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OPINION

Dos proyectos pedagógicos

Por María Moreno

1 Si como dice Richard Sennet en su libro El declive del hombre público, cada vez más los conflictos políticos son interpretados en función de la actuación de las personalidades políticas, la credibilidad de éstas en lugar de sus realizaciones, sus estilos en lugar de los textos que pronuncian,
convirtiendo los hechos sociales en símbolos de tal o cual carisma, sería eficaz que los políticos, en lugar de utilizar sus puestas en escena como recursos subliminales de acuerdo con sus asesores de imagen, asumieran, de una vez por todas, su condición de performing artists: sus campañas deberían incluir exclusivamente su participación en calidad de puntos en programas como “Video match”, “Caiga quien caiga”, “La Biblia y el calefón” o sus sustitutos de clonada imaginación. Los candidatos podrían exhibir
y explicitar distintos estilos de retórica, hacer disputatios públicas pero
con sus lugares cambiados –por ejemplo hubiera sido interesante que, durante las últimas elecciones, Ibarra representara a Cavallo y viceversa bajo reglas estrictas que prohibieran la parodia o el perfil bajo deliberado, convirtiendo a aquellos que antiguamente se denominaban bajo la categoría de pueblo en jurados activos en la confirmación de una certeza que, según los especialistas, vienen sosteniendo desde hace tiempo:
que toda campaña es el absoluto de la apariencia. De este modo, paradójicamente, mintiendo a sabiendas o dejando al descubierto el proceso de producción de sus ficciones, podrían recuperar su credibilidad. Y si es obvio que el príncipe Carlos no se tambaleó a causa de soñarse
un tampax, que Herminio Iglesias no sólo se fue al descenso por quemar un ataúd y que a Bill Clinton lo que casi lo pierde no fue simplemente una fellatio fuera de su cama, este teatro abierto tendría además la función pedagógica de hacer evidente que la política verdadera se juega en otra parte, es más compleja e inaccesible a sus principales interesados.

2 La probation, esa filantropía legal compulsiva a menudo no suele imponer sanciones que tengan relación alguna con el delito que se pretende sancionar mediante su uso. ¿Qué relación puede haber entre el hecho de atropellar y abandonar a alguien en la vía pública y leer en voz alta a no videntes? Sería interesante aplicar a la condena de Guillermo Luque o Fabián Tablado, por ejemplo, un plus de probation consistente
en el usufructo de una beca por tiempo indeterminado en las jornadas de ATEM 25 de Noviembre dedicadas a la prevención contra la violencia sobre la mujer, a las de Psicoanálisis y Género para asistir a mesas redondas tituladas por ejemplo “Toda mujer ¿ama a un fascista?
Opciones políticas femeninas y vida privada”, con la participación de Ana María Amado e Irene Meler y coordinadas por Mabel Burín, cumplimiento de servicio voluntario en el Centro de Asistencia a la Víctima y otras misiones afines. No se trataría de una tarea “regeneradora” –quizás algunos de los implicados, de poder elegir elegirían a cambio la celda de castigo o la prolongación de la pena– sino de confrontación. Más allá de su eficacia jurídica constituiría un valioso aporte a la investigación, favoreciendo el trabajo de campo sobre un objeto al que el feminismo
sólo suele acceder “leyendo” en las heridas que inflige: el victimario.

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