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Jueves, 29 de mayo de 2008

LA RECUPERACION MUNDIAL DE LOS VINILOS, ¿FETICHE O TENDENCIA?

Meter púa

Esto no es vintage, es real: el disco de vinilo (por si alguien no sabe, es esa cosa redonda, finita, de color negro, que emite sonido si una púa recorre sus surcos) recupera terreno: Estados Unidos, Europa y Japón incrementaron sus ventas. Este nuevo gurú de la mercancía “reloaded” busca dejar ese lugar que lo tenía condenado vivir en ferias de pulgas.

 Por Federico Lisica

El video del tema se llama Bastards of Young y pertenece a The Replacements. Es tan hermoso como anacrónico. Ya lo era cuando se emitió por primera vez, hacia mediados de los ‘80. La imagen fija sobre un parlante, zoom out y un tocadiscos girando, después el brazo de alguien que fuma y escucha el tema atentamente, incluso el fritado y la púa levantarse del LP. No hay nada más. Hoy el video sólo puede verse por YouTube. Una parábola de la mezcolanza actual (y decisiva) para la industria que le da luz al rito de escuchar música. Es así. Al LP le decretaron la muerte hace más dos décadas, pero una tendencia en Europa y Estados Unidos demuestra lo contrario: a medida que derrapa en las tiendas la compra de CDs, la de los LPs va en aumento. Aparece un nuevo sector ávido de “dos piezas de plástico negro con un agujero en el medio” (como describió Elvis Costello a los discos en plan de lanzamiento de Momofuku), mientras Radiohead y Trent Reznor repiensan el download, Neil Young, Lou Reed y Bob Dylan piden la hoguera para el CD por su calidad sonora. Las púas, felices.

Unidos triunfaremos

El caso de Momofuku es paradigmático. La placa fue concebida y grabada a la vieja usanza. “Tal vez prefieras portarlo, menos ‘scratcheable’, ediciones que prontamente estarán a la venta para tu comodidad, pero así es como debería sonar: con una púa sobre un surco, la forma en la que el ser superior lo supuso”, señala en su web. La idea original de Costello era la de editarlo sólo en ese formato y con la opción de descarga en MP3, sin rastro a la vista del CD. En sí lo que hizo Costello, antes Björk con Volta y Portishead con Third (y en los ‘90, sin tanto ruido, Pearl Jam o Radiohead), fue darle status mainstream a una fórmula que discográficas como Merge (la iniciadora de la idea), Sub Pop o Touch and Go vienen implementando desde hace algunas temporadas. Se trata de conceder con la compra del vinilo un cupón con un código intransferible para tenerlo en MP3. Bajo este combo, es el CD el que tiene más chances de desaparecer.

Mientras embolsan a coleccionistas y fans acérrimos, logran –en cierta forma– revitalizar al sector. Es más: Sub Pop –el sello de Seattle que dio vida al grunge– publica un 80 por ciento de su producción en LPs. Chris Jacobs, uno de sus dueños, reconoce que puede haber algo de capricho en la movida, pero que así concilian su pasión melómana por el plástico con la realidad del siglo XXI. “La iniciativa egoísta obtuvo, con todo, una respuesta entusiasta de nuestros clientes”, dijo en una reciente entrevista.

¿Añoranza por una ceremonia de varios pasos que parecía en desuso? Puede ser. ¿Oteando un nicho adhiriendo a la teoría del “long tail”? No hay dudas. Juntos hacen girar nuevamente a los LPs. En Inglaterra, lo que parecía condenado a ferias de pulgas vuelve a ser y a estar presente en tiendas gigantescas como HMV. Y no se trata de DJs o raperos de la vieja escuela, el indie rock suma (2 de cada 3 compradores de singles de los Arctic Monkeys optaron por el plástico en 2007). Justamente Alex Turner y los suyos, señalados en sus inicios como una banda MySpace, vuelven explícito el crossover de lo digital a lo analógico (y viceversa). El perfil marca que estos compradores son usuarios de programas de descarga de música, lo que no impide que quieran tener una copia más allá del CD. Algo así como el fetiche de la mercancía reloaded.

Otro caso particular es el de los White Stripes. Icky Thump fue uno de los LPs más vendidos en la isla. No suena raro cuando su creador es un tradicionalista –moderno– que recalca el valor de lo tangible en la música. Recordar si no cuando Jack White blandió que para la grabación de Elephant se habían utilizado formatos analógicos, y se encargó de enviar a la prensa (anglosajona) vinilos en vez de CDs de promoción. En esta línea, y en un arranque a la Almost Famous, los números marcan que los nuevos consumidores de rock privilegian discos de los ‘70. Otro dato más: Amazon creó en octubre pasado una tienda dedicada a LPs con 220 mil títulos. ¿El más pedido? Abbey Road.

La industria parece percibir lo rentable que es publicar vinilos, particularmente ediciones limitadas y coleccionables. Más caras (a no olvidar que el acetato y el vinilo son plásticos provenientes del petróleo), pero con un sector ansioso por tener su colección, tocarla, olerla y hasta emocionarse. “No me digas que están reeditando Pet Sounds porque me pongo a llorar”, asegura Nico, cantante de los Villanos y coleccionista (“en mi casa hay más discos que platos y comida”, arriesga), sorprendido por el fenómeno.

