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El país|Domingo, 1 de diciembre de 2002
RELAMPAGUEA EL FALLO DE LA CORTE,
HAY NUBARRONES DE RECLAMOS SOCIALES

Abran el paraguas, que empieza diciembre

Sombra terrible la de Menem, agigantada por el contraste. El fallo de la Corte y los temores de Lavagna. La interna con el Banco Central. El duelo al sol del Puente Pueyrredón y la lectura del Gobierno de lo que pasó y lo que puede pasar en el Conurbano. Un par de parábolas sobre Tucumán. Recomendaciones para la dama y el caballero.

Por Mario Wainfeld
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Sombra terrible del riojano, en el Gobierno sobran quienes la evocan.
- “Menem quiere el caos, es su única chance de volver al poder” (tres ministros de primer nivel que en este gobierno los hay de segundo y hasta clandestinos).
“Aldo Pignanelli no es un loco como cree Lavagna, es el hombre de Menem en el Gobierno” (uno de ellos, también uno de los más cercanos a Duhalde durante décadas).
“La mayoría automática de la Corte le sigue siendo fiel y su fallo sobre la pesificación está hecho a la medida de su necesidad” (más de dos, no necesariamente los que usualmente dialogan con los supremos).
- “Servini de Cubría es Menem. Y Menem quiere que haya un muerto en el puente Pueyrredón” (un alto funcionario con oficina en Balcarce 50 en diálogo con un diputado opositor, el martes pasado cuando policías y piqueteros compartían la tensión, el solazo y la espera en el puente).
“Y claro que está detrás de la organización de saqueos” (voces minoritarias pero existentes dentro del oficialismo).
“El menemismo me está operando la provincia. Olijela del Valle Rivas quiere ser candidata y Chiche Aráoz también se mueve. Ellos están queriendo empujarme” (Julio Miranda, gobernador de Tucumán, en desesperadas llamadas telefónicas a funcionarios nacionales).
Si Carlos Menem tuviera todo el poder y manejara todos los teléfonos rojos que le atribuyen sus adversarios no sería Carlos Menem sino uno de los villanos de las historias de James Bond. Por caso, parece más sencillo que el riojano tenga el dinero o los aliados con dinero necesarios para hacer, en algún momento, zozobrar a la city que los recursos humanos y simbólicos necesarios para producir una pueblada en las enmarañadas tramas de las calles y los micropoderes del Conurbano Bonaerense.
Las fantasías en política suelen ser hermanas de la impotencia, el Gobierno agiganta a su rival y le atribuye superpoderes porque sus propios recursos son escasos. Lo cual no quiere decir que la crisis económica, la entropía política, la sensación de inseguridad urbana, una eventual corrida del dólar o una hiper, en fin cualquier sismo o el caos mismo, no sean funcionales a los planes de Menem. Es más, es bien posible que sin el caos Menem no pueda coronar su tercera presidencia, lo cual torna lógico que trate de capitalizarlo y, dentro de sus recursos, aún de generarlo. Un astuto integrante del ala política del Gobierno elige una metáfora rutera, más certera que las tesis conspirativas. “A los dueños de las gomerías les viene bien que se pinchen muchos neumáticos. Eso no quiere decir que ellos pongan todos los miguelitos que hay en las calles ni que todas los gomas se pinchen por los miguelitos. Ahora, que les conviene y que, cuando se pincha un neumático, están bajo sospecha... y que algún miguelito tiran...”
La intención de voto de Menem es módica, algo así como un 15 por ciento, que parece tener un techo bajo marcado por un homérico 70 por ciento largo de rechazos. Ese exiguo desempeño no lo inhibe para ser competitivo merced a la atonía oficialista y a su conspicua carencia de un candidato que le haga sombra. Así como en el mensurable terreno electoral la fuerza del riojano es función de la debilidad de los otros, en el (más opaco) reparto de poder y de influencia, su sombra se agiganta sólo porque se la compara con la pequeñez de sus antagonistas.
