Dom 03.07.2016
turismo

TUCUMÁN > UNA PROVINCIA CON HISTORIA

Raíz de la independencia

Las tierras tucumanas ya están celebrando el Bicentenario del 9 de julio de 1916. Desde una vuelta por el casco histórico de San Miguel, a pie o en lujosos autos antiguos, a las cabalgatas y artesanos de Tafí del Valle, todo en este pequeño territorio habla de grandeza de historia y paisaje.

Tucumán será pequeña, pero vaya que es diversa. Tucumán es la provincia donde crece la caña y abundan los limones, donde la ciudad se roza con la exuberante selva de montañas, que a su vez cede paso a la aridez del desierto. Tucumán es la cuna de Mercedes Sosa y el embrión de la libertad. Es la tierra que alumbró la emancipación definitiva de la corona española un día 9 de julio, doscientos años atrás.

Por eso hoy, ahora, en este julio de 2016, Tucumán está de fiesta. El próximo sábado se celebrará el Bicentenario de la de la Declaración de la Independencia argentina, y el foco estará aquí, en esta diminuta porción del país también conocida como el Jardín de la República, donde ya comenzaron a desarrollarse actividades turísticas, culturales y deportivas que forman parte de un nutrido calendario que se extenderá más allá de la fecha patria, una ocasión histórica, única, irrepetible, para visitar este rincón que atesora paisajes y climas diversos.

“El año del Bicentenario pone a Tucumán en lugar de anfitrión de una fiesta que es de todos los argentinos", dice a Turismo/12 la vicepresidenta del Ente Tucumán Turismo, Elena Colombres Garmendia, en su despacho, situado en un antiguo y distinguido edificio céntrico de la ciudad de San Miguel de Tucumán, frente a la Plaza de la Independencia. “La idea es que la fiesta se viva a cada paso, que cada paso rememore la experiencia de la declaración de independencia, y que todas las acciones puedan tener un epicentro cerrado pero que se vuelquen a la calle. Que la ciudad se vista de Bicentenario.”

Entre la enorme cantidad de actividades protocolares y la vigilia de la noche del 8, se destaca el Festival del Bicentenario, que se desarrollará desde el 9 al 14 de julio en el Hipódromo, donde habrá escenarios musicales, ferias artesanales y ofertas gastronómicas con acceso totalmente gratuito.

LA CIUDAD Más allá de los eventos de coyuntura, resulta inevitable comenzar la visita urbana por el tradicional circuito histórico y así repasar los hitos de aquella lejana e incipiente república. El punto de partida es obvio: vamos hacia la Casa Histórica de Tucumán, que cerró por refacciones y reabrirá, justamente, el 9 de julio, luego de las reformas edilicias que se hicieron para su puesta en valor y la renovación de la propuesta museográfica El nuevo guión aporta información acerca del patrimonio cultural y suma experiencias sensoriales y evocativas más actuales.

La Casa Histórica, tal como la conocemos, no es la original, sino que es parte de una reconstrucción que se hizo en el año 1942, cuando se armó la Comisión Nacional de Monumentos Históricos. “Lo único original es el salón de la junta”, dice Carlos Gómez, guía de la agencia Turismo del Tucumán, durante la recorrida previa al cierre. Gómez lo sabe todo, todo, todo, de la historia de su provincia y del centro histórico, y refresca los pormenores de aquellos tiempos independentistas. “Se eligió Tucumán por una cuestión de ubicación estratégica, porque estaba entre el Alto Perú y el puerto de Buenos Aires, y también les quedaba bien a quienes venían de las otras provincias. Quedaba medio cerca de todos”, resume y sigue: “Tucumán siempre tuvo una activa participación política. Surgió en base al comercio, que trajo riqueza e intercambio cultural. Y acá se crearon las primeras escuelas y universidades, algo que no era común en las otras provincias. Tucumán era un centro político y comercial muy importante”.

El recorrido continuará por los principales puntos del circuito histórico: la Plaza Independencia, donde se destaca la estatua de la Libertad esculpida por la artista tucumana Lola Mora; la Casa de Gobierno, una de las más bellas del país, construida en estilo barroco francés (vale la pena darse una vuelta de noche para verla iluminada); la Iglesia Catedral, la Basílica Menor de la Merced, que es Monumento Histórico Nacional desde 1938, y la Iglesia de San Francisco, entre otros puntos destacados de un recorrido que puede llevar toda la tarde y un poco más.

