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Jueves, 3 de febrero de 2005

A 60 AÑOS DEL NACIMIENTO DE BOB MARLEY

Entre casa y babylon

Y de pronto a Rita se le ocurrió que el líder espiritual del reggae debía descansar en Etiopía. Justo días antes de llegar a sus hipotéticas seis décadas, fecha que por primera vez se celebrará fuera de Jamaica. En Córdoba, las bandas presentes en el festival Oye Reggae resaltaron la vigencia del género y el legado de su gurú. Más allá de la lluvia, claro.

 Por Mariano Blejman

Desde Capilla del Monte

M.M. le pidió al pibe de los tatuajes que le dibuje un mundito en su pierna, con dos personas, una en cada lado. Ambas personas debían estar conectada con una cosita “como un cablecito”, explicó. De un lado, una persona escuchaba música y, del otro, otra persona debía tener cabeza de minicomponente “que recibía los sonidos del mundo”. Esa fue, palabras más, la descripción que le dio M.M. al tatuador, que inmortalizó su pierna izquierda con tamaña ocurrencia. Fue, confesó, una idea-mota grossa. El pibe rubio y de pelo corto describe su tatoo llegando al inmenso predio, en un corner semiacuático del dique El Cajón, en Capilla del Monte, donde se fueron acercando desde el mediodía fieles exponentes de la comunidad reggae argentina, a 10 kilómetros del casco urbano, a unos 150 kilómetros al norte de la capital cordobesa.

Un festival de reggae (el cuarto, el más mojado) en el medio de las sierras, con vista al famoso cerro Uritorco y macoña ignífuga omnipresente, fueron el marco para recordar que el espíritu de Bob Marley sigue siendo cada vez más influyente, con el paso del tiempo, a 60 años de su nacimiento. La crema del hard-reggae, ska-reggae, hip & hop-reggae, root-reggae, funk-reggae, cumbia-reggae argentino (también uruguayo, ecuatoriano y chileno) lo tiene en un altar de barro, con el respeto que se merece, pero intentando que no deje de ser un hombre. Así, los sanjuaninos de Mama Perfecta, los puntanos de Kameleba, la comunidad Shambala, Será que Da, Satélite Kingston, los de Verde, los uruguayos de Chole y Brown, Butumbaba, Alika y la Nueva Alianza, Pablito Molina y los reggae rockers y los mendocinos de Karamelo Santo, acaso la banda más esperada, entre otros, recordaron el espíritu de amor y resistencia rastafari en la Argentina. No deja de ser un dato que Bob Marley fue el único que disfrutó de sus covers durante el festival.

“Ehhhhh’stuve viendo unos ovnis buenísimos”, comenta otro de los asistentes al IV Oye Reggae (todos juntos en Capilla), donde el tiempo suena a importado del Caribe –alguien tirado en el pastito pregunta si han bajado el clima de una página web jamaiquina–. Pero es por ahora. El sábado 29 de enero, el predio en las sierras está separado por un alambrado vacuno (no hay rastros del chupacabras), y se permite el ingreso con carpas, pero no con elementos cortantes. Raro. Igual, las carpas van a durar hasta la medianoche. Los sanjuaninos de Mama Perfecta abren el festival con una rabia furibunda contra la siesta, el espíritu burgués de su ciudad y manda su estribillo: “No dejes que el rebaño se apodere de tu gente”. Marcos Ordán, cantante de Mama Perfecta, cuenta al No que San Juan está aislado: “Ya no queda ni Musimundo. Recibimos los discos como en los ‘70, cuando un amigo viaja y trae algo de afuera, o bajamos algunas cosas de Internet”. Ordán dice que piensa en Marley cuando compone, aun cuando sean temas de heavy metal. Que San Juan y Jamaica se parecen en el sol y la pobreza (falta el mar y los negros, pero es un mero detalle), que es un basurero al que “igual queremos un montón”.

Pablo Molina (ex Todos Tus Muertos) tiene un puesto de libros de yoga donde aparece el Bhagavad Gita y otros escritos sobre la reencarnación. “Cambié el porro por el yoga”, cuenta Pablo, que vivió de secas durante 21 años. Pero no es una decisión mística: le estaba doliendo mucho la cabeza, dice. “Marley es mi referente artístico desde que era punk. Escuchaba Sex Pistols, The Clash, Ramones y Bob Marley.” Fue tres veces a Jamaica, se hizo miembro de una comunidad rastafari, la cual dejó cuando intentaron alejarlo de la música por cuestiones religiosas. “Yo sigo mi camino”, cita y pide la lapicera para firmar un disco que acaba de vender.

