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Domingo, 28 de diciembre de 2014

FAN › FAN UNA CANTANTE ELIGE SU CANCIóN FAVORITA: GRACE COSCERI Y “EASY MONEY”, DE RICKIE LEE JONES

LA FUERZA DEL DESEO

 Por Grace Cosceri

Cuando yo era bastante chica leía con devoción una revista de rock llamada El Expreso Imaginario. Ahí había unas secciones muy buenas, entre ellas una donde Roberto Pettinato hablaba sobre Frank Zappa. Siempre escribía sobre Frank Zappa. Un día leo una columna donde aparece una chica que era medio parecida a mí en sus facciones, su look, usaba una boina y unos guantes. Me llamó la atención. Y hablaban de su primer disco, que había sido ganador de un Grammy. Ella, a su vez, mencionaba como referente a una cantante de jazz, Betty Carter, que fue pianista de Charlie Parker y que había sido nombrada doctora en Artes. Y yo pensaba qué interesante, por qué yo no conozco ni a Betty Carter ni a la cantante que la mencionaba. Ella era Rickie Lee Jones.

Tiempo después, ya con la democracia, en un bolichito donde yo cantaba todas las noches con mi guitarra, conozco a un muchacho, un actor, Alejandro Escudero, que estaba vestido todo de blanco, con sombrero blanco. Me invita a tomar una copa. Vamos a su departamento, que quedaba en la calle Boulogne Sur Mer y cuando entro noto que tenía el piso completamente cubierto de vinilos. Y tenía ese de Rickie Lee Jones del que yo había leído. Obviamente se me encendió la mirada, le pregunté cómo tenía ese disco ahí, porque en ese momento no llegaban discos importados fácilmente. Su papá era Pedro Escudero, director de Canal 9 y en uno de sus viajes le había llamado la atención la chica. Esa noche la escuché de una manera súper romántica, en el ventanal estaba la luna, me puse a escucharla... Después Alejandro fue mi amigo entrañable de toda la vida y él tenía ese disco, en el año ’82. Me lo pasó ahí. Tuve esa oportunidad.

Después siempre trataba de inventar una excusa para ir a su casa a escuchar ese disco. Más tarde abrió Zival’s y me compré el casete y con el tiempo los cd. Tuve todos sus discos.

De ese primer disco llamado homónimamente Rickie Lee Jones, me acuerdo de “Easy Money”. El hit era “Chuck E’s in Love”, pero como yo nunca fui amante de los hits, escuchaba muchísimo “Easy Money”. Ese era mi favorito. Primero me atrajo por el tinte jazz folk tan fluido con el que cantaba y tocaba ella sola la guitarra, con un swing divertido, elegante, nada de histeria. No se escuchaban cantantes así. Con el ego por detrás de la obra. Luego la letra, un tal Joe, muy pillo que buscaba el dinero fácil, se hacía de aliados para conseguir lo que deseaba siempre en un borde. Y la chica atraída por el villano que sólo le garantizaba vértigo, peligro. Por ese entonces todo se enlazaba con el film La Ley de la Calle, de Francis Ford Coppola, donde actuaban Matt Dillon y Mickey Rourke. El personaje de Rourke era el de un chico que veía la realidad en blanco y negro y dónde sólo se destacaban dos peces de colores, los peces luchadores del título original, Rumble Fish. En conclusión, el lado no glamoroso de los ochenta: la rebeldía, el borde, la elegancia del pillo con códigos, la atracción por el peligro, el amor que salva sólo por un día.

En 2006 tuve un accidente y estuve en coma. En ese momento era lo único que podía escuchar. Ni siquiera podía escuchar música de Spinetta, que fue mi gran amigo. Les pedía que me pusieran los temas de Rickie Lee Jones, muy bajito. Creo que su voz tiene algo que no tienen otras cantantes de este planeta.

Tres años después Rickie vino a la Argentina, a tocar en el Gran Rex. Y me llamaron para hacer de telonera. Ella se quedó unos días en Buenos Aires, con su amigo Juan Carlos Diez, el autor del libro Martropía: conversaciones con Spinetta. Y él la trajo a mi casa, a conocerme. Vino, tocamos el piano, cantamos, me contó sus historias de Quincy Jones, cómo se estimaban, cantamos temas de Michael Jackson, que hacía muy poco había muerto. Me trajo unas sales de baño y un libro. Como yo tengo una enfermedad crónica que tiene que ver con el dolor ella me regaló Una nueva tierra, de Eckhart Tolle, que era sobre eso. Hicimos música juntas..., fue muy fuerte. Quedó una especie de amistad sellada por nuestras músicas.

Le conté todo a ella y quedó muy conmovida. Me pidió ver fotos mías, mi álbum histórico y mirándolo señaló ese espacio entre el labio y la nariz: tenemos el mismo largo ahí, un poco más largo que el resto de las personas. Dijo que éramos hermanas cósmicas.

En los años ’90 también pude conocer a Betty Carter, tomando un café en el lobby del hotel donde ella paraba le conté que había sabido sobre ella leyendo una reseña de un disco de Rickie Lee Jones; era encantadora y escuchó con mucho interés, a pesar de mis dificultades idiomáticas, esta historia de que la había conocido por medio de otra cantante extraordinaria. Y que habían pasado años hasta que había logrado escucharla a ambas. Betty es para Rickie lo que Rickie es para mí.

Esa tarde, cuando se iba de mi casa de Devoto, las últimas palabras de Rickie antes de irse fueron: “Yo sé que la fuerza de tu deseo es lo que me trajo a Buenos Aires”. Yo también sé que fue así. Por eso que me pasa cuando escucho a Rickie Lee Jones.

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