El Antique Tour Experience es una alternativa original para los paseos urbanos y alrededores. Son diferentes excursiones en antiguos Ford A de la década del 20, una iniciativa del emprendedor Cristian Delaporte, apasionado coleccionista de estas reliquias y también dueño del Hotel Francia. Las excursiones tienen diferentes trayectos y tiempos de duración, desde paseos –siempre personalizados– por el centro de la ciudad hasta incursiones en las Yungas y los Valles Calchaquíes a bordo de estas joyitas.

La ciudad de San Miguel resulta entonces un buen punto de partida para empaparse de historia antes de adentrarnos en un viaje escénico y cultural hacia la naturaleza, la historia y las artesanías de Tafí del Valle.

SENDA TUCUMANA El solo hecho de transitar el sinuoso camino de cornisa que va desde la ciudad hasta Tafí del Valle paga el viaje con creces. El precioso tramo totalmente asfaltado y renovado de la ruta provincial 307, que trepa entre las yungas o selva de altura hasta los 2000 metros sobre el nivel del mar en que se encuentra esta villa de montaña, es uno de esos caminos que hay que hacer, al menos, una vez en la vida. Son poco más de cien kilómetros para llegar a este pueblo que creció notablemente durante los últimos años, favorecido por la renovación del camino. En Tafí viven permanentemente unos 15 mil habitantes, y en temporada pueden sumarse otros 35 mil visitantes, colmando su capacidad en un número que asciende a 50 mil personas en lo más álgido del verano. Pero a pesar de su crecimiento, Tafí mantiene la calidez de pueblo chico, un lugar donde, al fin y al cabo, todos se conocen.

Viajamos en la camioneta de Jerónimo Critto, quien solía venir de vacaciones con sus padres cuando era chico, y vivió en Tafí hasta el año pasado. A pesar de que se mudó a la ciudad, sube todos los fines de semana. Jerónimo es un avezado jinete, ya que en su infancia tafinista salía con sus amigos a deambular a caballo y volvía a su casa al caer el sol. Por eso el hombre aprovechó su pasión y desde hace años organiza cabalgatas y travesías en los alrededores y más allá, entre las que se destaca la Cabalgata de la luna tucumana, que emula la senda de Atahualpa Yupanqui. La travesía dura dos días y una noche con asado y fogón en un puesto de montaña, y sólo se hace en noches de luna llena. “La cabalgata de la luna tucumana no es la reivindicación histórica del mismo circuito, pero sí la salida desde los cañaverales de Acheral subiendo a la cumbre y llegando a Tafi al otro día”, explica Jerónimo en el camino, entre curva y contracurva, en donde se destaca El Chasqui o Monumento al Indio, un escultura de seis metros con un mirador a su lado desde el que se puede disfrutar de majestuosa panorámica de la ruta que discurre entre la selva. “Nuestra intención es integrar a la comunidad en los lugares donde existe la posibilidad de un buen servicio. Hay puestos en el cerro donde nos esperan con un corderito al horno, atendidos con la sencillez del tucumano, que se brinda por entero. Es en los lugares donde la gente te da lo mejor de lo que tiene.”

Ni bien llegamos a Tafí, encaramos directo para su casa, donde funciona El Puesto Cabalgatas, el emprendimiento de turismo rural que deslumbra además con una cocina de campo fusionada con recetas de autor, firmada por la mano de Valeria, la mujer de Jerónimo.

Allí nos espera Omar Rasgido, el peón, quien ya está ensillando los caballos, presto a salir hacia la Cuesta del Frutillar, un sendero que asciende unos 400 metros hasta la Mesada, donde Jerónimo promete una vista que, un rato después, no defraudará a los jinetes que trepamos la cuesta.

Es una tarde soleada y el Alpapuyo ya se posó sobre los cerros de enfrente. Todos hablan con cariño por aquí de esa misteriosa nube que es parte indivisible del paisaje tafinisto, igual que el Cerro El Pelao. Una neblina espesa que llega para quedarse a diario y por un buen rato, hasta que se irá diluyendo imperceptiblemente, tal como llegó. Debajo se ve el dique Angostura, uno de los pocos en el mundo ubicado a más de dos mil metros de altura, donde los fanáticos de la pesca deportiva vienen a buscar pejerreyes en un marco inusual, al igual que los adeptos al yatching y el kitesurf, que se nutren del viento de altura.

La cabalgata dura unas dos horas y es sencilla, aunque no apta para niños, ya que algún que otro tramo bordea una cornisa. Y tiene, claro, panorámicas preciosas, como nos prometió Jerónimo. Una vez en La Mesada hacemos una alto para un refrigerio con alfajores artesanales de Tafí, y aprovechamos a estirar las piernas e iniciar el descenso.