Enrique Bunbury, quien a principios de octubre editará Hellville de Luxe en doble vinilo, CD y versión digital, es uno de los músicos españoles que más apoya esta lógica, y su pensamiento comulga con el de varios (la industria sumergida no es sólo la ibérica): “No tengo afecto al CD, yo creo que habría que volver al vinilo para acabar con la piratería. Encima se escucha mejor”. Lo exagerado de la sentencia no le quita la razón en un aspecto: el plástico es más difícil de copiar. Luis Herman, hombre que comenzó “cortando acetatos” y ahora se mantiene a cargo del archivo de estudio de Sony/BMG, lo rectifica; pero confiesa que cuando se masificó la producción de CDs, ésa era la solución para el pirateado. “Los CDs se iban a hacer en tres fábricas: una en Japón, otra en Canadá y la última en Alemania. Eran instalaciones como la NASA. Pero el tiempo cambió las cosas.”

Nico de Villanos, un cultor del vinilo en Argentina.

Surcando finito

“Romántico no quiere decir conservador”, aduce Darío Raris. Junto a su hermano Leandro, regentea una tienda de discos en una galería sobre la avenida Corrientes (www.cactusdiscos.com.ar). Para él, las razones del resurgir vinílico son varias: “Muchos abandonaron los LPs cuando apareció el CD, pero después volvieron al vinilo porque no fue cierto como se decía que todo iba a estar reeditado. En cuanto a la música que no es rock, esto es más notable aún. También se lo prefiere por el arte de tapa, los sobres internos; el ritual sensual de sacar un disco de su sobre, ponerlo en la bandeja y escucharlo; o simplemente porque están convencidos de que suena mejor. Como dice un personaje de una película de Woody Allen: ‘La digitalización esteriliza el sonido’”.

El DJ Miguel Silver agrega: “Por más que muchos especialistas digan lo contrario, en la pista se percibe que el vinilo es más cálido, más grave, tiene otra textura”. Para los profesionales en este campo suele preferirse además por una razón física: “Está presente la manipulación del formato, el tocarlo, girarlo y demás; hay que estar bien entrenado para poder hacer un buen trabajo con las bandejas, aunque con los CDs se puede hacer algo excelente”. Marcelo Gabriele, diseñador a cargo Zona de Obras (www.zonadeobras.com), una factoría con experiencia en el terreno del arte de tapas, responde sobre la porción que le compete al diseño en este renacer: “Se trata de salir del concepto preciosista y de miniatura que tiene el diseño de CDs y enfrentarse a una superficie casi afiche de alto impacto visual y, por qué no, también un tanto más torpe y simple”.

Para Nico de los Villanos, esa cosa cuadrada, grande y dibujada, sigue siendo algo crucial: “El primero que tuve fue un 14 Hot Hits, seguí con Dinasty de Kiss, que venía con unos posters increíbles. El arte de tapa; el speech en la cubierta y adentro; o el antispeech en las ediciones locales. Que en un disco de los Rolling Stones te aparezca un texto de Andrew Oldham. Todo te predispone a investigar. Por ejemplo, saber que el tema más importante era el primero del lado B. Eso con el CD ya fue. Y el sonido: en las buenas ediciones internacionales oís los agudos brillantes, los bajos definidos. Aunque hay algunos locales que deberían llevar el sello Made in La Salada”.

Acaso por las complicaciones técnicas y los partos profesionales a la hora de fabricarlos, Luis Herman no los añora en absoluto: “‘Disco de vinilo’ me parece un neologismo eufemístico para darle un toque cool a lo que toda la vida fue un long-play, más correcto sería decir disco de policloruro de vinilo. Y yo no me puedo abstraer del ruido de fondo, en algunos casos esa fritura hoy tan querida era la de un buey adentro de una olla. Y cada tanto te llegan masters con fritura sintetizada en plan homenaje. Si tuviéramos el oído perfecto, deberíamos oír el feteado del CD, pero no es así. Influyen otras cosas: la púa cayendo, el ramble de la bandeja que da un fondito agradable”.

Incluso para el dueño de la tienda Cactus se deberían invertir miles de dólares en equipos, probar lo mejor del sonido digital y lo mejor del analógico, y recién ahí se obtendría un juicio más o menos certero, bastante inútil cuando lo emocional pesa. En algo coinciden: un florecer de este tipo en la Argentina es imposible. No existe la infraestructura, y si quedara alguna maquinaria tosiendo polvo, se necesitan técnicos e insumos. Por lo que para fabricar un vinilo hay que irse hasta Brasil, México (allí hicieron un compilado de rarezas de Gustavo Cerati) o España.

Así fue como Mustafa Yoda confeccionó su EP El elemental, publicitado como el primer vinilo de hip hop argentino. Pero hay otra razón: “Si te sentás en la puerta de una disquería de vinilo durante un par de semanas vas a ver que las caras se repiten. Es un número que no alcanza para hacer ediciones. Sí podría ser que Bersuit, Calamaro, qué sé yo, haga una pequeña tirada, impresa en el exterior y la venda. Pero sería algo marginal. Y si no es negocio, ¿quién lo va a hacer?”, explica Raris.

Todo queda en la experiencia, una forma distinta de consumo y escucha. Para Gabriele, “el vinilo te posiciona en un tiempo y un lugar físico determinado. Si tuviera que elegir uno debería ir a casa, relajarme, desparramarlos todos en el piso y volver a elegir entre músicas, fotos e ilustraciones”. El cantante de los Villanos dejaría de lado el relajo y optaría por un ataque comando para conseguir el difícil. Casi con tanto ahínco como el pibe del video de The Replacements que al final del tema, porque sí, nunca se sabrá la razón, patea el parlante, aún con la púa girando.

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Estas imágenes pertenecen a los sitios sleeveface.com y www.flickr.com/groups/sleeveface, sitios que “estimulan” la práctica del sleeveface: o sea, imaginar el contexto de una tapa de vinilo.
 
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