Dom 09.07.2006
turismo

BARILOCHE > EXCURSIóN AL CERRO LEONES

Cavernas tehuelches

A 15 kilómetros de Bariloche existe un antiguo volcán con tres cavernas que fueron hogar, taller y cementerio de comunidades tehuelches. Una caminata hasta la boca de las cuevas para entrar en sus profundidades y observar el ambiente original que habitaron los aborígenes, tal cual como lo encontró el perito Moreno en 1880.

› Por Julián Varsavsky

“Continuamos al Sud el martes 10 de abril. Las morenas glaciarias rodean el lago por el oriente, dominado por el negro promontorio volcánico de Telque Malal, en cuyas cavernas descubrí en el viaje de 1880 un curioso cementerio indígena.” El testimonio pertenece al perito Moreno, el famoso explorador de la Patagonia, quien también comprobó que en las cavernas solían dormir en ese entonces los “leones”, como se llamaba al puma americano.

Trekking tranquilo La excursión al cerro comienza desde una agradable confitería con una vista panorámica de los cerros Catedral, Otto y Tronador, que rodean el lago Nahuel Huapi. Al inicio un micro alcanza a los viajeros hasta un punto medio sobre la ladera, donde se sigue con un trekking seguro y tranquilo que recorre 500 metros hasta la primera caverna. Visto desde abajo, el cerro Leones, cuya altura es de 325 metros, parece una fortaleza medieval con escarpadas paredes de piedra que sobresalen en la planicie esteparia.

En su origen el cerro fue un volcán que estalló en un infierno de lava, pero no sólo por su cráter sino también por los costados, donde las burbujas magmáticas que canalizaban los gases tóxicos formaron una serie de cavernas. Hoy en día las paredes de la montaña parecen un hojaldre que se puede desarmar con la mano.

A los 15 minutos de caminata se llega a la primera de las cuevas que descubrió el perito Moreno, “formada por dos salas oscuras, donde cavé a tientas y extraje un cráneo humano”, según documentan los diarios de viaje. Los habitantes de estas cavernas pertenecieron a la etnia tehuelche, quienes por aquella época todavía eran nómadas –aun no utilizaban las tolderías– y llegaron a esta zona buscando guanacos, su alimento principal y también su abrigo.

Esta caverna, de 15 metros de profundidad tenía una temperatura más o menos estable durante todo el año, oscilando entre los 10 y 12 grados centígrados, por más que afuera estuviese todo nevado. En algún momento llegaron a vivir aquí entre 40 y 50 personas y el suelo estaba alfombrado con cuero de animales.

A la salida de la caverna, el guía les explica a los visitantes que en un área de grandes piedras se descubrieron los restos de un taller indígena al aire libre, donde se encontraron unos picadores de piedra que servían para afilar el sílice y la obsidiana, con los que hacían puntas de flecha y de lanza. Las otras actividades que se realizaban en ese taller eran las de curtiembre, para las que usaban raspadores con que les quitaban la grasa a los cueros. Algunas de estas herramientas, junto con restos de cuero, se exhiben en una vitrina de la confitería del lugar, aunque la mayoría de esos objetos así como restos de las tumbas están en el sector que armó el perito Moreno en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. También la cocina estaba afuera, como lo demuestra un “colchón” de carbón encontrado allí.

El paseo continúa por una segunda caverna, ubicada unos metros más adelante, donde se hallaron elementos de cocina, pipas de arcilla, cucharas de madera y morteros. En las paredes hay unas pinturas rupestres bastante borrosas en las que se pueden distinguir unas guardas geométricas.

