Suplemento especial

Oscar Rubén Larrauri

El último de los deportistas

por Pablo Vignone

Oscar Rubén Larrauri

El sueño de los que idearon Página/12 tardó mucho menos en cristalizar que el de Oscar Rubén Larrauri, que había empollado el suyo mucho antes y que lo vio corporizarse menos de un año después de que este diario iniciara esta larga travesía de 19 años.

A Oscar lo amargó la circunstancia, puede decirse. Yo diría que resulta ser el último ejemplar de deportista auténtico que anda circulando por ahí, dando vueltas (en sentido literal), deportista en el doble sentido del que lo hace por deporte y del que cree que el triunfo carece de sentido aunque desborde de legalidad en la medida en que peque de ilegítimo.

¿Mereció Oscar Rubén Larrauri una tapa de Página/12? Quién sabe: entre las casi 6300 que se produjeron hasta mediados de este mes, el deporte se ganó apenas un puñado. Pero él habría sido el primero en señalar el inmerecimiento. ¿Qué es, qué fue, sino un simple corredor de autos? Se acota: con el más amplio sentido de conciencia social y deportiva que uno haya conocido.

Su pico de excelencia deportiva, su cima individual, coincidió con la tragedia nacional de la Guerra de las Malvinas. Corría en Europa Larrauri: peleaba el campeonato de la Fórmula 3 cuando los ingleses no querían dejarlo entrar a su país a competir. En la pista, Poppy dominaba a sus rivales, fuera de ella sentía la hostilidad y el aislamiento. El 4 de junio de 1982 ganó en Zandvoort, Holanda, un pedazo de Inglaterra en el continente; tocaron el himno italiano, no el argentino. Viajó esa misma tarde a Milán, donde vivía, pero terminó celebrando solo en una pizzería. No se arredró: a fin de año había ganado el campeonato, el derecho a conocer a Enzo Ferrari, un pagaré de ilusiones y un largo destierro.

Su sueño de Fórmula 1 estaba maduro entonces, pero el empujón final llegó recién seis años después, en abril de 1988, a menos de un año de la puesta a punto de Página/12. Fue el premio por haber reunido a los elementos clave del modesto equipo Eurobrun (que por entonces era menos que Minardi). La dignidad de Larrauri jamás fue puesta a prueba. Corrió pocos Grand Prix pero salió airoso.

Respetado en Europa y los Estados Unidos por su eficacia de jornalero, corriendo allí donde un patrón rico le pagara un sueldo, respetado a un nivel desconocido en su propio país, Larrauri pegó la vuelta a fines de los ´90, para dar trabajo: una amiga italiana a la que había seducido le facilitó el capital inicial para montar un frigorífico en las afueras de Rosario, con el que dio (y da todavía) trabajo a un centenar de personas.

Sus reflexiones jamás pudieron sacarse de encima ese tono peninsular, por fortuna. Sus convicciones lo llevaron a inmiscuirse en la política, de la que salió shockeado pero no arrepentido. Fue concejal en su ciudad entre 2001 y 2005. En ese lapso presentó más de 1000 proyectos, de los cuales le aprobaron 850. En ese lapso recibió unos 135.000 pesos en dietas, pero no gastó un solo centavo: los donó por completo; en su página web se puede seguir el detalle peso a peso. Lo mismo hizo con 36 toneladas de alimentos que recogió aquí o allá.

La vida lo golpeó duro a Oscar. Lo de la Fórmula 1, en todo caso, resultó anecdótico. Atravesó su desgracia de grande, no hace tantos años, cuando su único hijo, de año y medio, sufrió una horrible muerte en su propia casa. Oscar, que había sacado finalmente el pie del acelerador, volvió a calzarse un casco y los guantes, porque sólo le faltaba usar como anestesiante al deporte para mitigar su dolor. Aun sabiendo que nunca lo conseguiría. “A veces se hace duro”, repone con ese tonito tan propio, sin poder disimular la tristeza.

Le interesó menos ganar que competir con honestidad. No hace mucho manejaba para un equipo que, francamente, no estaba a la altura de su trayectoria. Se lo sugerí: se negó a hablar mal de los que se quedaban sin dormir para poder darle un auto con que correr. Hace un tiempo se organizó en 9 de Julio un homenaje a José Froilán González. Fueron varios ex pilotos argentinos de F-1 desde Buenos Aires: Poppy se vino de un tiro desde Rosario. “No podía hacer menos.” Froilán fue quien le había abierto la puerta de Ferrari, y aunque el contacto nunca diera frutos, el rosarino le tributa un eterno agradecimiento.

Debe haber sido uno de los 20 o 30 mejores pilotos de que gozó el deporte argentino en su rica historia. Seguro que fue uno de los mejores tipos que tomó parte de un acontecimiento deportivo en esta tierra. Más que seguro.

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