Dom 08.02.2004
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HALLAZGOS 2

Hechos bola

En un jardín de infantes japonés, los chicos fueron descubiertos practicando una técnica que no se sabe de quién aprendieron pero que parece milenaria: hacer con barro bolas que parecen de bronce.

› Por María Gainza

I
Desde Buenos Aires: Japón se estira, achica, amolda o deforma según se lo entienda como una megalópolis futurista, un planeta de alienígenas, el país de una cultura milenaria o del ciberpunk que describió William Gibson, pero siempre habrá cierta japoneidad que permanece inasible.

II
Hace cinco años, en un jardín de infantes en las afueras de la ciudad, el profesor de psicología Fumio Kayo de la Universidad de Kyoto se topó con unos niños absortos en una alquimia misteriosa que transformaba el opaco y mugriento barro en una bola radiante como un bronce pulido: los hikaru dorodango. Perfectas y lustrosas bolas de barro. Con sus manitos torpes, sentados durante horas en la tierra, los niños se pasaban las mañanas frotando las bolitas de barro hasta convertirlas en una esfera perfecta y centelleante.

III
En Japón un adolescente de diecisiete años regresa del colegio, entra a su habitación y cierra la puerta. Sólo sale por las noches, cuando está seguro de que nadie lo verá para comprar su alimento en las máquinas expendedoras diseminadas por toda la ciudad. Cero contacto con el mundo exterior. Un día, mientras sus padres miran televisión, la puerta de la habitación se abre. Un joven de veintidós años emerge, saluda y se dirige a la cocina a preparase un sandwich. Hikikomori: así llaman en Japón a esta tendencia de los jóvenes a retirarse del mundo. No hay datos precisos pero se calcula que alrededor de unas 50.000 personas han experimentado algún aislamiento similar.

IV
Nadie sabe cómo fue transmitido el conocimiento. En la escuelita reina un hermetismo absoluto. Pero en las sucesivas visitas Kayo entendió que el proceso de formación de un dorodango podría ser utilizado como una forma de estudio de los problemas de desarrollo y sociabilidad en los niños que luego se trasladan a los adolescentes.

V
Kayo comenzó a investigar el proceso de creación de los dorodangos y luego de cientos de intentos frustrados llegó a obtener bola lustrosa como un bronce: el dorodango ideal que en su propia tabla de rating calificó con un 5.

VI
Un brillo que encierra capas de silencio, una serenidad inalterable pero también una calma inquietante, que hipnotiza. Como restos de un Big Bang, las bolitas guardan un secreto milenario: como si al mirarlas se perdiera la noción del tiempo.

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