada vida de solteras y afirman que no les lleva ninguna prisa casarse”.

Por supuesto que puede haber jóvenes que libremente decidan abstenerse del casamiento, pero también hay casos de “mujeres egoístas, del tipo ególatra, que prefieren evitarse toda clase de responsabilidades, producto de una educación torcida”. En cuanto a la soltera por auténtica falta de vocación de esposa y madre, celosa de su independencia, “debería mantenerse en términos prudentes para resultar admisible, viviendo con rectitud moral y un espíritu siempre elevado”.

Pilar Bueno advierte particularmente acerca del peligro de las conductas extremas, “dislocadas, es decir, el tipo de mujeres que hace de su intelectualidad una postura censurable”. Para que esto no suceda, debe quedar bien en claro que “la mujer intelectual no ha de tratar de situarse por encima de los demás mortales, porque una mujer pedante es, a todas luces, insoportable: está poseída de su propio valer y sobreestima su sabiduría hasta límites insospechados”. Todo parece indicar que este defecto afecta a aquellas personas cuyos conocimientos exceden el término medio. El objetivo es evitar que la joven se convierta “en una atalaya desde el cual mira a todos los hombres con desdén”.

Si se trata de una muchacha que ha cursado una carrera para ejercerla “como un sacerdocio”, corre el riesgo de desoír la llamada de su corazón “si éste es solicitado por los caminos del matrimonio”. En este caso, “la carrera no ha de ser un estorbo que haga desviar de sus intenciones al hombre honrado y digno que pudiera hacerla feliz”. En síntesis, que la joven de acentuado intelectualismo, consagrada a los trabajos mentales, aunque demuestre que puede salir airosa de estos cometidos no tiene razones suficientes para descartar la fundación de una familia. Y va de suyo que “nunca ha de llevar su vida intelectual a tal extremo que aparezca como la competencia del hombre”.

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