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El mundo|Domingo, 23 de marzo de 2003

El fracaso de la yihad

El investigador francés Gilles Kepel, de 47 años, profesor en el Instituto de Estudios Políticos de París, lleva casi un cuarto de siglo estudiando el mundo árabe y musulmán. En su último libro, Crónica de una guerra de Oriente, recuerda este largo viaje, desde que era un modesto y mal alimentado becario en Damasco, que estudiaba árabe y empezaba a dejarse enredar por las fascinación del universo musulmán, hasta ahora, cuando da conferencias por todo el mundo y son estudiadas tanto por los especialistas como por los que quieren tener una primera visión de conjunto. Sus libros Faraón y profeta, La revancha de Dios, Las políticas de Dios o La yihad son considerados obras de referencia y muchas veces han estado marcados por la polémica. En La yihad, que salió a la calle poco después de los atentados del 11 de septiembre, planteaba una tesis arriesgada que le costó no pocos dardos: tras su auge en los setenta y ochenta, el islamismo radical había fracasado y se encontraba en decadencia. A pesar de los ataques de Al-Qaeda contra Washington y Nueva York, Kepel mantiene la vigencia de su teoría, aunque, eso sí, cree que con la nueva guerra en Irak las cosas pueden cambiar: el radicalismo fracasó porque no fue capaz de arrastrar a las masas musulmanas en su espiral de odio y violencia.
“El movimiento islamista, en los ochenta, supo aunar a grupos sociales muy diferentes, desde la juventud urbana empobrecida hasta las clases medias. Pero, en los noventa, estas clases medias se acercaron al poder, como ha ocurrido en Turquía con el partido de Erdogan, cuya mensaje islámico está muy diluido. Por otro lado, hay grupos extremistas que se lanzaron primero a estrategias de guerrilla y luego al terrorismo, para intentar despertar a las masas al mostrar que el enemigo es débil y que una movilización general podría hacerlo caer. Son organizaciones que participan de los mismos fantasmas que las Brigadas Rojas en Italia. De hecho, una brigadista que acaba de ser detenida en Italia dijo que había que aliarse con Al-Qaeda: su objetivo era levantar a las masas proletarias; pero no lo lograron. Creo que la guerra contra Irak es una apuesta de todo o nada. Si la operación de EE.UU. triunfa, desmoralizará a las masas y les indicará que la única solución es aliarse.”

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