Vie 08.07.2016
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LIBROS

Destapando la olla

La editorial Milena Caserola cumple diez años. Por su catálogo de más de cuatrocientos títulos, con autorxs como Naty Menstrual, Ricardo Becher y Klaudia con K, circulan textos en guerra con todas las hegemonías, también, las sexuales. Aquí, su creador, Matías Reck, muestra la cocina de un proyecto que desde sus inicios ha sido caldo de cultivo de voces disidentes.

› Por Dolores Curia

La editorial Milena Caserola nace, como su nombre sugiere, inspirada en el espíritu augestivo que marcó el 2001. Nació un poco después, en 2006 en el marco de la Feria del Libro Independiente y Alternativo. En los primeros blogs de Milena aparecía la consigna surrealista “esto no es una editorial”, pero poco después, con cien títulos editados, se hizo difícil seguir sosteniéndola. Milena Caserola hoy funciona en la casa de su alma pater, Matías Reck, pero no es el proyecto de un hombre solo. La puerta del pasillo del PH está casi giratoria, la circulación de poetas y amigxs nunca termina. Al principio los mismos autores financiaban las publicaciones. Hoy, diez años después, Milena solventa eso y tiene un catálogo que circula en ferias contraculturales y en las más grandes cadenas de la calle Corrientes. Lo que perdura es una impronta contrahegemónica, y eso se expresa en cada texto de modo particular. Además del protoanarquismo originario, algo hace pensar en Milena como una editorial sin patrón: “Milena –dice Reck– no tiene jefe. El patrón es que no hay patrón sino diversidad.”

En la página de “legales”, dice que todos “los izquierdos están reservados….”

–Debería ser la parte de “ilegales”. Fundar una editorial en un país donde un millón de ejemplares fueron quemados debería motivar una reflexión acerca del copyright. No se puede seguir con la farsa si alguna vez la circulación de textos se prohibió como política estatal. El que quiera fotocopiar que fotocopie. Está bueno cuando nos avisan y se arman vínculos entre el que reproduce y nosotros. Es irrisorio prohibir la reproducción si cualquiera puede hacerlo. La tecnología avanzó más que la legislación. Milena está inmersa en esa libre circulación.

¿Cómo se ha ido cambiando el criterio editorial en estos años?

–Ha sido una caminata intuitiva, un criterio más bien afectivo. Me fui cruzando con personas cuyos textos se iban acoplando con otros, el resultado fue impensado. Así se llama una de las colecciones: Impensados. El catálogo se fue armando por amistades, afectos, coincidencias. Yo decía: publico a todos los que vengan. Entonces alguien me preguntaba: si te acercan un texto nazi o un policía quiere sacar su libro, ¿se lo publicás? Pero no se acercaron. Un autor recomienda a otro autor, y así.

¿Cómo fue el encuentro con Ioshua, por ejemplo?

–Se acercó con una propuesta de antología llamada Luz y fuerza. Quería armar una colección con nombres de sindicatos. Tenía otras programadas como Obras Sanitarias. Luz y Fuerza, un actor tan importante en el Cordobazo, le da nombre a esta pequeña pero potentísima antología con autorxs que luego van a tomar relevancia como Naty Menstrual, Julián López. ¿Qué es lo que une a estos textos? La amistad. De Naty publicamos Batido de trolo. Después de ver entrevistas con Chiche Gelblung, en las que a él lo que menos le interesaba era su escritura, sino que, desde el punto de vista más amarillo posible, le contara su vida travesti, a mí lo que me interesa es esa personalidad de su pluma, ese cuerpo que escribe su vida.

¿Cómo aparecen en Milena las voces de la disidencia sexual?

–Aparecen por los lugares que la editorial transita, que quieren romper con lo que se entiende por normalidad, cuerpo, deseo, formas de expresión. Todo lo que quiebre, subvierta, es bienvenido. Es un interés por lo raro. No nos importa nada cómo debería ser el macho, la novela, el verso. Nacimos rompiendo y queremos seguir rompiendo. Uno de los primeros slogans de Milena era “la vanguardia que no miramos”.

¿Cuáles fueron los títulos que más impactaron?