HACIA LO PROFUNDO La tercera cueva que se visita es la más grande, aunque no fue habitada porque su gran abertura no protegía del frío y era insegura ante el ataque de las fieras. De todas formas, junto a unas rocas apareció el atuendo de una machi, como llamaban a las curanderas y guías espirituales de la comunidad. Antes de ingresar en la cueva el guía advierte que la última parte del paseo no es apta para claustrofóbicos, ya que se caminarán 130 metros hacia las profundidades. El lugar más divertido es cuando se llega a una especie de boquete muy angosto con un túnel por donde apenas se puede pasar a gatas. En total son sólo tres metros y del otro lado se abre una nueva sala cuya oscuridad es absoluta. Cada viajero tiene su correspondiente casco con un foco en la frente que permite avanzar. Aquí el guía propone un juego: apagar las linternas y guardar un absoluto silencio. La experiencia causa cierto pavor y los latidos del corazón se aceleran un poco hasta que todos se acostumbran a esa ausencia de sonidos y de luz. Luego el guía rompe el silencio arrojando una piedrita hacia adelante y se oye un “gluck” cuando se hunde en el agua. Entonces enciende su linterna y señala una lagunita al final de la sala, donde unos buzos espeleólogos se sumergieron hasta el origen de ese manantial en las napas subterráneas y encontraron otro pequeño túnel. El guía cuenta que los buzos atravesaron ese túnel y descubrieron del otro lado una sala más de la caverna. Casi una aventura subterránea que evoca el Viaje al centro de la Tierra que imaginó Julio Verne.

EL ULTIMO TRAMO Cuando el viento y el frío lo permiten, la excursión continúa hasta la cumbre del cerro, subiendo 25 minutos más por la ladera escalonada de roca basáltica. En total, desde donde comienza la caminata, son unos mil metros de ascenso hasta la cumbre. Al abandonar la caverna —si es que no se regresa por el mismo camino–, se sube unos 100 metros hasta un bosquecito de cipreses de la cordillera, algunos con varios siglos de existencia. Donde están los cipreses el camino ya es totalmente plano y la última subida hasta la cumbre es de apenas 5 metros. Aquí estaba el cráter del antiguo volcán y la panorámica de 360 grados permite ver la estepa propiamente dicha hacia el este, donde se comienza a delinear la meseta patagónica, mientras que hacia el oeste se vislumbran la cordillera y sus bosques. El cerro está en el medio, en un ecotono de transición entre el bosque y la estepa.

AQUEL PUEBLO TEHUELCHE

En un hecho muy recordado, a mediados de junio de 1520, cuando la expedición de Hernando de Magallanes esperaba el final del invierno en la bahía de San Julián, se presentó ante los navegantes un indígena de talla muy grande, “tan grande que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura”, exageró Pigafetta, el cronista de la expedición. Fue el primer tehuelche que los europeos vieron cara a cara. Y fue en parte a raíz de ese encuentro que Magallanes los llamó Patagones, en referencia a las grandes huellas que dejaban. Pero si bien es cierto que estos indígenas superaban bastante en talla a los españoles, su tamaño era aumentado en apariencia por las gruesas pieles rellenas de hierba con que se cubrían el cuerpo y los pies.

En general los hombres tehuelches vivían un promedio de 40 años, mientras que las mujeres solían morir más jóvenes como consecuencia de los partos. Salían en grupos de caza integrados por una veintena de hombres y mientras fueron nómadas no crearon cementerios, sino que enterraban a sus muertos donde morían. En el siglo XVII, al llegar los mapuches desde el otro lado de la cordillera corridos por la conquista, se da un proceso de araucanización de los tehuelches. De sus vecinos aprendieron a construir toldos con cueros y palos, y adquirieron hábitos de la vida sedentaria como la pesca y la agricultura. Además incorporaron el uso de los cementerios.

DATOS UTILES

  • Cuánto cuesta: La tarifa de la excursión es de $ 28 para los adultos y $ 18 para los menores de 10 años. El transporte ida y vuelta desde Bariloche cuesta $ 10. Si se llega a ir a la cumbre, la excursión dura dos horas y media en total. Además se puede realizar todos los días y hay un mínimo de cuatro salidas diarias, entre las 11 y las 16.30 (la exigencia física es muy baja). En la confitería se puede pedir una picada de ahumados o tomar un café con una hermosa vista del lago. Más información:
    www.cerroleones.com
    Tel.: 02944-468200
  • Dónde alojarse: Sol y Paz es un complejo de cabañas y bungalows equipados con calefacción y agua caliente, Internet, televisión, horno microondas, vajilla y ropa de blanco completa. El complejo está ubicado a 10 minutos del centro de Bariloche, sobre la Av. Bustillo Km. 10.630. Una cabaña para dos personas cuesta entre $ 190 y $ 240. Y una cuádruple entre $ 240 y $ 340.
    www.solypazbariloche.com.ar
    Tel.: 02944-462784

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