› Por Rudy
¿Cómo le va, lector, cómo le fue esta semana? ¡Mire que fue una semanita, eh! Porque el sábado pasado era 25 de mayo, y estábamos todos “meta locro, empanadas, chocolate con churros, pastelitos de dulce de membrillo o de batata, mazamorra, pizza y champagne, de acuerdo con cómo cada uno festeje la libertad de la patria”.
Pero ese verdadero descontrol gastronómico tiene un límite, y aunque no nos imaginamos ni ahí a un militante pidiéndole a cada ciudadano que se mida el colesterol, ni un plan de “congelamiento del peso hasta octubre”, creemos que, por la propia salud, muchos de nuestros lectores blanquearán la situación con sus médicos y nutricionistas, sacarán esas ristras de chorizos que tienen en el colchón, o esos chocolates importados que depositaron en una caja de seguridad para que sus hijos, sobrinos, padres o parejas no se las arrebaten, y las invertirán en energía, o en construir músculo.
No esperamos que aparezca un plan “Lechuga, rúcula y calabaza hervida para todas y todos”, confiamos en la actitud adulta y saludable de nuestras lectoras y lectores, con la idea de terminar con esos kilos de energía desperdiciada, que tanto bien le hacen a nuestro país cuando se convierten en energía productiva: “Por cada pastelito haga cinco series de abdominales: cinco por uno, no va a quedar ninguno”, explicaba un nutricionista a un paciente atónito, que con su cara más opositora (a la salud) intentaba meter una tapa de asado en la cacerola, y el doctor le decía “nada de cacerolas, a la plancha”.
Y no pudimos dejar de pensar en el 25 de mayo, pero el de 1810, aquel día en el que cae el virrey Cisneros y asume la Primera Junta. ¿Habría, en ese momento, medios que hablaban del “25M”? ¿Vio qué fea esa costumbre de que los días y meses se transformen en una sigla? 25M, 9J. ¡Parece una batalla naval, no una fecha patria!
Y seguro que esos medios dirían: “Primero rechazamos el progreso que nos ofrecían los ingleses, encima desperdiciamos nuestro aceite; después, les expropiamos el territorio a los españoles... ¡estamos aislados del mundo, estamos aislados del mundo!
Y gracias a ese “aislamiento” ahora somos el país que somos, en vez de ser otro, o ninguno. Y no hizo falta que Castelli saliera al balcón y gritara: “Los que pusieron maravedíes, recibirán maravedíes”, ni que nadie reclamara por los altos precios de la jabonería de Vieytes.
Esta semana en Francia, dos varones se dieron el “oui” y están casados. Entre ellos. Con la nueva ley “marriage pour tous”, o sea, “matrimonio para todos”, ¡para todos! Bueno, no exageremos tampoco, para todos los que quieran casarse, y siempre que se casen con otro/as que también se quieran casar. Con ellos.
Porque un derecho es un derecho, y una obligación es una obligación. Y podía ser que casarse fuera obligatorio. Peor todavía, que hubiera que casarse todos los años. Con la misma persona. O con otra. O que sean acumulativos. Sería un total descontrol. En ese sentido, la monogamia está muy buena. Es casi tan buena como el monotributo. En este suplemento no somos moralistas, pero monotributistas hay unos cuantos.
Y usted, lector, se preguntará qué tiene que ver el matrimonio igualitario con el monotributo... Porque está muy bueno conocer las diferencias, no sea cosa de confundirse, y terminar casado con una empresa.
Y no me diga que eso es imposible, porque conocemos casos. Sería un descontrol. Aunque sí podrían casarse dos accionistas, los dos varones, homosexuales, heterosexuales, o como más le guste a cada uno, con el fin de aumentar su porcentaje de capital. Tampoco sería la primera vez.
En España nos anuncian que va a crecer la desocupación. Y no se trata de que “a los españoles no les guste trabajar” (horrible mito que algunas veces nos endilgan a los argentinos), porque seguramente sí les gusta vivir dignamente, como a todos.
Pero en este extraño mundo en que vivimos se puede anunciar “aumentará el desempleo” con la misma expresión simpática con la que uno les dice a sus hijos “este fin de semana vamos de paseo”, o a su pareja/partenaire/eventual interlocutor/a “esta noche te tengo ganas”.
Seguramente esta noticia no va a indignar a los españoles, simplemente porque ya están indignados. Pero nunca se sabe. Hay quienes creen que con la represión, el desempleo y la austeridad a la hora de comer, se suman votos (¿serán los votos de pobreza?).
Bueno, entre tanto descontrol nosotros elegimos el control como tema de este suplemento. Porque sabemos que se viene un control de precios, porque nos imaginamos que hay muchos intereses creados y criados, y sospechamos que así como hay quienes controlan que los precios no suban, otros se preocupan por que no bajen, ya que “en este supermercado que es el mundo actual, hay productos de todo tipo y calidad”.
Nosotros seguimos como siempre, con usted, nuestro consumidor, tratando de hacerlo reír al mismo precio.
Hasta la semana que viene.
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