El mes “D”
“Diciembre será crucial. La Corte decidirá sobre la pesificación, si el acuerdo con el FMI no avanza ya casi no queda tiempo y están las movilizaciones del 4 y del 20, más la amenaza de saqueos. Si quiere que le diga la verdad, lo que más me preocupa es el fallo de la Corte y sus derivaciones económicas,” redondea un ministro que maneja buena información sobre esos temas y decide sobre algunos. El Gobierno quemó sus últimos cartuchos tratando de dilatar la sentencia que declarará la inconstitucionalidad de la pesificación de los créditos de ahorristas (en rigor, decidirá sobre un caso, pero servirá como un precedente-detonante en varios miles más). El ministro de Justicia, en pos de una vacante, consiguió para Antonio Boggiano una postulación al Tribunal Internacional de La Haya. Fue una movida audaz, que incluyó el desplazamiento del camarista de Casación Pedro David, pero seguramente resultará vana. No pinta que un tribunal internacional que hace de su prestigio un culto acoja a un juez que zafó del juicio político porque un penal pegó en el poste. Y, si se produjera el milagro, cuesta creer que el Senado le diera el acuerdo al magistrado. Por lo demás, los plazos de esas cuestiones son largos y para la decisión de los supremos acaso no falten dos semanas.
En otra jugada extrema el gobierno consiguió que Carlos León Arslanian plasmara un encuentro entre el presidente Eduardo Duhalde y el cortesano menemista Adolfo Vázquez. La reunión (ver detalle en página 16) fue dura. Terminó en términos sociables dejándole al Presidente la certeza de que la sentencia saldrá prontito y la promesa de que no habrá una imposición de plazos perentorios para los pagos.
Lo que terminó de acelerar el escenario fue el inopinado cambio de posición de Carlos Fayt quien no solo se sumó a los cuatro menemistas automáticos sino que redactó un voto que promueve un pago tan inmediato como imposible. “Al lado de Fayt ‘se burla de todo y de sí mismo un operador del gobierno en Tribunales’Julio Nazareno es un socialista y Eduardo Moliné O’Connor un troskista”.
La decisión que “Fayt mediante– es inminente aterra a Lavagna por dos motivos: según él sería el fin de la negociación con el FMI y detonaría una crisis económica quizá letal”. El problema del ministro de Economía es que, frente a un fallo que viene anunciándose desde hace meses ha tenido una sola táctica a la que sido funcional Juanjo Alvarez: dilatar todo lo posible la decisión. Pero –tal como el Gobierno despotrica contra los otros candidatos pero no pone el suyo– Lavagna está contra la decisión y contra todas las formas de implementarla, lo que es a la larga una forma de debilidad. El sucedáneo de plan Bonex que propone Aldo Pignanelli le parece riesgosísimo, mas no postula alguna forma de pago que lo reemplace. En el Gobierno, empero, casi todos empezando por el Presidente han asumido al bono compulsivo como una ineludible imposición de las circunstancias.
De paso, la interna Pignanelli- Lavagna ha crecido en estos días. Funcionarios cercanos a Economía despotrican contra la laxitud que demostró el titular del Banco Central en una reunión con el lobbista Nito Artaza. “Artaza estaba más preocupado por las consecuencias de la re dolarización que Pigna, quien ninguneó el problema”, acusan. Por su lado, hombres del Ejecutivo más afines a Pignanelli sospechan del ministro de Economía: “Su gira a Europa fue un fracaso, la negociación con el Fondo se enfría. Va a usar la sentencia de la Corte como excusa para decir que le imposibilitaron su gestión y se va a ir”, auguran, agoreros. Fayt no es menemista pero, como los clavos miguelitos, juega para el dueño de la gomería que se aborrece (es mutuo) con Lavagna.
Lo que viene es saber qué ocurre con las deudas a entidades financieras que también fueron pesificadas y que aluden a millones de argentinos, siendo que los ahorristas que representa Artaza son “apenas” cientos de miles. Un fallo judicial no es una ley y por ende no corrige todas las injusticias, sólo las que le fueron sometidas por las partes. Para que las deudas a bancos entraran en cuestión podría haber que esperar a que éstos iniciaran juicios o los aceleraran. Eso tomaría un buen tiempo y aliviaría, en el ínterin, a los cortesanos y al gobierno de ser destinatarios de los dardos lanzados por un nuevo protagonista social en las calles. “Queríamos llegar a febrero, pero no lo logramos, seguramente el 10 de diciembre tendremos (malas) noticias,” calculan dos hombres del Gobierno que no suelen ser pesimistas pero sí disponer de buena data.
Piquete de ojos
“No creo que Menem esté detrás de eventuales saqueos. Hace diez años, tal vez sí, hasta podría haberlos encabezado, con capucha y todo. Ahora, no lo veo”. El Gobierno relativiza el riesgo de una jornada que remede a las del aciago diciembre de 2001, aunque no la niega del todo. Sus argumentos son lógicos y aluden a algunas circunstancias que han cambiado. Las más conspicuas:
1. Todos están sobre aviso, incluidos gobernantes y fuerzas de seguridad. Estas tomarán medidas preventivas, están adiestradas y pertrechadas para intervenir contra disturbios.
