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OPINION

¡Swift lo hizo!

(para Florencia, por una buena idea)
Por Rudy

Hace unos trescientos años Jonathan Swift escribía un cuento en el que sugería simplemente comerse a los pobres, para acabar de una vez por todas con dos problemas: el hambre y la pobreza. De esa forma se terminarían para siempre los estallidos sociales, los cortes de ruta, las huelgas. Los ricos podrían vivir felices, los gobernantes podían prometer salariazos, revoluciones productivas, cinco por uno, que con democracia se iba a comer, curar y educar, o simplemente nada: ¿Cómo prometerles algo a los que ya tenían todo?
Por algún motivo que desconocemos los gobiernos de aquel entonces desoyeron la idea de Swift (quizás eran déspotas pero no ilustrados). Pasó el tiempo y los pobres siguieron poblando la faz de la Tierra, se podría decir que cada vez en mayor cantidad. Las autoridades hicieron todo lo posible para mantener un buen número de ellos, por cuestiones tal vez ecológicas, o religiosas, seguramente mercantiles.
En el siglo XXI los pobres siguen existiendo, tienen hambre (a diferencia de los niños ricos, que tienen tristeza), y reclaman pan, paz, trabajo, casa, algo para meter adentro del pan, salud, y todo aquello que les fuera prometido y jamás cumplido por candidatos a presidente, príncipes con ganas de ser rey, generales, sacerdotes, líderes de toda laya, militares, espirituales, racionales y virtuales.
¿Es posible que, después de la de Swift, no haya habido ninguna “buena idea” para terminar con la pobreza? No creemos tal cosa, por eso acá van algunas:
l mandarlos a vivir a Internet: de esta forma van a tener una dirección, un techo, un lugar en la nada. Puede ser “Queremos.com.er”. Los que se molestan por los mendigos en la calle, ahora pueden evitar la miseria no visitando su página.
l declararlos ricos y famosos: el gobierno decide que a partir del día de la fecha, por ley, los pobres tienen trabajo, ganan buen dinero, habitan palacios y deben pagar impuestos para auxiliar las pobres arcas fiscales. Si los ex pobres no cumplen con la ley, ahora es por culpa de ellos.
l crear dos, tres, muchos planes de asistencia: a los pobres que no asisten les ponen falta, y a las 20 faltas los dejan libres. Los planes se pueden llamar: Aguantar, Zafar, Disimular, Postergar y otros infinitivos (en el sentido que sirven
para retrasar el tema al infinito... y más allá).
Con una buena campaña en los medios, convertir a los pobres en “objetos de culto” entonces los “transgresores profesionales” se harían amigos de un pobre, y todas las señoras ricas y bienpensantes querrían que su hija se casase con un pobre, que así dejaría de serlo.
O sea, buenas ideas es lo que sobran. Algunas son novedosas; otras, como dice la abuela, más viejas que la miseria. Y si no, siempre queda escribir Los viajes de Gulliver.

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