las12

Viernes, 9 de febrero de 2007

VISTO Y LEíDO

Un lugar al cual volver

 Por Liliana Viola

Déjame ir, madre
Helga Schneider

Editorial Salamandra
160 páginas

Ya nos enteramos de que una madre puede ser desamorada y hasta perversa; que, además, podría carecer de aquella esencia leudante conocida como “instinto maternal”. Pero que abandone a sus dos hijos menores de 4 años para enrolarse en las SS, que jamás pregunte por ellos y que se sienta plena colaborando activamente como guardiana en campos de concentración donde despoja a otras madres de sus hijos, que pasados los días de su gloria, los de los arrepentimientos y los de las negaciones, siga venerando reliquias nazis y añorando su puesto de trabajo, y que todavía más tarde persista en el desamor, supera todas las expectativas que puede suscitar el modelo de la mala madre.

Por esta razón, sobre todo, resulta tan impactante el testimonio de la hija de una guardiacárcel que sirvió para la causa de Hitler, una crónica de la maldad sin resquicio. Déjame ir, madre ha sido traducido a varios idiomas y sigue editándose desde que apareció. La autora ya había tenido un reencuentro fallido 30 años después de la partida. La señora de unos sesenta años no repara en el nieto que le presentan y rememora anécdotas de sus días felices mientras justifica su elección como un canto a la libertad. En su mayor acto de ternura llama a su hija y le pide que junte las manos: le regala una cantidad inabordable de alhajas de oro, cadenitas, pulseras y anillos que claramente pertenecieron a sus antiguas víctimas. El libro comienza cuando han pasado otros 30 años. La hija recibe una carta desde el geriátrico en Viena, donde su madre ha cumplido los 90 años. Una vieja amiga considera que, a pesar de todo, tal vez madre e hija merezcan encontrarse una última vez. La narradora cuenta sus dudas, sus sensaciones antes de encontrarse con esta anciana apenas vencida por la demencia, la actitud de las enfermeras y la condena que recibe de cuanta persona la reconoce como la hija de la nazi.

¿Habría de cambiar una vocación como la del exterminio por el hecho de ser madre? ¿Por qué, a pesar de todo, la hija de un monstruo necesita retornar a la matriz que contradiga una historia sellada? Déjame ir, madre supera toda imaginación maldita y deja estas y otras preguntas repitiéndose en el aire.

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