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Jueves, 6 de mayo de 2010

A BORDO DE EL BORDO

Rock, línea fundadora

No tocan con sponsors ni para el gobierno de Macri, pero sí a favor de movimientos obreros y por causas sociales. Siguiendo el camino político de La Renga, El Bordo redobla la apuesta musical: la semana que viene sale a la calle Historias perdidas. Es una especie de ópera rock que cuenta a través de diferentes canciones una historia real y sorprendente: una pareja detenida durante la última dictadura militar, que pierde contacto durante años y se reencuentra azarosamente un tiempo después.

 Por Daniel Jimenez

Todos los miembros de El Bordo –el cantante Ale Kurz y su hermano guitarrista Diego, el bajista Pablo Spivak, el baterista Miguel Soifer y el armoniquista Leandro Kohon– están relajados. Se encuentran deambulando en su sala de ensayo en medio de la sesión de fotos con el NO y el panorama, recién iniciado el mes de mayo, es alentador: en una semana se edita el ambicioso Historias perdidas, su cuarto disco, tienen una agenda importante de shows de aquí en adelante y ya llevan doce años como banda sin que el filoso paso del tiempo haya desgastado una relación que mantienen desde la escuela secundaria. Aquellos ámbitos de discusión en donde no solamente se remitía a lucubraciones fumadas sobre el sonido del bajo en un disco de los Who sino también por saber hacia dónde iba el mundo y tratar de entenderlo para la acción: meter las narices siendo pendejos en la reivindicación de causas sociales y políticas a través del compromiso artístico.

Saber decir que sí y saber decir que no. Sí a la lucha de los obreros de la ex Terrabusi; no a los eventos musicales y ciclos pro del macrismo. Ya desde aquel Obras, al que arribaron hace cuatro años sin publicidad ni compañías comerciales, dejaban bien en claro su forma de pensar en su sitio oficial: “El arte no debe ser contaminado por intereses económicos”. Recién pisando los veinte años de edad ya se manifestaban “en contra de la esponsorización del rock”, en línea con el pensamiento y la forma de trabajo de sus pares de La Renga. Así les dijeron “no” a los varios intentos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por tenerlos como artistas invitados en sus espectáculos de música (la última gran negativa fue a la serie de promocionados conciertos de comienzos de este año en el Parque Roca, y hasta el momento nunca aceptaron una invitación). Y le dijeron “sí” a la sofisticada Ciudad Konex y al acto en reclamo de justicia por Rubén Carballo, el pibe muerto por la policía a la salida del show de Viejas Locas en Vélez. Y, aunque en nuestro rock vernáculo de todos los días la rebeldía es tan habitual como un oasis en el Sahara, el nombre de El Bordo nunca apareció en la grilla de ningún festival Pepsi Music o Quilmes Rock. Eso es decir que no.

“Nosotros somos responsables de nuestra propia historia. Elegimos cómo y dónde nos sentimos más cómodos, pero las decisiones siempre fueron nuestras. Lo charlamos entre todos: dónde tocar, dónde no, y para nosotros es normal”, reconoce Miguel. “Me cuesta abstraerme y verlo de afuera, pero sí puedo decirte que me gusta cómo nos venimos manejando hasta acá. Que nuestras canciones suenen en la radio fue una consecuencia de todo un laburo y no una intención primaria, y que hoy nos pasé eso como señal de crecimiento está buenísimo.”

Doce años después de su nacimiento, y sin hacer muchas concesiones en el camino, El Bordo parió su mejor y más complejo álbum: once canciones intensas que terminan dando forma a una ópera rock urbana y callejera que gira sobre una historia sorprendente y demasiado real, anclada en los años duros de la Argentina. Todas las canciones del disco rondan alrededor de una misma historia: una pareja detenida durante la última dictadura militar. Los torturan, los liberan y el temor y el miedo a morir hacen que pierdan todo contacto entre sí, ignorando cada uno el destino del otro. El viajó a Estados Unidos y ella se quedó en Córdoba. Veinte años después, en medio de una charla en la provincia (donde él llegó como fotógrafo, su actual profesión), se reencontraron.

En Historias perdidas, Ale Kurz escribe desde el punto de vista de los dos personajes y ocupa un tercer rol de narrador ocasional, para contar la historia desde la incertidumbre inicial (Buscando) hasta el épico desenlace final de Sueños de libertad, una mini suite de tono subversivo y atmósfera revolucionaria que cierra su trabajo más pretencioso.

–En Historias perdidas utilizan muchos más recursos que en los tres discos anteriores: la voz llega a otros planos, la composición es más compleja, se usan varios puntos de vista y existe un concepto general que envuelve el disco. ¿Era el punto adonde querían llegar?

