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Jueves, 7 de octubre de 2010

ENTREVISTA A ROBERT BEEN, CANTANTE DE BLACK REBEL MOTORCYCLE CLUB

“El diablo tiene tatuado el cuerpo entero de Cristo”

El flamante disco “Beat the Devil’s Tattoo”, de BRMC, fue concebido y registrado en un sótano en los suburbios de Filadelfia y redobla la apuesta por la “encrucijada”, mientras la banda se desploma económicamente.

 Por Daniel Jimenez

Podríamos afirmar sin temor que ya no quedan bandas como Black Rebel Motorcycle Club. Y no nos referimos al plano musical sino a todo el resto de los planos que también construyen la figura de una banda de rock: el grupo que mezcló como nadie el shoegaze y el blues arenoso en un mortero de sonidos, y definió en sus diez años de vida un estilo tan buscado como propio, invitado tradicional de cualquier prestigioso festival europeo, está quebrado. Al regresar de su gira de dos largos años a finales de 2009, sus dos integrantes fijos –Peter Hayes (voz, guitarra y bajo), Robert Been (voz, bajo y guitarra)– no tenían casa. Ni crédito en el celular. Los cálculos previos habían sido definitorios: veinticuatro meses de alquiler y expensas en Londres suponían un dinero que ellos no tendrían y no podrían conseguir con un tour autosustentado por países que no estarían en la ruta de ninguno de sus pares. Si a esto le sumamos que nunca se preocuparon por tener un hit como muchos de sus compañeros del garage revival, se fueron a las trompadas de Virgin y en las notas parecen drogados, el cuadro económico se complica aún más. Por eso Beat the Devil’s Tattoo, el flamante nuevo disco de Black Rebel Motorcycle Club, salió por Abstract Dragon, el sello que debieron crear para editar su propia música. “Siempre pensamos en la instancia de la propia compañía y creímos que no funcionaría, pero después de estar un tiempo en esto te das cuenta de que existe un mundo lleno de sedientos hombres de negocios que convierten a los músicos en ‘otros’ sedientos hombres de negocios”, asegura un gomoso Robert Been del otro lado de la línea. “Al finalizar la gira no teníamos donde vivir, entró una baterista a la banda (Leah Shapiro, ex The Raveonettes, en reemplazo de Nick Jago, autoexiliado por sus problemas con las drogas), nos quedamos sin agente y todo se veía como la mierda. Además, cuando no tenés hogar es difícil mantener la mente clara. Pero bueno... aquí está Beat the Devil’s Tattoo.” El álbum, que llega tres años después del poderoso Baby 81 –sin contar el delirio sonoro que significó The Effect of 333, su primer material para Abstract Dragon–, es un recorrido al árido desierto del mejor BRMC: himnos de carretera como Consciente Killer, baladas folkies y barrosas como River Styx y The Toll, una minisuite volada de diez minutos como Half-State y una de sus mejores canciones en años: Evol. Demasiado para artistas homeless.

–Trabajaron Beat the Devil’s Tattoo en la misma casa donde hicieron Howl. ¿Esto significó algo especial para ustedes?

–Hmmm... (piensa). Sí, significó algo especial esta vez, pero no por el hecho de grabar el disco en el mismo lugar sino porque esta vez vivimos ahí. Tenemos unos muy buenos amigos que están en la banda The Cobbs (este cronista recomienda fervientemente su primer álbum Sing the Death Capades, que nunca llegará a la Argentina) en Filadelfia, que a su vez tenían una casa familiar donde crecieron y donde existe una pequeña habitación para grabar, un estudio a medias en el sótano. Y el padre de los Cobbs, que son hermanos, Wally, aún vive allí. Wally era lo único por lo que estábamos nerviosos. Nosotros ensayábamos en su sótano a volúmenes estridentes y él estaba justo encima, un piso más arriba, sentado en un sillón mirando sus juegos deportivos. Pensábamos que nos iba a echar a patadas en el culo a las dos semanas, pero el tipo cayó con un whisky en la mano y trajo a sus amigos del bar en plan “toquen esa que hace ‘cha chaaaauun’”. La verdad fue algo bizarro y simpático. Una experiencia al estilo Twin Peaks.

–Volvieron a cambiar de baterista y ahora Leah Shapiro es quien parece quedarse con el puesto después de la partida de Nick Jago. ¿Ella fue la que inspiró el título de este álbum?

