Por oscar ranzani
Fernando “Pino” Solanas dedicó toda una vida a denunciar injusticias a través del cine, en una carrera que arranca con el Grupo Cine de Liberación y sigue por las actuales Memoria del saqueo y La dignidad de los nadies. Solanas era del grupo de personas que sabían que se estaba gestando el golpe de Estado y que el fantasma estaba dispuesto a actuar como actuó, en las sombras. “En la noche del 23 de marzo de 1976 yo estaba en un restaurante de Charcas y Paraná”, recuerda Solanas. “Cenaba con Astor Piazzolla porque hacía un año que venía elaborando un proyecto de largometraje llamado Adiós Nonino, con el título de su principal tango y donde Astor iba a actuar. Era la historia de un bandoneonista rosarino que venía a Buenos Aires. A su vez, era una historia de creación, tenía que ver con el tango. La película estaba declarada de interés por el Instituto de Cinematografía.”
Solanas no recuerda fehacientemente de qué hablaron, pero sí los pasos posteriores a la despedida: “Cerca de la medianoche fui a hacia la 9 de Julio para tomar el colectivo o el tren a Belgrano, que era donde vivía, y me llamaron la atención los tanques. Ya estaban los tanques. El día 24 amanecimos con la noticia del golpe. Era la sombra. Llegaba el fantasma de la represión. Sabíamos que venía un golpe pero no hasta cuándo y que era un golpe de muy diverso nivel y que también era la coronación de la escalada represiva que había comenzado ya después de la muerte de Perón”.
Para Solanas es indispensable para entender su historia hablar de 1974, año en que acechaban otros fantasmas que también actuaban en las sombras. “Después de la muerte de Perón –cuenta– se produce el asesinato de Ortega Peña, muere Tosco, Atilio López, asesinan a Prats y su mujer. Todas estas cosas pasan. O el ‘Septiembre Negro’ del ‘74, el asesinato de Silvio Frondizi o el de Julio Troxler.” Por aquella época Solanas estaba filmando Los hijos de Fierro y recuerda que “Julio Troxler –viejo militante peronista– debía venir a filmar conmigo a Sierra de la Ventana. El hacía un personaje en la película y no pudo venir porque tenía que dar una clase en la Facultad de Derecho donde era asesor penal. Y en el medio de las sierras me entero que acababan de asesinarlo”.
Para septiembre, era Solanas el que recibía amenazas de muerte. “Fue la oleada de amenazas que hubo hacia artistas, intelectuales, gente comprometida, a cargo de la Triple A. Yo terminé Los hijos de Fierro viviendo fuera de mi casa.” A Solanas ya le estaban golpeando la puerta de su oficina y habían pasado de la intimidación anónima a la persecución concreta. “Ya había pasado el ‘75 terminando en la semiclandestinidad Los hijos de Fierro. Asesinado Julio Troxler, asesinados también en enero del ‘75 los hermanos Vera, que eran dos actores que hacían otros roles en la película, yo regrabé Los hijos de Fierro en sábados y domingos con la solidaridad de técnicos del laboratorio, ya que yo no aparecía de día por ahí porque era un lugar clave al que me iban a ir buscar.”
Se entiende entonces que para Solanas, el golpe “había empezado desde la muerte de Perón: el avance del isabelismo, el lopezreguismo. Videla fue escalando de director del Colegio Militar, jefe del Estado Mayor del Ejército, jefe del Estado Mayor Conjunto y Presidente. Estábamos rodeados de golpes de Estado en Brasil, Uruguay, Bolivia. Era consciente de que o salvábamos esto o nos íbamos por muchísimos años. Si el golpe se concretaba, yo sabía que me tenía que ir del país: yo era un delincuente ideológico, un terrorista ideológico. Yo había filmado La hora de los hornos que era un grito de guerra frente a la concepción despótica, tiránica, de los asaltantes del poder popular. El mayor acto de violencia que se puede cometer en un país es pisotear la Constitución Nacional. Y yo los había denunciado con La hora de los hornos pero también había filmado dos largometrajes con Perón en Madrid. Entonces, yo estaba en la mira”. El detonante no tardó en hacer eclosión: “En abril llegó un grupo de tareas de la Marina a buscarme a la casa donde yo había vivido un año y medio antes en Vicente López. Y eso aceleró: ya a fin de mayo, me iba”.
