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Jueves, 31 de mayo de 2007

AGUAS (RE) FUERTES

Canes

 Por Mariano Sosa, desde Canes

Cannes: luz, color, dinero, pero con clase. Lo único que tengo en común con esta ciudad es que lo que me rodeaba me hace sentir como un perro. Perdido entre la gente, aturdido y con hambre. Hasta los franceses con su escasísimo inglés me lo hacen saber:

–Could I please? –pregunto, y ellos rápidamente responden...

–Yes, you “Can”.

“Complet, full” es el mensaje de bienvenida de todos los hoteles en la ciudad, lo que en realidad no hace sentir a nadie muy “Welcome”.

Algunos fanáticos ruegan por invitaciones fuera de las salas, con sus pancartas y atuendos de ocasión. La desesperación de sus caras contrasta muchas veces con la corrección de sus mensajes finalizados siempre con las tres letras mágicas SVP (s’il vous plaît). Ellos, sin saberlo, son el fiel reflejo de la esencia del festival: el tire y afloje para obtener lo que uno quiere. Desde los famosos (y no tanto) buscando prensa hasta la moza del restorán, quien bajo su gran sonrisa (estilo Roberto Galán) intenta agradarme para garantizar que el año entrante este argentino con credenciales le alquile su apartamento.

Salvo honrosas excepciones como la impresionante película rumana ganadora de la Palma de Oro o la esperada vuelta en forma de los hermanos Coen, el resto de las historias de celuloide hace, con su pobreza de ideas, realzar aún más lo interesante del entorno: creadores, productores y amantes del cine formando parte de un juego maravilloso. Todo es cine, dentro y fuera de la sala. Todos los espacios viviendo para el Séptimo Arte. Los pocos negocios sin poster oficial en sus vitrinas suman a la experiencia, ofreciendo precios de película (tres o cuatro veces mayores a lo normal), pero es que al fin de cuentas de eso se trata, ésa es la idea. Está escrito en el guión.

Así, todos y cada uno de los personajes de ese gran circo pugnan por sus quince minutos de fama. Del desfile toman parte, por ejemplo, la actriz berreta con sus business card de cartulina (diciéndose amiga de actores cuyo nombre no sabe ni pronunciar) o la sofisticada niña de clase alta y pantalón deshilachado que sofoca a su perro en abrazos en la segunda clase del tren.

–¿Cómo se llama? (el perro) –le pregunto, haciendo gala de mi oficio de reportero.

–Diogrrr –responde.

–¿Cómo?

–Diogrrr. Como Christian Diogrrr.

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