Miguel: –Coincido en esa mirada, sí, puede ser más pretencioso, pero no fue algo que hayamos pensado previamente.

Leo: –Se trata de querer mejorar, querer crecer en un punto. Al menos tratamos de hacer algo diferente o meternos donde no nos hayamos metido antes.

Pablo: –La consigna fue “dejarse llevar por las canciones y no tener prejuicios”. En los discos anteriores quizá la pretensión pasaba por hacer un tema que vaya por tal ritmo mezclado con rock. Ahora dejamos que las canciones vayan solas y no nos atamos mucho a los arreglos, porque nos dimos cuenta de que la canción puede pegar un giro y explotar para donde no te habías imaginado. Artísticamente tal vez sí, es más pretencioso, pero la idea previa fue de lo más despojada.

Ale: –Lo que pasa es que Yacanto estaba pensado como un disco para tocar en vivo. En este caso si la canción pedía algo especial, íbamos a ponérselo si lo requería, y en vivo veremos cómo vamos a tratar los temas.

Miguel: –Yacanto fue un disco rápido y éste es más acorde a cómo fue concebido; tuvo más tiempo de desarrollo, probamos más cosas, hicimos más canciones. Al tener toda esa gama de posibilidades, el resultado te tiene que llevar necesariamente a tener más recursos, más variedad.

–El concepto sobre el cual gira el disco posee el espíritu de las viejas óperas rock. ¿Cuál fue el camino para llegar hasta ahí?

Ale: –Lo que era atractivo de esta historia que nos contaron, y que queríamos contar y que inspiró todo, era que nos parecía una muy buena idea que hoy El Bordo no te hable de El Bordo sino que te cuente una historia. Que la voz y el rol en las canciones pasen por varios lugares y no sólo por una primera persona, y eso, a lo que veníamos haciendo, es un gran salto y está bueno.

Miguel: –Pudimos dedicar el tiempo que tuviéramos ganas para probar cualquier tipo de orden en la lista, porque la sucesión de las canciones para llevar un hilo de la historia no era menor. Escuchamos todos los finales y los comienzos de los temas para que la historia estuviera encajada de la mejor manera en el disco, que tuviera coherencia. Y lo pudimos hacer relajados y sin apuro, aunque cambiamos mil veces el orden.

–¿La historia aparece justo con el comienzo del proceso del disco?

Ale: –La idea apareció con la canción Sueños de libertad, que es uno de los primeros temas que hicimos para el disco. Después las canciones fueron saliendo, aunque hicimos un proceso de selección con las que más nos cerraban para contar esta historia. Buscamos ciertos climas para enunciar ciertas cosas dentro de la historia. Los pasajes más tranquilos tienen que ver con lo que le pasa a ella, y los más rabiosos tienen que ver con lo que le pasa a él. Jugamos a contar una historia y eso nos permitió ponernos en lugares que son nuevos para nosotros.

–¿Qué les disparó la historia de este hombre y esta mujer?

Ale: –A nosotros nos impresionó la historia, que es uno de esos casos en que la realidad supera a la ficción; es una película. Y eso me sedujo al punto de escribir Sueños de libertad. Cuando me contaron la historia, me parecía que era para contarla en una canción, pero no me entraba en una canción de tres minutos, por eso el tema pasa por varios climas, tensiones y un desenlace intenso. Quería cantarlo desde lugares diferentes y por momentos la que cuenta es ella, por momentos él y en otro, un narrador. Y poner eso en voces hizo que el disco tuviera otro peso y se me hizo mucho más seductor a la hora de cantar.

–Es la primera vez que trabajan con un productor que se involucra tanto artísticamente en un disco de El Bordo. ¿Cómo fue hacerlo con Alvaro Villagra?

Miguel: –Y... Alvaro nos hizo tocar de otra manera. Tiene una gran experiencia en el estudio y grabó con artistas muy grossos. A mí, puntualmente, desde mi instrumento que es la batería, me hizo dar cuenta de que en el estudio garpaba más tocar a más bajo volumen sin así ser menos poderoso. Aprendés esas cosas, por ejemplo.

Ale: –Tiene mucha experiencia y sabe qué funciona y qué no. Y es muy divertido trabajar con él porque es muy ácido y muy irónico, y te cuenta todo el tiempo de gente que grabó ahí y no lo podés creer. Para nosotros fue un sueño grabar en El Abasto.

Diego: –Alvaro además nos ayudó a resaltar las ideas más fuertes o darle más peso a lo que él consideraba más sólido.

Pablo: –Era el momento en que teníamos la seguridad de hacerlo. En los otros discos no optamos por alguien así porque necesitábamos tal vez desarrollar la idea nosotros mismos; pero hoy, en el punto en que se encuentra la banda, decidimos que estábamos fuertes para que viniera alguien de afuera y patee el tablero.