–Salí hacia Venezuela con la esperanza de quedarme allí. No quería irme a Europa, quería quedarme en América latina. En México no conseguí visa, llegué a Venezuela y tampoco conseguí visa enseguida. Me quedé cuarenta y ocho horas y llegué a Madrid. En Madrid me quedé durante todo el ‘76. Y en siete meses no había conseguido nada de trabajo, así que empezamos a rumbear vía Barcelona y con la esperanza de ir a Italia. Tampoco conseguí nada ni en Barcelona ni en Italia. Sí me salió (inesperado) el proyecto de ir a enseñar a París. Yo no me lo esperaba porque tampoco hablaba francés pero el país donde más había impactado La hora de los hornos era Francia.
–¿Cómo recuerda el día en que comenzó su exilio? ¿Qué pensaba en esas primeras horas antes de partir?
–Es un duelo, sumado al miedo general y la tristeza de la familia que no comparte o que no ha seguido los mismos compromisos políticos que uno ha tenido. Hay solidaridad pero hay miedo en tu entorno. Entonces, lo que uno más quiere es asegurar a la familia, joderlos lo menos posible y ¡que rápido pase esto! Pero la única manera de combatir la depresión fue empezar a trabajar enseguida. Por supuesto que uno afuera trata de recomponer el tejido social y afectivo y encontrando amigos genera esa suerte de familia de sustitución. Pero el exilio es un duelo. Es una enorme pérdida. Había que ser solidario con los que estaban peor que uno y había que ser solidario con los que se habían quedado y con la desinformación que existía en el extranjero sobre la Argentina. Recién al año, año y medio, nos instalamos en Francia y yo dediqué buena parte de mi tiempo a denunciar la dictadura.
–¿Cómo cree que actualmente el común de la gente piensa la violencia: adhiriendo a la teoría de los dos demonios o considerando que en la Argentina hubo terrorismo de Estado?
–No tengo un estudio para decirle con precisión. Pero creo que la mayor parte de la sociedad ha condenado el terrorismo de Estado y ha salido de la manipulación de la teoría de los dos demonios. Esa teoría fue para decir “una de cal y otra de arena” y las dos cosas se compensaron. No, no, no. De ninguna manera puede equipararse la acción de contestación o la acción violenta armada de un guerrillero o de un militante a la acción terrorista que ejecuta un funcionario del Estado. No tiene nada que ver. El Estado no está para funciones de terrorismo ni para violar la ley. Entonces, no puede equipararse de ninguna manera. Los italianos demostraron que no era necesario derrumbar todas las instituciones de la república ni convertirse en una máquina de delito que asaltaba, robaba bienes, estafaba, mataba, tiraba gente al río, torturaba y se apropiaba de niños y de fortunas, que es lo que hicieron los militares argentinos.
–¿Cómo piensa el hecho de que los familiares de desaparecidos nunca ejercieron la venganza?
–Es un testimonio de madurez y de cultura. Y no me cabe duda que los familiares han sufrido un dolor tremendo, todo tipo de humillaciones y la propia técnica del desaparecido de no haberles restituido ni asumido la muerte de su familiar los dejó con las heridas abiertas sin poder cerrar el duelo. Algunos han pasado años creyendo que a lo mejor podían estar vivos. A pesar de todo eso, de haber sufrido muchísimo y de haber sentido, seguramente, la energía del odio –el odio es energía positiva porque al igual que el miedo, si lo manejás te cuida– la rabia, la reacción frente a un hecho repulsivo o un hecho aberrante, actúa como boomerang, se convierte en energía de resistencia. No me cabe duda que los familiares han tenido todo esto. Pero el odio no se canalizó bajo las formas de la respuesta de la violencia y la justicia por mano propia. Todo eso se invirtió en energía organizativa. Los familiares, y encabezando esto las Madres, han construido una de las páginas más hermosas de la historia contemporánea de la humanidad. Repito lo que estoy diciendo: la historia del siglo XX que es un siglo extraordinario por los acontecimientos extraordinarios que tuvo, se cierra con una lección de coraje, organización y solidaridad, que es así admirada en todos los rincones del planeta. Este grupo de mujeres desamparadas que les han sacado sus hijos enfrenta a la más perversa máquina del terror que secuestraba en las sombras. Frente a la desaparición de personas se levanta este grupo de Madres y enfrenta a la dictadura enfrente de la Casa de Gobierno. Con día y hora la enfrenta. ¿Por qué digo todo esto? Porque el terror puede ser vencido. La importancia histórica de las Madres es que desde una causa noble como es la defensa de la vida y el reclamo de sus hijos en vida, desafían la máquina de terror más espantosa y sufren pérdidas, y son amenazadas, y son agredidas y unas son secuestradas como Azucena Villaflor y sus dos compañeras. Pero eso sigue, va creciendo y va venciendo a la máquina del terror.