Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Las/12

volver

OPINION

La filosofía y las víctimas

Por Jose Pablo Feinman

Hay una idea que últimamente me obsesiona, no se aparta de mí. Y esa obsesión me hace feliz porque la idea que la alimenta es, decididamente, una buena idea. Dice así: que la filosofía –como lo quería Adorno– se ponga del lado de las víctimas. Este es un mundo de poderosos, de banqueros insensibles que miran la realidad desde las estadísticas, desde las cuentas que cierran o no cierran. Es el mundo del ajuste fiscal, de la flexibilización laboral, de la concentración mass-mediática. Este mundo condena a la extrema pobreza, a la desesperanza y a la violencia irracional a la mayor parte de los hombres de este planeta. La filosofía debe proponerse –al calor de la undécima tesis sobre Feuerbach de Marx– cambiar este mundo. No debe ya vivir con culpa inmovilizadora el fracaso de los llamados socialismos reales. Fracasó una forma del socialismo, la que se basaba en la dictadura del proletariado que devino dictadura del partido y del Estado autoritario y dogmático. Eso no es todo el socialismo. El socialismo es seguir creyendo que el hombre puede aún vivir en un mundo humano, que lo contenga, que le dé trabajo y no lo arroje a la marginalidad desesperada. El trabajo –en Hegel– era el medio por el que el esclavo se humanizaba, construía una cultura. No en vano quienes quieren esclavizar definitivamente al hombre quieren quitarle el trabajo. Es cierto –como se obstinan en pregonar las filosofías hermenéuticas– que no hay hechos sino interpretaciones. Pero esto, lejos de llevarnos a la creación de un universo lingüístico en que los discursos remiten a los discursos, las palabras a las palabras, un mundo retórico que no nombra las palabras terribles de la condición humana de hoy: hambre, exclusión, tortura, muerte, debe conducirnos a la búsqueda de una filosofía de la rebelión. Una filosofía que vuelva a poner al hombre en el centro de la historia y que le diga que sí, que algo se puede hacer, que aún hay un reducto de libertad no avasallado por el discurso del Poder, y que ese reducto es la conciencia como herramienta de la negación. Decir no, no les creo, hoy, es el comienzo de un pensamiento libre. Y en un mundo construido para la dominación, para el sofocamiento de las conciencias, la libertad, no la libertad de mercado, no la libertad del Poder, sino la libertad del sujeto que se afirma desde sí y dice esto es intolerable, es, definitivamente, una buena noticia.

arriba