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La música gratis

El MP3 es un programa informático que amenaza con liquidar la industria discográfica: el nuevo formato permitirá almacenar una altísima cantidad de sonidos en un solo CD, tomándolos de Internet. Está cerca.

Por Carlos Polimeni

Hace diez años, la masificación del compact comenzó a convertir en antigualla los longplays, que durante tres décadas habían constituido el formato ideal para escuchar música, aunque desde los ochenta sufrieran la embestida de los casetes. Hoy, para miles de usuarios de Internet en el mundo, los compact han comenzado a ser pasado: la invención del
MP3, un formato de compresión de archivos –que permite almacenar sonidos en porciones reducidas del disco rígido de una computadora, un diskette o un CD ROM– amenaza con revolucionar radicalmente el modo en que se consume música en el mundo entero.
El MP3 es el nombre de un programa que permite que uno pueda tener toda la discografía de Los Beatles, por ejemplo, en un solo disco compacto. El sonido no es tan bueno como el de un CD, pero la diferencia puede no importar tanto si se agrega que el costo de acceso al material para el usuario es... nulo. El MP3, que puede parecer sánscrito para los neófitos, es hoy un programa muy popular entre quienes tienen computadoras, en especial para los cibernautas, pero su explosión hacia la cultura de masas, dicen los expertos, está mucho más cerca del piso que del techo. La industria, en tanto, está que trina. La Recording Industry Association of America, cámara que agrupa a los sellos discográficos de Estados Unidos, acaba de lograr (con relativa facilidad) que se clausuren docenas de websites de grupos o solistas de música porque miles de usuarios “bajaban” de ahí los temas de sus artistas favoritos. Lo que equivalía a que no compraban sus discos. Y es más, a que muchos fabricaban a partir de eso compacts truchos.
“MP3” ha desplazado este año a “sex” como la palabra más popular en los buscadores de Internet. Hay un impedimento técnico, aún, que ha evitado la explosión hacia las masas: los reproductores portátiles de MP3 todavía no se han desarrollado lo suficiente como para convertirse en masivos. Es que no son lectores de CD ROM sino microprocesadores que pueden almacenar apenas unos 74 minutos de música. Pero, a ese panorama acaba de agregarse un enorme aliado, llamado Napster Community Music, que es una especie de gigantesca fonola virtual. Y que, como corresponde a estos tiempos, fue creada por un “joven maravilla” de 19 años llamado Shawn Fanning. Funciona así: el usuario se inscribe en un site de Internet (www.napster.com) y ofrece los archivos MP3 que tiene en su computadora. A cambio, tiene derecho a bajar las canciones de todos los asociados... que son cientos de miles y que cargan en sus máquinas desde discografías básicas hasta rarezas y grabaciones piratas de sus artistas favoritos. Es el retorno a la lógica del trueque, ni más ni menos. La irrupción en la aldea virtual de esta gigantesca cooperativa horizontal tiene en ascuas al mundo discográfico. Varias corporaciones están comenzando juicios millonarios contra la empresa, que alega ser un simple conducto entre los usuarios.
Las opiniones entre los músicos están divididas. Los heavies Metallica y el rapero Dr. Dre, por ejemplo, iniciaron la semana pasada demandas contra Napster, solicitando que diera de baja a quienes hubieran intercambiado música producida por ellos (300 mil y 260 mil usuarios, respectivamente) alegando que violaron el derecho a la propiedad intelectual. En el caso de Metallica, la empresa accedió, pero unos 30 mil abonados se declararon inocentes y pidieron ser reconectados. Por otra parte, en este panorama, se creó un movimiento de ex fans del grupo, que destruyeron sus CD’s oficiales en un acto público. Lars Ulrich, baterista del grupo, llevó personalmente a la sede física del site unas voluminosas 60 mil páginas con los nombres de todos los infractores y más tarde debatió por televisión con el rapero Chuck D, uno de los más fervientes defensores de Napster y el MP3. El argumento del líder del revulsivo grupo Public Enemy es que la compañía difunde la música y que provoca la compra de CD’s. Los neo punk The Offspring también hablaron a favor de la compañía y los nü metal Limp Bizkit harán una gira de conciertos gratuitos promovidos por ella.
Fanning declaró haber detectado usuarios de Napster en el mismísimo Pentágono, sede del comando de las fuerzas armadas de Estados Unidos. Una encuesta reveló que siete de cada diez estudiantes de Nueva Inglaterra admiten haber intercambiado temas a través de Napster al menos una vez por mes. Trescientas universidades de ese país han bloqueado el software de la empresa en sus computadoras. Visto desde la Argentina, donde el precio de las comunicaciones telefónicas todavía hace poco rentable bajar canciones de Internet, el problema todavía parece lejano y ajeno, pero todo indica que el futuro llega, en el siglo 21, mucho antes de lo que se esperaba hasta antes de ayer.
La industria discográfica está planteándose, a la velocidad que el caso requiere, cómo hacer para controlar este libre acceso a la música que puede llevarla a la debacle. El problema mayor, dicen, es que los más jóvenes se han acostumbrado a que no deben pagar para tener sus canciones favoritas y que costará hacerlos cambiar de idea. Por eso, los sellos quieren meterse urgente a distribuir sonidos digitalmente, con las correspondientes protecciones contra la piratería. Pero todavía no están listos. Y una nueva revolución virtual, aún más temible para los históricos popes del negocio, está pergeñándose: se llama Freenet, fue diseñado por el joven programador irlandés Ian Clark, y permitirá saltar por sobre todas las codificaciones que intente la industria para proteger el copyright. El mundo en que nadie tenga que pagar mucho dinero –o quizá ninguno– para acceder a la música que quiera será, sin duda, un mundo mejor. Y está cerca. Muy cerca.

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