Vie 28.03.2014
las12

ALBúMINA

Vergüenza es mentir

› Por Guadalupe Treibel

Quienquiera que haya visto una tontona comedia romántica norteamericana –en especial esas que transcurren en campus universitarios– o, para el caso, escuchado a la “rockera” Pink –con canción homónima sobre el tópico–, estará familiarizado con la expresión anglo “Walk of Shame”. Para quienes se hayan preservado, la explicación del caso: la famosa “caminata de la vergüenza” no es sino una popular y extendida manera de referirse a quienes salen de la casa de un NN tras una fogosa noche de sexo ocasional. Y aunque no se dirige exclusivamente a damas (los varones también dan los correspondientes pasos), las implicancias para el género femenino son harto conocidas: al parecer, son ellas las que deberían avergonzarse por su “suelto” proceder.

Amén de aprovechar el coloquialismo (y la doble moral estadounidense), una empresa con base en Los Angeles ha lanzado el Walk of Shame Kit que incluye “todo lo que las chicas necesitan para volver a sus hogares con la frente en alto”. O sea, una remera, un par de ojotas, anteojos de sol, crema desmaquillante, pasta dentífrica y unos papelitos que rezan “Llamame” o “Gracias por nada” (qué chanchero...). Porque, acorde con esta lógica nefasta, vestir la ropa de la noche anterior o tener el delineador corrido no sólo es un llamado de atención, también grita “qué atorranta”.

Treinta y cinco dólares cuesta esta creación moderna que ha indignado –justificadamente– a periodistas mujeres de blogs y medios de EE.UU. En principio, porque no hay nada de qué avergonzarse (muchas sugieren que habría que reemplazar la expresión por otras más precisas: “El paseo del orgullo” o “La marcha del éxito”, por ejemplo), luego porque el producto se evidencia misógino al fabricarse exclusivamente para señoritas (aunque intenta que los varones también lo compren para que su invitada de turno se lleve el paquete y no les robe las camisetas); finalmente, porque asegura que parte de lo recolectado irá a parar a una ONG que lucha contra el cáncer (y todas se preguntan: “¿Qué tiene que ver?”).

“¿Volvimos a los ’50?”, cuestionan quienes ya han bautizado el kit como “uno de los peores inventos del 2014”. Kit que, para colmo de males, ya se vende en algunos hoteles (y sus gerentes, por cierto, sí deberían estar avergonzados).

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