Dom 08.02.2015
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COCINA RÁPIDA Y LATINOAMERICANA

› Por Sebastián Laffaye

OASIS VENEZOLANO

Ubicada en el Microcentro rabioso, la Galería Jardín esconde en las profundidades del subsuelo una verdadera rareza: el Guaica Bar, un restaurante y bar de comida venezolana. El local es pequeño y con una puesta sencilla que remite desde las imágenes de sus paredes a Venezuela. Las mejores mesas están afuera, en una suerte de patio (donde se puede fumar) con una barra que invita a sentarse y ver trabajar a Javier y sus ayudantes en una cocina impoluta.

La comida es simple y directa: lo más pedido es el menú fijo, que consta de una bebida, sopa (incluso en verano), principal y café, todo por $ 80 ($ 65 sin la sopa). El plato de fondo siempre incluye una proteína animal (pollo, carne vacuna, cerdo), el infaltable arroz y una ensalada condimentada con una rica mayonesa.

Las arepas son el otro fuerte del lugar: con una masa de harina de maíz de un par de centímetros de grosor, su origen se encuentra siglos atrás en el tiempo, cuando el grano se molía entre piedras para luego ser amasado con la cantidad justa de agua. Las enormes arepas de Guaica Bar ($ 55/$ 75) llegan con rellenos suculentos: carne en salsa, queso o pollo es lo más habitual, aunque Javier aclara que se pueden rellenar con casi cualquier cosa que haya en la heladera. La más tradicional es la Reina Pepiada, con pollo deshilachado, palta y mayonesa.

Para beber, hay una rica cerveza artesanal Fractales (tirada o en botella) y una interesante variedad de jugos ($ 25/$ 35) que incluye sabores poco habituales para el paladar porteño como la flor de Jamaica o la tropicalísima guayaba.

A la salida de la oficina, y hasta las 20 si los habitués acompañan, arranca el after office con precios competitivos: dos cervezas por $ 40 y algunos tragos creados in situ como el Zambo, ron y Amargo Obrero a $ 50 (¡se puede pedir medio trago a $ 30!).

Ideales para tomar junto a un cigarro o buen café, Javier esconde entre sus estantes algunos de los mejores rones venezolanos.

Oasis venezolano en plena peatonal Florida, Guaica Bar es un excelente lugar para repostar al mediodía a metros del bullicio cotidiano a precios muy amables.

Guaica Bar queda en Florida 537 (local 315 de Galería Jardín). Teléfono: 4328-1872. Horario de atención: lunes a viernes de 12 a 19 y sábados de 12 a 16.


PERU AL PLATO

Que la cocina peruana ya forma partes del paisaje porteño, es indiscutible. Con variedad de estilos para todos los gustos y bolsillos, esta gastronomía no ha encontrado aún su techo. Y en este escenario, Perúdeli –de la mano de su cocinera peruana Rosa Araceli Torres– viene a ocupar un lugar todavía poco explotado, el del delivery (aunque el local cuenta con algunas mesas), basado en un sitio web amigable y claro, donde se agradecen las fotos y precios de cada uno de los platos.

La carta incluye clásicos de la gastronomía peruana de la costa y la sierra, algunas opciones de sushi y una sección dedicada a la fusión asiático peruana.

Una buena idea es comenzar por los excelentes tamales ($ 55), acompañados con ensalada criolla de tomate y cebolla morada o por una de las causas limeñas ($ 65/90). Para los más osados, se recomiendan los anticuchos de corazón de res ($ 65), tradicional brochette que es posible encontrar al atardecer en muchos rincones callejeros de la capital limeña.

La variedad de platos de fondo es extensa y las porciones generosas. Por supuesto, hay ceviche ($ 135) y tiradito ($ 120), dos infaltables (aunque en tierras peruanas estos platos tradicionalmente se sirven sólo al mediodía y en lugares específicos, las llamadas cevicherías). Pero también se ofrecen platos menos difundidos como un excelente guiso de quinoa ($ 70, con zapallo anco, papas, zanahoria y arvejas, espesado con queso cremoso, quinoa y perejil) o un locro peruano, más liviano que el del norte argentino, con base de zapallo y otras verduras, pero sin carnes.

Para los golosos, el postre apunta al suspiro limeño, pastel tres leches o arroz zambito, preparado con leche evaporada, coco y endulzado con azúcar mascabo.

Para beber hay una muy buena limonada, jugos naturales según la disponibilidad de fruta y vinos de bodegas clásicas (Trapiche, Norton y Catena Zapata).

Comida rica, con sabor casero y con el picante adecuado para el paladar porteño (se puede pedir un sabroso ají para agregar picor a gusto). El barrio, agradecido.

Perúdeli queda en Beruti 4602. Teléfonos: 4776-5073 / 4777-3832. Horario de atención: lunes a sábados de 12 a 15 y de 19.30 a 24; domingos de 19.30 a 24.


LA EMPANADA CARIBEÑA

Frita o al horno, con rellenos que varían hasta el infinito, abiertas o cerradas, las empanadas son un rubro archiconocido que no necesita demasiada introducción. Algunos autores sitúan el origen de este manjar en el mundo árabe, cultura que permeó la ibérica y desde allí, conquista mediante, se impuso en Latinoamérica con variaciones locales que incluyen desde masas de maíz y plátano hasta las –más conocida por aquí– de harina de trigo.

I Love Empanada recoge esta tradición en su versión colombiana, más precisamente de la costa del Caribe, donde se elaboran a partir de harina de maíz amarillo.

El local, básico, es muy frecuentado por los residentes colombianos en el país, extranjeros que pululan en hostels de la zona y porteños que agradecen los precios populares. Tres mesas elevadas, banquetas, alguna memorabilia colombiana y un televisor generalmente encendido en algún partido deportivo dan marco a un ambiente que invita a comer al paso.

Las empanadas ($ 12) son bien contundentes, salen fritas, crocantes y muy calientes. Hay dos rellenos para elegir, de carne o pollo deshilachados, que suman papa, perejil y especias, coqueteando con los sabores y la idea de un guiso. La masa de maíz suma un sabor característico y propio, que pide a gritos un poco de salsa picante para matizar la fritura.

La oferta se completa con algunas otras opciones simples y generosas, que apuntan al corazón de la inmigración estudiantil: panchos enormes con pan caliente, pizza con el borde relleno con queso y unos enormes platos de picadas (con opciones que suman carne, pollo, palta, frijoles, arroz, plátano), aptos para dos comensales de buen diente. A pocos metros, sobre la misma vereda, se encuentra su primo hermano, I Love Arepa, otro pedazo de la colombianidad ubicado en pleno territorio porteño.

De la mano de la paulatina latinoamericanización que vive Buenos Aires desde hace ya más de un lustro, I Love Empanada se mete de lleno en un nicho en el que sobran competidores, pero con un producto diferente que vale la pena probar.

I Love Empanada queda en Rodríguez Peña 25. Horario de atención: lunes a domingos de 16 al cierre.


Fotos: Pablo Mehanna

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