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Jueves, 18 de agosto de 2005

CUCHá, CUCHá

Cuchá, cuchá

Discos para escuchar, discos para quemar, discos para scratchar.

 Por Cristian Vitale


“Cuidado, alta tensión. Ingresar sin autorización”, dice parte de la tapa del disco iniciático de Módulo Lunar. Como ironía pasa, pero la propuesta del cuarteto formado por Andrés Constantino en voz y guitarra, Lucas Greco en guitarra, Marcos Escobar en bajo y Alejo Alvarez en batería no connota globalmente altas dosis de electricidad como para ameritar la advertencia. Nada de esto aparece en Cielo, tierra y mar; Desde la cima, o el sereno Azul cielo; sólo existe cierto peligro de quedar electrocutado al escuchar el final de Demasiado tarde, partes del incendiario y setentoso Nada o Castillos de arena, en este caso si tu oído está habituado al pop. Una frase para pensar: “Caminaremos entre las historias jamás vividas” (Esencia). Y un tema para subrayar: En la cornisa. Majules abstenerse. ([email protected])

Vondir es uno de esos proyectos –dúo en este caso– que, como Cuentos Borgeanos, ubican el acento en la estética de los textos. Aunque, a diferencia de la banda de Abril Sosa, la música tiene como objeto acompañar a la poesía. Por lo tanto, la cosa es dicotómica: si te gustan las letras, es un disco ideal para tirarte en la cama y dejarte llevar. Pero si te gusta la música despojada de plumas sensibles –aunque haya temas que suenen muy lindos como Madre divina– es mejor poner el foco en otro lado. Hijos de la luz –así se llama el disco– es también un tema que adapta textos de Fray Luis de León y Lope de Vega (“Mas dice mi entendimiento / que un hombre que todo es alma / está cautivo en su cuerpo”). Y hay otro plumazo de Nahuel Porrás, guitarrista y cantante, para resaltar: “Blanca, brillante / eterna deslumbrante / ambulas por el aire / flotando sobre mares” (Viajera). ([email protected])

Aullido no escatima ningún recurso para desacralizar sentidos. Abrevan del glam ortodoxo, toman cierta cosa new wave, son bastante histriónicos en escena, recurren por hábito a las secuencias y licuan todo para lograr un refresco kitsch bastante divertido, pero no mucho más que eso. En su disco debut (Sin besos) hay una increíble –y deformada– versión tecno-pop de Trigal, el viejo éxito de Sandro, y una especie de homenaje al poeta Juan Gelman, al que rescatan en El caballo de la calesita, donde la voz “silenciosa” de Florencia Trincheri aporta un clímax tentador. ([email protected])

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