Diego: –El Bordo sigue siendo El Bordo en cada momento. Hoy la fotografía de la banda es este disco.

Ale: –En cada disco siempre hubo una búsqueda y el fan de El Bordo está acostumbrado a que cambiemos.

–¿Qué cosas se filtran hoy en la lírica de El Bordo?

Ale: –Todo se filtra: lo que ves, lo que te pasa, los gustos musicales, que van cambiando con el tiempo, y las nuevas cosas que vas escuchando. Yo al menos trato de ir siempre a la raíz. Cuando escuchás algo que te gusta, vas a ir a ver qué le gustaba a ése, y después vas a ver qué le gustaba al que escuchaba a ése, y así. Si escuchás a los Stones vas a llegar a Robert Johnson, y vas a terminar en la raíz. La música que nos gusta a nosotros es la que tiene raíz. La banda es una manifestación de nuestras vidas y nuestra vida es mucho de eso: ser una especie de viajero en busca de las músicas que te gustan. Recuerdo estar grabando el disco y cuando algo no funcionaba, me iba a escuchar a los que saben, a ver si me decían algo. Los que lo hicieron primero y lo hicieron bien. En mitad de la grabación me pasó de ver algo que no cerraba y ponerme a escuchar vinilos de Robert Johnson para tratar de encontrar eso que no sabía y necesitaba saber. Todavía lo sigo buscando...

–¿Qué creés que puede generar el disco en los fans de la banda?

Ale: –Desde las letras, El Bordo hoy quiere transmitir que estamos viviendo en un contexto muy apocalíptico, y cuando uno se mete en el arte o escuchás un disco o ves una película, querés historias que te conmuevan. Y nosotros escuchamos una historia que nos conmovió tanto que llegó a que la queramos contar, y una historia con un final así era digna de contar. Me parece que va a generar algo lindo cuando lo escuchen.

–¿Cómo se hace para enganchar a un nuevo oyente a través de un disco líricamente denso y de carácter conceptual en tiempos tan veloces, donde todo debe ser dinámico?

Miguel: –Si me tengo que referir al que no conoce mucho la banda y se baja temas para conocer algo, puede ser un atractivo desde dónde está interpretado este disco. Y de esa manera el que lo escuche puede meterse en la historia de la banda, que es la misma de siempre.

Diego: –Es verdad, puede que éste no sea el mejor contexto para escuchar un disco de una temática pesada, pero cada canción tiene su propia personalidad y es interesante en sí misma. De todas maneras es un disco corto.

Pablo: –Buscamos que en el orden de los temas una canción fluya con la otra, y nos preocupamos hasta en ver si tonalmente estaban bien enganchadas, imaginate el trabajo que nos tomamos para que no escuchen el disco entero (risas).

–Cuando pueden, participan en movilizaciones y dieron un apoyo muy grande a los trabajadores despedidos de la ex Terrabusi con un show gratuito en Plaza de Mayo. ¿Por qué deciden abrazar esas causas?

Ale: –Porque nos parecía que había que estar, como estuvimos en muchos otros eventos sociales. Nosotros tenemos la costumbre de estar el 16 de septiembre en Plaza de Mayo, desde que estamos en el secundario. Y participamos de la marcha y aportamos como sabemos, que es tocando. Como siempre fuimos así, hay mucha gente que nos llama para algún evento de este tipo, o cuando hay una movilización o un hecho social que merezca ser reivindicado.

Miguel: –O por ejemplo cuando desapareció la chica Florencia Penachi, en 2005, fuimos a tocar a Plaza Houssay.

Pablo: –No hay que olvidar que a veces la banda puede ser una herramienta para mucha gente que organiza cosas puntuales y por otro lado podés ayudar a hacer más ruido por una causa justa y por gente que la está peleando y mucho. Decimos presente por una cuestión de empatía social. Somos una banda que cuando nos convocan y nos sentimos cómodos, participamos.

Leo: –Además, a veces sirve para que más gente se entere de algo que está pasando.

Miguel: –Quizás es una cuestión generacional. Yo diez años atrás me enteraba de eventos a beneficio donde tocaba La Renga o la Bersuit o los Caballeros, y me mandaba, entendiendo cómo era el contexto histórico de los ‘90, que generaba este tipo de reacciones. Y que ahora nos llamen a nosotros me llena de orgullo. Mientras no sea un bardo, vamos y apoyamos lo que nos parezca justo de la manera que sabemos: tocando. ¿Por qué no lo íbamos a hacer?

* El Bordo se presenta el sábado 29 de mayo en el Auditorio Sur de Temperley, a las 21. Historias perdidas estará en las disquerías desde la semana que viene.

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Imagen: Cecilia Salas
 
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