turismo

Martes, 4 de enero de 2005

ESCAPADAS - TURISMO RURAL EN LOS CARDALES

Una hostería rural

A menos de una hora del centro de Buenos Aires, en la localidad de Los Cardales, existe la posibilidad de pasar un fin de semana en el campo en una hostería con aires de casco colonial. Descanso con vida al aire, piscina y un jardín que invita a reposar en una hamaca con buena lectura. Desde allí, una visita a la reserva ecológica de Otamendi.

Por J. V.

La propuesta es radicalmente sencilla. Descansar recostado junto a la piscina, reposar en una hamaca en el jardín disfrutando de buena lectura, darse un remojón en la pileta y seguir bajo el sol. Quien quiera un poco de movimiento puede salir a cabalgar a la vera del río Luján, andar en bicicleta por algún camino de tierra entre los campos sembrados, visitar la interesante reserva ecológica de Otamendi o también ponerle un poco más de adrenalina a la jornada e ir a volar en globo o parapente.
Para completar un día sencillamente intenso en la hostería Las Fraulis, después de la cena se puede disfrutar de una buena película traída desde casa para verla en la videocasetera, o elegir alguna por DirectTV. Por la noche el silencio es absoluto, aunque si se presta un poco de atención se descubrirá la infinita gama de matices combinados que produce el submundo de los insectos nocturnos. Algún tero anuncia a los gritos la presencia de un intruso del reino animal y, salvo estos agradables sonidos, no se oye nada más.
Las Fraulis está ubicada junto a una ruta muy angosta y poco transitada que nace de la Panamericana. La zona es muy verde y proliferan las quintas de fin de semana, los campos sembrados y un barrio privado cuya garita de seguridad está justo enfrente de la entrada a la hostería.
La tranquilidad –objetivo máximo del lugar– está garantizada de varias maneras. Por empezar, no está permitido venir a la hostería sólo para pasar el día, sino que hay que alojarse. De esta forma el tope máximo de personas que disfruta de este predio de menos de una hectárea es de apenas doce visitantes. Tampoco se permite venir con menores de doce años, ya que los dueños consideran que no hay instalaciones para garantizar su entretenimiento.
Un agregado que valoran mucho los visitantes de Las Fraulis son las clases de yoga, las sesiones de gimnasia en la pileta y las clases de tango que se alternan los fines de semana (siempre incluidas en la tarifa). También suelen amenizar la cena algún dúo de tango o solistas de violín y de arpa.
En total hay seis pequeñas habitaciones dobles que dan a una galería en forma de L que bordea la piscina. Cada una tiene aire acondicionado, calefacción para el invierno, televisión y baño privado. Y quienes deseen no desconectarse totalmente del mundanal ruido tienen una vía de escape por Internet.

Paseo ecológico desde la hostería
A orillas del río Paraná de las Palmas –y a diez minutos de Las Fraulis–, la Reserva Natural Otamendi es un interesante lugar para conocer los últimos relictos que quedan en la provincia de lo que fue el paisaje autóctono del nordeste bonaerense, antes de ser modificado por el hombre blanco. Su valor ecológico es inmenso –no tanto a nivel paisajes–, ya que aquí se concentra una diversidad de ambientes que incluye la selva ribereña, los bajíos con lagunas, los montes de talas sobre una barranca y los pastizales pampeanos. La reserva está a cargo de la Administración de Parques Nacionales y dispone de senderos interpretativos a la sombra de los ombúes con carteles muy didácticos que ayudan a entender el entorno natural. Los guardaparques, por su lado, ofrecen visitas guiadas.
Para llegar al Paraná de las Palmas y ver de cerca el ambiente de los bañados hay que salir de la reserva y dirigirse a la estación de tren de Otamendi. Allí nace un camino de tierra de 5,5 kilómetros que atraviesa el bañado, y con la ayuda de binoculares –y mucha suerte– se podrá avistar la fauna mayor de la reserva, tímida y esquiva por derecho propio. Entre los pastos se guarecen el ciervo de los pantanos –casi en extinción por la excesiva caza– y el gato montés melánico (totalmente negro). La avifauna, si bien es difícil de ver, puede ser descubierta por un oído entrenado y un ojo atento: junqueros, tachuríes, sietecolores, halconcitos y el federal –de resplandeciente plumaje negro y capuchón escarlata–. Entre los anfibios, no pasará desapercibida la ranita del zarzal, con su peculiar llamada que remite a gotas de agua que caen. Los espejos de aguaofrecen una profusión de plantas flotantes –como los repollitos de agua– y aves nadadoras como los patos, las gallaretas y los cisnes.

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