–Es loco... pero sí. Ella trajo un día al ensayo un libro de Edgar Allan Poe donde había un poema llamado Annabel Lee, sobre el cual yo quería hacer una canción. Y este libro tenía además un cuento llamado The Devil in the Belfry, que incluía la frase “golpea el tatuaje del diablo”. Yo no tenía ni idea de lo que significaba esa frase, pero me llamó la atención. Después supe que originalmente hacía referencia a un tatuaje militar de tambores que, golpeados en la noche, llaman a los soldados a regresar al campamento, y me gustó esa imagen. Además tiene un elemento blusero que me enganchó. Eso... el diablo, la encrucijada... todos luchamos con nuestros propios demonios todo el tiempo, así que era un buen título por donde lo mires.

–¿Qué tatuaje creés que tiene el diablo?

–El cuerpo entero de Cristo.

Concebido y registrado en un sótano en los suburbios de Filadelfia, las canciones de Beat the Devil’s Tattoo siguen fieles al estilo patentado por Been y Hayes, hijos bastardos del shoegaze: guitarras flotadoras y ruidosas, riffs sucios, una voz arrogante, arrastrada y drogona, y capas y capas de reverberación, con el fuzz del bajo sobre los tambores marciales de Shapiro. Un disco clásico de BRMC que por momentos se sumerge en el lodo de su debut y se revuelca en el blues clásico y arenoso de Baby 81, y por otros respira el espíritu folk que exploraron en Howl. Diez años en la ruta que podrían resumirse en este álbum y en un principio inalterable de la banda que la puso más de una vez al borde del knock out: sólo hacer música. “Todo la plata que teníamos y cada centavo que pudimos juntar con los shows que dimos los pusimos para ir a tocar a lugares bastante locos para nosotros, como Israel, Rusia o algunos países de Sudamérica”, explica Robert. El tour, que comenzó en la yanqui Reno y terminó en la arty Berlín, los dejó exhaustos y en bancarrota. “Cuando regresamos a casa estábamos atados”, recuerda Been. Sin un lugar donde dejar sus valijas y sin un dólar para cerveza.

–Es difícil entender cómo una banda de primer nivel internacional que gira por todo el mundo está en quiebra y no tiene un lugar donde vivir.

–Es difícil de entender lo que te voy a decir: mucha gente cree que fuimos a Filadelfia a recuperar el viejo espíritu, ya que fue la misma casa donde grabamos Howl y toda esa historia. Pero en realidad sólo fuimos ahí porque ellos nos ofrecieron una cama gratis donde dormir y algunas cervezas. No teníamos un peso y ahora tampoco tenemos mucho dinero que digamos. El tema es que cuando llegamos a Berlín nos dimos cuenta de que estábamos quebrados y sin compañía que nos quiera editar.

–Un gran contraste; sentirse quebrados en un lugar que significa tanto para ustedes como Berlín. De hecho le dedicaron una canción y allí filmaron parte de su DVD.

–Y allí fue donde me arrestaron a comienzos de este año.

–¿En Berlín?

–Sí, porque no te creas que todo funciona bien en Berlín. Fue ridículo lo que pasó. Estábamos haciendo una gira promocional de entrevistas y esas cosas por Londres, París, Berlín y Copenhague. Y como a mí siempre me interesó el arte del graffiti y nunca más tendremos a una compañía molesta, hacemos toda la movida como una banda del under y por donde vamos dejamos graffitis con el nombre del disco. Una noche, Leah y yo salimos con 18 grados bajo cero por las calles de Berlín a graffitear “Beat the Devil’s Tattoo”. Estaba todo bien y no pasaba nada, hasta que pasó... una maldita patrulla de policía. Y ahí se nos vinieron encima y tuvimos algunos problemas, pero podría haber sido peor. Intentamos una salida y les dijimos que tratábamos de poner nuestras iniciales porque nos habíamos comprometido y era nuestra luna de miel. Y cuando estás tiritando a medianoche, en otro país, con la poca onda que tiene la policía alemana, te invade cierto miedo. Pero al final nos creyeron, previo paso por la comisaría.

–Después de dos discos se fueron de Virgin en medio de un escándalo. Cuando empezaste en la música, ¿pensaste que una compañía podría ser un problema y no una ayuda?

–Sí, lo pensaba. La verdad es que siempre esperábamos los problemas y los problemas empezaron antes de que pudiéramos terminar nuestro primer disco. Habíamos acordado en que ellos nos daban la libertad y nosotros nos tomamos eso al pie de la letra. Intentamos explicarles que se mantuvieran alejados de nuestra música, pero al parecer no entendieron. Aunque ésa fue nuestra oportunidad. Tomamos la decisión de irnos y nos fuimos.

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