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Lunes, 8 de junio de 2015

TENIS › EL SUIZO SE CONSAGRó EN ROLAND GARROS FRENTE AL SERBIO NOVAK DJOKOVIC

Wawrinka le atragantó el grito a Nole

Con un juego de altísimo nivel y por momentos aplastante, el ahora número cuatro del mundo sorprendió al líder del ranking para vencerlo 4-6, 6-4, 6-3, 6-4 en tres horas y 12 minutos. “Nunca esperaba llegar tan lejos en mi carrera”, dijo el ganador.

 Por Ignacio Encabo

Desde París

Con un tenis de otro mundo, el suizo Stanislas Wawrinka le cerró ayer al serbio Novak Djokovic las puertas del cielo al apabullarlo en la final del Abierto de Francia y lograr de paso su segundo título de Grand Slam. Wawrinka, que ascenderá hoy del noveno al cuarto lugar del ranking, frustró el sueño de Djokovic de completar el Grand Slam en una final emocionante, y que terminó con un 4-6, 6-4, 6-3, 6-4 después de tres horas y 12 minutos de espectáculo sobre el polvo parisiense. El suizo consiguió el segundo grande de su carrera tras el Abierto de Australia 2014, donde superó al español Rafael Nadal. Dos títulos de dos finales –ambas ante el número uno del momento–, el currículum de Wawrinka en los partidos de- cisivos de los Grand Slam está inmaculado.

El tenis que desplegó ayer en el estadio Philippe Chatrier fue casi igual de impecable. “Estoy sorprendido de mi tenis, jugué increíble”, dijo Wawrinka, de 30 años y campeón este año en Chennai y Rotterdam antes de ganar en París. El de ayer fue su décimo título, el quinto sobre arcilla. “Nunca esperaba llegar tan alto en mi carrera, ser tan fuerte”, añadió el trigésimo tenista en ganar al menos dos grandes en la era abierta. Agresivo, por momentos violento, certero y dominador, Wawrinka aplastó en varias fases del encuentro a Djokovic. El serbio, impotente, vio cómo se esfumaba su gran objetivo de la temporada. Ganar Roland Garros es casi una obsesión –y una maldición– para el número uno: perdió ayer su tercera final y dijo adiós a la posibilidad de convertirse en el octavo hombre de la historia en completar el Grand Slam. Tendrá que esperar.

Pero era 2015 el año señalado. Porque era el gran favorito, porque llegaba en su mejor forma, porque había ganado sus últimos 28 partidos y porque en cuartos había derrotado al español Rafael Nadal, nueve veces campeón y el hombre que lo había vencido seis veces en París.

“Por supuesto que estaba más nervioso que en ningún otro partido. Es la final de Roland Garros. Los dos sabíamos la importancia del partido”, dijo el serbio, que estuvo a punto de largarse a llorar en la ceremonia de entrega de premios. “Hay algo que es seguro, había dos jugadores que querían ganar el trofeo, no sólo yo. La gente quería crear una historia de que yo era el único que quería ganar el trofeo”, dijo. “Parece como si nadie quisiera ganar el título más que yo. Eso es completamente falso. Todos lo queremos ganar.”

Wawrinka, hasta ayer, sólo había ganado una vez al número uno del momento. Fue en la final de Australia 2014 ante Nadal. Ayer fue en otra final, otro escenario grande donde se encumbró a base de atormentar y desquiciar a un Djokovic que llegaba a pleno: 28 victorias seguidas y cinco títulos en el bolsillo en 2015. El primer juego, con 30-40 para Djokovic, Wawrinka ganó un punto tras un intercambio de 29 golpes. Empezaba con fuerza la final, un choque entre dos tenistas que se llevaron al límite en sus últimos cuatro duelos en Grand Slam, todos decididos en el quinto set. Djokovic se apuntó desde el minuto al juego de Wawrinka: plano, potente, sin concesiones al rival. Ambos se colocaron lejos de la línea de fondo, y desde ahí intercambiaban pelotas que parecían balas por la velocidad a la que cruzaban la red. Wawrinka dudó en el séptimo juego –no metió ni un primer saque– y la consecuencia fue un break, suficiente para que Djokovic se anotara minutos más tarde el primer set. Lo hizo justo después de que Wawrinka salvara dos set points, el primero con un passing de derecha a la línea y otro con un fuerte revés que el serbio no pudo devolver pegado a la red.

El suizo arrancó con dudas el segundo parcial, y ya en el primer juego tuvo que salvar una pelota de break. Mantuvieron su saque hasta que Wawrinka, con 5-4, quebró a Djokovic por primera vez haciendo gala de su revés a una mano, y de su derecha plana y violenta. Djokovic no aceptó bien la situación y estrelló su raqueta contra el suelo. No la rompió y quizá por ello la volvió a lanzar con furia. Esta vez sí acertó. La rompió y a punto estuvo de golpear al chico alcanzapelotas que le sostenía la toalla justo en ese momento. La presión de los Fred Perry, Don Bugde o Roy Emerson, algunos de los siete tenistas que lograron ganar los cuatro grandes en su carrera, pesaba en sus hombros.

Era el mejor momento de Wawrinka, que dispuso incluso de tres pelotas de break en el segundo juego del tercer set. Las salvó todas un Djokovic agresivo, subiendo a la red. En el juego del “palo-palo” no se encontraba el serbio, que promediando el tercer set era doblegado en tiros ganadores por su rival (18 a 36). La estadística final reflejó un 60-30 para el suizo. Con 3-2 arriba y saque para Djokovic se desató Wawrinka: cuatro winners, tres de ellos a la línea, para romper en blanco a su rival. El número uno no podía creerlo y con los brazos en jarra se preguntaba cómo era posible que su tenis, tan certero durante los últimos meses, estuviera siendo atropellado.

El “show” de Wawrinka no había hecho más que comenzar, parecía decir el propio tenista suizo con un revés paralelo que no pasó la red por encima –sino por el costado– para ponerse 5-2 y 30-0. No quebró, pero el juego siguiente se lo llevó en cero. Contra las cuerdas –tenía que ganar los dos siguientes sets ante un Wawrinka que no cedía nada–, Djokovic despertó en el cuarto parcial y llegó al primer descanso 3-0 adelante.

El partido entró entonces en una montaña rusa de emociones. Wawrinka le recuperó el break para colocarse 3-3 y 40-15. Dos pelotas de quiebre que salvó Djokovic. Al juego siguiente fue el suizo el que levantó un 0-40 para empatar en 4. Con un revés cruzado ganador que dejó a Djokovic destartalado por el suelo, Wawrinka se procuró entonces una nueva pelota de break, casi un match point por el momento del partido. Djokovic la salvó, pero concedió otra y Wawrinka lo cerró con un tremendo revés paralelo. A las tres horas y cuatro minutos llegó el primer match point. No lo aprovechó Wawrinka, pero el segundo sí. Un revés paralelo marca suya y la Copa de los Mosqueteros ya era de él.

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Imagen: AFP
 
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