VIOLETA CASTILLO LE DA HASTA ABAJO
En su nuevo EP, la joven autora de canciones siempre redondas, luminosas y rítmicas madura sin perder la gracia.
› Por Julia González
“Siempre me gustó esa cosa de bailar hasta abajo en el reggaetón”, dice Violeta Castillo a propósito de Hasta abajo, su nuevo EP; y del ritmo que, junto con la cumbia, tiene lugar de privilegio en su ranking musical. Sin embargo, al leerle la letra de esa canción a un amigo, ella se dio cuenta de que había algo más insondable y sensible que el voluptuoso perreo. “Es hasta abajo, hasta la muerte, como Six Feet Under”, le dijo él, y la chica del mechón rubio pensó en la serie televisiva de la familia Fisher y le pareció una mirada menos superficial, totalmente genial. “Para mí ir hasta abajo era como un chiste interno y entendí que podía ser también algo más profundo, más universal”, dice.
De esa contradicción surge la vertiente compositiva de Violeta, mezcla de belleza que intenta tamizar con algo de frivolidad, cuyo resultado son canciones redondas, luminosas y rítmicas. Con melodías de voces y armonías bailables, amén del sonido ochentoso del teclado Casiotone que usó junto al sonido juguetón de las guitarras de Guido Lousteau, Castillo revive la influencia inevitable de Rosario Bléfari. “Escuché un montón sus canciones, entonces seguramente haya cosas que involuntariamente aparecen. Le he mostrado alguna canción y hasta le dije: ‘Esta me parece que es re vos’. No lo puedo evitar”, admite y ríe.
Este EP de cinco canciones editado por Estamos Felices tiene como fin la vigencia de su autora en el presente, para así evitar que su música se evapore de la escena. La idea de Violeta es publicar material todos los años también porque no tiene la disciplina de componer de forma prolífica. “Prefiero, una vez que tengo cinco temas, que es un número que me gusta para sacar discos, cerrar el concepto y pasar a otra cosa”, expresa.
Pensadas en bruto en el colectivo, antes de ir a dormir o en sus ratos de ocio, las canciones de Hasta abajo implican una madurez que tal vez Uno y Otro (sus discos paralelos de 2011) no tenían. “Las letras me parecen un toque más adultas; Las señales, por ejemplo, tienen algo de una derrota personal, y por ahí Uno y Otro tienen cosas más esperanzadoras. La batalla del movimiento o La madera son como más ‘la la la’ y éste es un toque más oscuro desde las letras”, compara. Algo así pasa con Las cremas, que tiene algo gracioso y a la vez verosímil cuando pide: “Dame unos minutos para actuar / y hacer efecto como las cremas”. Violeta hace alusión a la mentira publicitaria de los productos de belleza: “Leés que el champú es liso y sedoso, y es chamuyo total. Pero me gustó esa cosa de dejar actuar un tiempo para que haga efecto; me pareció que uno también necesita un tiempo para caer. Me pasa todo el tiempo, caigo con mucho delay, siempre”, confía Violeta, que de vez en cuando se presenta en vivo con Leo García y se sacan las ganas de cantar a dúo.
–Me gusta mucho cómo quedó el sonido de la batería, en el bajo escucho un sonido muy afianzado. Me gustó que lo hayamos tocado en vivo, al mismo tiempo y en canales separados. Suena bien, me parece que tiene una muy buena calidad, me siento orgullosa porque también quise producirlo con la banda. Hacia el final se sumó Lucas Pedrero, que también es guitarrista de Lucas Martí y Defórmica. El se sumó en la última etapa de producción y me vino re bien, porque tiene una cabeza muy abierta y pudo verlo todo desde afuera. Hizo arreglos finales que cerraron bien los temas, lo mezcló él y el día de la grabación se ocupó de ser como un coach. La experiencia de grabar esta vez me encantó. La otra vez también, pero fue mucho más... no sé si hippy es la palabra, pero todo era mucho más sin un plan.
* Sábado 22 en El Especial, Córdoba 4391. A las 23.
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