LA RUTA DEL ARTESANO Jonatan Córdoba es tafinisto y, entre las muchas actividades a las que se dedica este pibe de 23 años, trabaja como guía de turismo en la agencia La Cumbre. Jonatan pasa a buscarnos a media mañana por la hostería Lunahuana, en una Land Rover 4x4, para llevarnos a conocer la Ruta de los Artesanos. En el trayecto, antes de la primera parada, el joven guía cuenta que Tafí está compuesto por dos valles: a un lado el Valle de Tafí, y al otro el Valle de Las Carreras. Mientras en Tafí se desarrolló el turismo, en Las Carreras la vida transcurre igual que antaño, cuando los primeros pobladores llegaron hasta aquí. La agricultura es la actividad principal, la papa semilla el cultivo estrella y la elaboración de quesos uno de los puntos fuertes del valle, tanto es así que por acá se realiza el Festival Nacional del Queso, desde hace más de 45 años, en el mes de febrero. Uno de los productores más importantes es la tradicional Estancia Las Carreras, que además de elaborar un queso manchego de calidad premium, es un emprendimiento de turismo rural de alta categoría. Las Carreras es la única de las cuatro estancias fundacionales de Tafí del Valle que sigue operativa. "Las estancias marcaron el inicio del lugar. Los terratenientes venían a pasar el verano, llegaban a caballo, en viajes de dos días y pasaban una noche en la montaña", cuenta Jonatan.

Y también por acá, en ambos valles, hay varios artesanos, que están asociados en la Ruta de los Artesanos impulsada por el Ente Tucumán Turismo. Se pueden visitar tejedores, ceramistas, talabarteros y escultores que mostrarán con orgullo su trabajo, a precios accesibles.

Nuestra primera parada será en Los Suris Cerámica, un emprendimiento de Rossana Carrizano y Rosa Gonzales, tafinistas de pura cepa, dos mujeres que emplean la mismas técnicas que se utilizaban antes de la conquista. Ellas trabajan la arcilla de la montaña, la limpian y transforman en piezas utilitarias de cerámica. Hacen cuencos, ollas y vasos que venden a muy buen precio . "Empezamos en el año 2000 con un curso de capacitación en el que nos enseñaban las distintas técnicas Al principio era un hobby, hasta que en 2002 terminamos el curso, dejamos nuestro trabajo y hoy vivimos de esto", cuenta Rossana.

Seguimos ahora rumbo Mayumama, el taller de Valeria Campitelli, quien vino de su Santiago del Estero natal junto a su pareja, Fernando, y sus pequeñas hijas, hace seis años. Valeria trabaja con paciencia zen la técnica de la cerámica esmaltada. "Estudié en Tucumán y estoy desde el año '97 trabajando en el rubro", detalla mientras pinta y moldea una pieza en el taller vidriado que da al jardín de la casa-. En Mayumama hacen finos platos, cuencos, tazas, esculturas y hasta piezas para el baño o la cocina, que venden en el taller o por pedido.

Dejamos Mayumama y el Valle del Tafí para adentrarnos en el Valle de Las Carreras. Vamos ahora hacia el taller Los Alisos, de Rogelio Romano, situado en el paraje El Remate. Para llegar, hay que cruzar un arroyito que baja desde la Cascada Los Alisos, una caída de agua a la que sólo se llega a pie, después de tres horas de caminata. Rogelio es hombre de pocas palabras, y entonces hay que preguntarle. "Yo aprendí de mi mamá, y todo es bordado a mano", responde, y agrega con orgullo que él mismo hace todo el procedimiento, de punta a punta: esquila, hila, y tiñe. Rogelio habla sin quitar la vista del rústico telar de pie, igualito al que se usa desde los tiempos de sus abuelos y más allá, en el que trabaja con gran destreza. Un telar donde teje increíbles peleros, almohadones, cubrecamas y pies de cama como los que visten las habitaciones del coqueto hotel de la Estancia Las Carreras.

Pegadito a lo de Rogelio está el taller El Remate, de Jacinta Romano, sobrina de Rogelio, quien trabajó muchos años codo a codo con su tío, de quien aprendió todo, hasta que se independizó, pocos años atrás. Jacinta trabaja la lana de llama y de oveja y teje mantas, chalinas, caminos de mesa, ruanas cubrecamas, cortinas, individuales y fundas de almohadones que tiñe con tintes naturales. Aunque aclara que no es ella quien los prepara. "No es una cooperativa sino una cadena de trabajo. Usamos todo lo que está en ramas, hojas y raíces", dice Jacinta, mientras teje y el telar repiquetea, seco, en el taller de paredes de adobe.

La Casa Histórica, eje de las celebraciones del Bicentenario, escenario reconstruido de los hechos de julio de 1816.

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