Dom 17.07.2016
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ONLINE > EL HOMENAJE A LUCIO FULCI Y LOVECRAFT DE WE ARE STILL HERE, EL FILME DE HORROR MIMADO POR LA CRíTICA

NADIE SALE VIVO DE AQUÍ

› Por Ariel Alvarez

Dice el refrán que no hay mejor lugar que el hogar, una afirmación que deja de ser cierta cuando es llevada al terreno del cine de terror. Siguiendo con la larga tradición dentro del género de las casas embrujadas, We Are Still Here (Todavía estamos aquí), la opera prima del director Ted Geoghegan, sorprende por su elegancia estética que rinde homenaje a los clásicos de culto del horror de fines de la década del 70. Se estrenó el año pasado en muy pocas salas y pasó desapercibida: algo casi imperdonable porque se trata de uno de los films de más calidad de los últimos años. Ahora puede verse por Netflix para alegría de los fanáticos nostálgicos y de las nuevas generaciones.

We Are Still Here es un gran comienzo en la carrera como director de Ted Geoghegan, realizador formado dentro del cine de terror que entiende bien el género. Más conocido como productor (ABCs of Death 2, 2014; Slasher y 100 Tears, de 2007), también es un guionista reconocido dentro del cine de horror clase B contemporáneo con películas como The Disco Exorcist (2011), Don’t Wake the Dead (2008) y Sweatshop (2009). Y para su debut detrás de cámara Geoghegan tuvo muy en claro, y en cada detalle, lo que pretendía hacer.

We Are Still Here es un film oscuro e inquietante que está plagado de referencias inteligentes a los grandes clásicos del cine de terror, en especial a dos películas: La casa cercana al cementerio y El más allá (las dos de 1981), del director italiano Lucio Fulci, quien con su talento supo ganarse el título de “padrino del gore” por sus films tremendamente violentos de los años 60 y 70.

Pero, además de su pasión por lo vintage, Geoghegan se las ingenia para desentrañar una historia espeluznante que sorprende a la vez que rescata otra tradición dentro del género: el terror folk rural de Estados Unidos, que habla de mitos oscuros y ancestrales que habitan pueblos perdidos en el campo y torturan a los recién llegados.

La película transcurre en el año 1979: Anne (Barbara Crampton) y Paul Sacchetti (Andrew Sensenig), después de perder a su hijo, un joven de 20 años, en un accidente de autos, deciden mudarse a un pueblito de Nueva Inglaterra, con la esperanza de encontrar algo de alivio a su dolor. Al poco tiempo comienzan a ocurrir extraños sucesos: la foto de su hijo cae al suelo sin ningún motivo aparente, hay olor a humo en la casa, una caldera ubicada en un sótano aterrador está muy pero muy caliente pese a que está apagada. Todo esto le hace creer a Anne que el espíritu de su hijo los acompañó al nuevo hogar que, como no podía ser de otra manera, tiene una historia macabra: la casa fue construida por la familia Dagmar en 1800 como una funeraria. La gente del pueblo echó a los Dagmar cuando se descubrió que enterraban ataúdes vacíos porque vendían los cadáveres. Pronto se devela una conspiración diabólica que involucra a todos los habitantes del pueblo quienes tratarán de convertir a los Sacchetti en sus nuevas víctimas.

La elección de los actores es el elemento clave de esta película: el papel de Anne Sacchetti fue escrito para que lo interpretara Barbara Crampton, la siempre impecable reina del terror (Re-Animator, Re-Sonator (From Beyond), Lords of Salem, entre muchas más. Su enorme actuación es uno de los pilares de esta película. Y es que Crampton se tomó las cosas muy en serio: mientras preparaba el papel visitó a familias que habían sufrido la muerte de un hijo y, según Geoghegan, hubo que parar la filmación varias veces porque la actriz no podía reponerse de la angustia.

También se destacan Lisa Marie (una de las musas inspiradoras de muchas de las películas de su ex marido, el ultrafamoso Tim Burton) y el veterano actor Larry Fessenden (también director de Wendigo, de 2001, con Patricia Clarkson poco antes de que se convirtiera en una celebridad con la serie Six Feet Under): su actuación entera es una cita al Jack Torrance que interpretó Jack Nicholson en El resplandor, no sólo en su comportamiento, también en su aspecto.

Y es que We Are Still Here es intencionalmente un tributo al cine de horror: entre el misticismo y un final sangriento que homenajea a Lucio Fulci. Y al igual que conjura a Fulci, hace que el espíritu de H. P Lovecraft flote en la mitología de la película: gente extraña que habita en un pueblo apartado del Este de EE.UU. y el mal antiguo, de dioses carnívoros, que reside dentro de una casa. Y también hay lugar para los guiños simpáticos: el apellido Sacchetti de la pareja protagonista es el del guionista de Una casa cercana al cementerio y la familia Dagmar saca su apellido de la actriz Dagmar Lassander, quien encarnó el papel de Laura Gittleson en la misma película. Los fantasmas de esta familia, además, recuerdan a los espectros piratas de la película La niebla que John Carpenter dirigió en 1980.

Pero no sólo en la trama se manifiesta la devoción de Geoghegan por esa época del cine de terror. We Are Still Here está filmada con la intención de que, además, se vea como si fuese una película de finales de los 70: el tratamiento de la imagen, la textura, los colores, el uso de planos panorámicos. También la manera de narrar la historia es clásica: con una primera parte lenta, que se toma su tiempo para entrar en el conflicto con delicadeza y aumenta la sensación de angustia.

Es curioso que algunos de los films más notables del género de los últimos años sean los que se alejan de la frenética velocidad de las películas de terror actuales, habitadas por efectos especiales y adolescentes hiper conectados, para poner en primer plano la calidad nostálgica de décadas pasadas que, para muchos de los seguidores del terror, fue una época de oro. Lo mismo ocurre con la aclamada The Witch dirigida por Robert Eggers, la película de terror histórico que con su ritmo cansino y su estética nublada resulta genial y aterradora. O más claramente The House of the Devil (La casa del diablo), un ejercicio de estilo que Ti West dirigió en 2009, la historia de una niñera atrapada en una casa por una secta satánica que reconstruye casi con obsesión el modo de filmar de la década del 80.

Con We Are Still Here Ted Geoghegan supo crear un film cargado de elementos que no sólo honran a la historia del terror en el cine, sino que además, combinados, cuentan una historia desgarradora sobre los vínculos, el fanatismo religioso y el prejuicio en un pueblo chico de una manera que resulta a la vez novedosa y vintage, aunque suene contradictorio.

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