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Contratapa|Lunes, 16 de febrero de 2004

La voz cantante

Por Rodrigo Fresán
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Desde Barcelona

UNO “Calamaro regresa del infierno”, anuncia con voz tremebunda la publicidad televisiva de la edición española de Rolling Stone. “Y uno que pensaba que el infierno quedaba adelante y no detrás”, piensa uno, y hojea la revista en cuestión a la mañana siguiente, y encuentra foto de Andrés Calamaro con bigote y mate en mano y crónica en tres tiempos que pretende aclarar oscuridades e iluminar sombras. Lo cierto es que los últimos tiempos de Calamaro ya son pasto y hierba de una leyenda urbana que -según las intenciones de quién la invoquen– acercan la figura del músico argentino más admirado (y plagiado) por los ibéricos a las luces y sombras de Hugh Hefner, Howard Hughes, Hunter S. Thompson, J. D. Salinger o Bob Dylan, y a quién le importa todo eso. Una cosa es segura: a Calamaro no le importa; y cuando le pregunto dónde estuvo y en qué anduvo todo este tiempo, me ofrece literaria y literalmente una respuesta de fierro: “Vive el águila en su nido, el tigre vive en la selva y el zorro en la cueva ajena. Y en su destino inconstante sólo el gaucho vive errante donde la suerte lo lleva”, recita eléctrico vía e-mail. Y después sigue cebando mate acústico, supongo.

DOS Regrese de donde regrese, Calamaro vuelve con un disco de nueve angulosos covers clásicos y de tres redondos temas propios. Doce temas en total. Gardel y Yupanqui y Blades y Novarro y Roberto Carlos. Y Calamaro. Se llama El cantante y –tres años después de El salmón– sale a la venta en España mientras ustedes leen esto, y puede entenderse: a) como un encuentro con la música de los otros para encontrarse con la música propia (algo parecido a la desintoxicación rehabilitadora a la que se sometió Bob Dylan con Good As I’ve Been to You y World Gone Wrong); b) como una académica y científica reformulación de clásicos súbitamente calamarizados (cosa que el músico ha hecho desde el principio de su carrera por amor al arte); o c) como la alegre e irresponsable necesidad de cabalgar gauchescamente los populares pingos criados por otros y que uno siempre quiso montar. O tal vez los motivos sean otros. ¿Por qué cantar standarts? Está claro que las motivaciones de Calamaro no son las de Rod Stewart o Duran Duran y quizás estén más cerca de las de Rickie Lee Jones o Warren Zevon. Calamaro tararea: “No creo que exista una verdadera diferencia entre cantar lo propio o lo popular. La diferencia está en los ritmos, las armonías; en todo lo que pueda resultar distinto, y diferente, en las canciones. Esta vez estaba un poco cansado de versionarme a mí mismo: me parecía más creativo lo de hacer un repertorio, dárselo a Javier Limón (productor) y a las guitarras del Niño Josele, que son de altísimo nivel y belleza. Creo que estoy cubriendo y descubriendo; pero también creo que lo ajeno, aquí, también es lo propio. En este trabajo aprendí muchas cosas. Y si no las aprendí, por lo menos ahora sé que existen. Aprendí notas nuevas para mis escalas y me encontré entre músicos de otros lenguajes musicales. Los tangueros, los bluseros, los jazzeros, los futbolistas, los salseros, los brasileros y los gitanos. Aunque su música no sea la que yo escucho en casa. Pero cuando nos sentamos a investigar, tanto en la música pura como en la vanguardia, siempre flipamos con algo. La música argentina tiene mucho fondo y mucha forma. Es un universo. Me encanta conocerla y, aun así, aprenderla de cero”.

tres Le pregunto entonces si, ay, ¿hacía realmente falta otra versión de “Alfonsina y el mar”, esa apología del suicidio con estética Disney? La respuesta de Calamaro no deja lugar a dudas: “¡Sí, claro! Ya la había grabado con Gringui (Herrera) y con sus armonías propias. Pasan muchas cosas con ‘Alfonsina y el mar’ en esta versión. Tiene unas ‘falsetas’ de guitarra impresionantes, un sintetizador y coros. Además tiene otro compás que, así como a mí me resulta naturalmente ‘folklórico’, aparentementetambién es muy flamenco. Y se termina de embarrar con una mención a Jorge Cafrune y Marito (El Niño). Cafrune estaba recorriendo Argentina a caballo cuando murió (o cuando fue muerto). Qué profundidad para querer al país. ¿Y las canciones propias?: “Fuimos eligiendo el repertorio según grabábamos las guitarras de Josele; que fueron lo primero que grabamos después de los cajones y percusión que se registraron durante la grabación del último disco de Paco de Lucía con el mismo cajonero mayor: El Piraña. Y también escuchamos alguna de mis canciones; aquellas que, por su cadencia, versos y armonía, pudieran quedar buenas con esa clase de ritmos y guitarras ... Elegimos estas tres entre unas cinco o seis. Fueron las más difíciles de terminar. No es mi parte preferida del disco, tengo que decirlo”.

Cuatro A Calamaro le cambió el look y así lo atestigua el retrato con bigote –entre mosqueteril y gitanoide– que ilustra la portada de El cantante. La voz, en cambio, no le cambió demasiado; pero sí lo cambió a él. Es la voz de alguien que ahora canta los cuarenta y los canta bien. La voz cantante que hace esto o aquello a la hora de cantar lo que ya cantaron otros: “Creo que el carácter de la voz, y el timbre, están dentro de las posibilidades armónicas, siempre. La voz es realmente un instrumento. Así que yo trato de ir a cantar como si fuera a tocar un instrumento: ofrecer distintos registros, cantar en las tonalidades originales de los clásicos, adaptarme a la mejor posición del arreglo de guitarra, interpretar y reconocer distintos compases”. Y si algo le sobra a Calamaro son versiones: ha cubierto desde el “Purple Rain” de Prince al “Eres tú” de Mocedades, pasando por el “¡Hola, Don Pepito!” de Gaby, Fofó y Miliki, y todo bien. Y ya se sabe que las canciones propias las compone caminando; la duda está en cómo encuentra las canciones ajenas: “Para ser sincero: a la mañana y tomando mate”.

CINCO ¿Y cuál es su standart? ¿Cuál de sus canciones piensa Calamaro que será la más versionada por futuras voces cantantes?: “Podría ser aquella que dice ‘Brindo con lo que sea que caiga hoy en el vaso / brindo por la victoria, por el empate y por el fracaso’”, responde. Y regresa al cielo o al infierno, a ese lugar donde arden y vuelan las canciones de uno, de otro, de todos. Muy cerca. Acá nomás. Se puede ir de mañana y caminando.

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