–Quizás el primer libro de Klaudia con K, Poemas para voz/s , ya desde la imagen de tapa (está ella con un portaligas y abrazándose las tetas), hecha por Sidy González Paz, tiene gran potencia. Fue corregido con Klaudia. Ella era muy exigente, tenía la idea de cómo quería que sus poemas fueran comunicados y no había tanto margen para opinar. Ioshua actuó como editor y ellos arreglaban la estética. Se publicó en la colección Imperfectas.

¿Próximas novedades?

–Un gran libro de poemas de Galundia Moera, Sexus. Un libro de Angie Morán, La palabra Laura. La de Angie es una narrativa joven donde los vínculos aparecen puestos en escena de forma muy vital. Galundia es un poeta de enorme presencia escénica. Tiene una fuerza surrealista, delirante. Acaba salir el último de Leonor Silvestri, Games of Crohn, un ensayo autobiográfico, que continúa ideas de otros libros como Ética amatoria del deseo libertario y las afectaciones libres y alegres y Foucault para encapuchadas. Estos libros arman algo desparejo, disidente, en cuanto a cierto universo de la edición independiente. Con algunos hay un efecto de cambio (¡Me partió la cabeza!). Tal vez te pega en algún lugar de tu deseo, te hace modificar prácticas.

También está por salir una biografía de Cris Miró.

–De Carlos Sanzol. Muestra cómo de cierto under llegó a cierto mainstream del espectáculo. Cuenta el clima de los 90: un país “de machos”, empezando por figura de Menem, siguiendo por Polémica en el bar. Lo que aparece cuestionado es si esos espacios de la noche mainstream en los que se movían algunas travestis eran lugares de resistencia, porque a la vez reproducían parámetros similares a los que el poder esperaba de ellas. Hay una paradoja: la gente paga en el Maipo para ver a Cris Miró, mientras, la policía perseguía y persigue a las travestis.

Recta final

La edad le sienta bien a Ricardo Becher. En un geriátrico de la calle Curapalihue, más chispeante que nunca, escribe este diario de internación forzada. Detalla a los freaks que lo rodean, habla de bajones, bajas y pañales. Reparte reproches para los que no lo visitan y para las enfermeras de buena consciencia que no lo dejan en paz ni para cambiase el pantalón. Conciertos de ronquidos y carreras en sillas de rueda se alternan en este texto con las visitas de su amor, el Negro, que trae noticias de afuera, lee sus haikus y sigue el avance de los borradores de este libro. Becher fue asistente y coguionista de Leopoldo Torre Nilson. Fundamentalmente se lo conoce por su oda de culto Tiro de gracia (1969), donde aparecen desde Javier Martínez Suárez (de Manal) hasta Susana Giménez. Poco y nada se lo recuerda por todo lo que filmó después adentrándose en el digital. El documental Ricardo Becher, recta final de Tomás Lipgot, retrata el proceso este diario-novela que terminó siendo póstumo. Becher apenas llegó a leer las galeras.


Klaudia con K

Klaudia habla de sus órganos como un corazón en braille, para tocar con dedos y con lengua. De perros encerrados en departamentos y otras terroríficas instantáneas de ciudad. Se pregunta también si homosexual se nace y sobre los cuerpos equivocados. En sus versos hay metáforas clínicas, sueños robados, ética de pobres y muchas formas posibles de ser otra. Sobre todo eso escribe Klaudia con K –figura del under de Buenos Aires, presencia constante en el escenario de Mediomundo Varieté, Campamento Huno, hasta Ciudad Konex– en libros como Poemas para voz/s –el primero en ver la luz después de 20 años de trayectoria en los escenarios como performer–, Ciudad-Anos 2014 y Anal Isis, con prólogo de Fernando Noy.


No me toleres

Mhorris Emm es autor de Queridos heterosexuales (Elemento Disruptivo Editora) y Ninguna peluquería abre los lunes (Te Eché El Ojo). El año pasado publicó No me toleres por Milena Caserola. “No me toleres”, la advertencia que da título al poema preliminar, da las pautas al lector de algunas de las líneas a contramano que aparecerán luego. En “La tan compleja y heterofóbica historia de Juance” se lee la homofobia a contrapelo: el protagonista intenta ocultar su heterosexualidad tapada detrás de la fobia al mundo hétero. A escondidas, se viste de jogging y hace poses de chongo frente al espejo. Algunas páginas después, en “La cumbia del HPV”, una señora va relatando el plan de dejar a su marido, gran exponente del porno gay, para entregarse a un yire desenfrenado. Todo en clave de comedia musical.

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