En la pista de reggae –¿o habría que decir en la pista de aterrizaje de ovnis que ahora se está usando para zarandear kilos y kilos de dreadlocks?– tres alemanas se mueven decididamente, compartiendo unos demoledores tetra-briks cortados por la mitad. Y fuman unos cigarros verdes y finitos sin nicotina a cambio de un poco de vino. En eso andatambién Darío Alturria, la voz de Kameleba de Villa Mercedes (erróneamente presentados como de San Juan, por un payaso que pidió un brindis por “las tucas, las piedras y la macoña”), pensando en la puerta que Marley le abrió al mundo nuevo. “La gente entiende la vibra, el mensaje universal, no tan circense en cuanto al rastafarismo sino en la lucha en armonía combativa. La mística.” Alturria dice que ser independiente en San Luis, donde los Rodríguez Saá han copado todo, se ha convertido en un verdadero ejercicio de resistencia contra la opresión blanca. “El Adolfo se está comprando los artistas, también en el cine”, cuenta. “Pero Marley es nuestra musa.”

En lo regional, otra musa de Kameleba –dicen– es Karamelo Santo. “Gracias a ellos estamos orgullosos de ser cuyanos, de mostrar nuestras tonadas, nuestra Calle Angosta, al resto del país.” El combo de Karamelo Santo llegó recién el domingo en su casa rodante flower power, directo a probar sonido. Cerraron la noche a pesar del torrente del día anterior y del domingo. El Goy recuerda cuando hace 13 años tocaba I Shot the Sheriff en Oxido, un boliche de Mendoza con un sótano de ladrillo vistoso (¿qué hubiese sucedido si allí se desataba un incendio?) y sus dreadlocks eran un proyecto de vida. Cada tanto, Karamelo sigue haciendo temas de Marley, junto a sus poderosas reggae-cumbias.

Otro del Oeste (más cercano a la General Paz) es Juan Gracia (así, su nombre artístico) de Shambala, esa banda-comunidad de Morón que viene cultivando buenos shows (lo de cultivar viene al caso) y desprendimientos musicales que se convierten en autónomos, como sucedió con Será que Da. “El reggae es una conexión con la música latina. La música negra es una conexión con los oprimidos. La opresión es la negación de los principios espirituales, es la explotación de recursos naturales, incluida la gente. Y Marley es una estrella en el cielo”, cuenta Juan, quien fue a ver a The Wailers en Hangar y asegura que Bob fue uno más sobre el escenario. “Fue la confirmación de ciertas cosas. La imagen de Marley que llega al país es filtrada por la industria. Pero el bajista Aston Barret es un testimonio de vida”, cuenta Juan. El rastafarismo en América latina, para Juan, es la manifestación del espíritu donde cada uno “ve la luz”.

Y con Satélite Kingston en el escenario, alguien señala el cielo (tal vez piensa que es la estrella de Marley) y dice: “Uhhh, mirá, le están sacando fotitos a Bob”. Pero no es Bob sino el Doctor Trueno que avizora una lluvia relámpago. Hasta entonces, el clima perfecto deja bailar –había permitido compartir zambullidas rastafaris en el dique El Cajón– y hacía imaginar música hasta el amanecer, pero las nubes se acercaron. Entonces el clima fue ferpecto y todo se hizo agua –principalmente la organización del Oye Producciones, que no pensó que podía llover–. Entonces viene el desmadre, los pibes corren a levantar lo que queda de sus carpas, músicos y periodistas lidian con la burocracia de los choferes alquilados al gobierno de Córdoba –que no permiten que nadie viaje parado–. Un auto casi se desbarranca, unas 2 mil personas caminan bajo la lluvia diez kilómetros. ¿Nadie supuso que algo así podría pasar? ¿Nadie previó una salida de emergencia hacia la ciudad? ¿O esperaban volver en platos voladores? Bueno, la gente dio su veredicto y escapó al otro día, dejando al festival diezmado de público.

El domingo, en el camping municipal de Capilla hay olor a desolación. Pero Marley sigue abriéndose lugar, entre carpas mojadas. El percusionista Horacio Armoza de Spiritual Reggae cuenta, más allá, que estuvo en Jamaica con Rita Marley, quien le dio un abrazo y le dijo que era la mejor banda “root” de la Argentina. “Marley fue un profeta. El empezó todo”, sentencia Aroza. “Abrió el camino en el ghetto, desafió los toques de queda, se animó a salir en Jamaica.” Armoza viajó a esa islita –cuya primera gobernación colonial fue de un pirata británico, asesorado por Adam Smith, algo así como el padre del capitalismo– para mostrar su primer disco de “backing band” (una banda donde cambian sólo los cantantes). Ahí cantaron Mimi Maura, Fidel Nadal, Pablo Molina y Hugo Lobo. A pesar del frío, el IVOye Reggae mostró al Cabra de Las Manos de Filippi, y un furibundo paso de Alicia Dal Monte del trip hop de Actitud María Marta al reggae de Alika y la Nueva Alianza, aunque horas antes ella andaba recorriendo el camping en busca de un tecladista. Así es el reggae: del estrellato festivalero a la carpa (o dormis municipales) sin escalas. “Bob Marley es uno de nuestra familia, aunque muy conocido en todo el mundo”, cuenta Alika. “Y nosotros respiramos rastafarismo.” Reggalize it!

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