2. No parece existir la desesperación que existía el año pasado.
3. Las autoridades nacionales y las de la provincia de Buenos Aires pertenecen al mismo partido y aún al mismo sector del peronismo lo que amortigua ruidos y tensiones.
Claro que la crisis social sí pervive, que los fines de año son duros y que cualquier chispa es pródiga en una pradera muy seca por lo que nadie baja la guardia. Pero en el oficialismo están convencidos de que las organizaciones de desocupados son, en su abrumadora mayoría, más un dique que un acicate para la bronca incontrolada y que los sectores sociales no encuadrados por los piqueteros son marginales sin peso ni virtualidad que exceda algún incidente aislado.
Los sucedidos del martes reconfortan a los sectores más sensatos del oficialismo. La negociación con los piqueteros que se prolongó por horas demostró que el gobierno no deseaba reprimir y que los dirigentes sociales tienen un formidable nivel de organización y encuadramiento de sus representados. No es moco de pavo bancarse sin estallar bajo un sol africano, con la policía a metros, los perros ladrando, poca comida en las tripas y dos muertos recientes cuyo recuerdo se les impedía honrar.
El Gobierno también optó por la negociación que quedó en manos de Jorge Matzkin y llegó a buen puerto. Lo que queda para la interpretación son los móviles de María Romilda Servini de Cubría. Su decisión de pedir un cacheo, un acoso discriminatorio, toda vez que no es usual para otros manifestantes, pudo terminar mal. Algunos duhaldistas, ya se dijo, creen entrever un favor a Menem. El ministro de Justicia comentó a sus allegados que eso le parecía inverosímil, arriesgar decenas de vidas para hacer un favor político le suena tropical, aún para los tórridos módulos locales.
Quienes conocen bien a la jueza arriesgan que está muy impresionada por lo que va encontrando en su investigación sobre la masacre del 20 de diciembre, en especial por la cantidad de balas correspondientes a 22 que impactaron en seres humanos y en edificios. Las 22 son usualmente las “armas perros” que usan los policías cuando quieren tirar con algo que no sea el arma de la repartición. Por lo que fuera, Su Señoría obró con la irresponsabilidad institucional que suele adornar a jueces federales y cortesanos y pudo motivar un desquicio, evitado por la cordura de las partes en conflicto. La paz lograda al sol entona a los sectores del Gobierno que no atisban (ni desean) un verano social caliente. “Estas jornadas me recuerdan más a las del 22 o 23 de diciembre pasado que a las de una semana antes. Lo que predomina son los rumores, el clima, el temor quizá las operaciones, pero no los saqueos” compara un hombre que, como tantos, pasó de la provincia al gobierno nacional, a la zaga del presidente interino.
Alderetes
Alderetes está ubicada en el Gran Tucumán, en el departamento de Cruz Alta, a unos 40 kilómetros de la Capital provincial. “San Miguel comparado con Alderetes –dice un testigo presencial.es Nueva York”. Y San Miguel de Tucumán no es Nueva York, ocurre que cada provincia remeda la lógica centro periferia, si que en clave de mayor pobreza.
Alderetes tenía, según el censo de 1991, 19.947 habitantes. Según el de 2001 ahora la pueblan 32.228. Esa pequeña explosión demográfica fue producto de migraciones del interior de la provincia, fugas de la pobreza extrema. Se produjo en forma concomitante, paradojalmente, con el desmantelamiento de su estructura productiva. En el pasado había allí alguna importante refinería de azúcar, fábricas textiles de buen nivel. Gracias a Menem y Domingo Cavallo todo el tejido de actividades regionales se deshiló mientras se abría generosa la aduana de Ibrahim y de Parino.
Alderetes fue, para la comitiva del Operativo Rescate que encabezó Hilda González de Duhalde, el hito máximo de una recorrida por la extrema pobreza del NOA. Los recién llegados revisaron 500 pibes, 250 estaban desnutridos. Días antes de su llegada habían muerto dos bebés, uno más sucumbió durante la visita.
Allí, en medio del calor y del barro, un bonaerense acostumbrado a trajinar entre el pobrerío, presenció una situación que lo hizo pensar. Llegaron camiones con módulos de alimentos y remedios para repartir, campeaba un desorden producto más de la angustia y la desorganización que de actitudes violentas o egoístas de las gentes.
De pronto, llegaron algunos camiones del Ejército. Los uniformados dieron ciertas consignas, los vecinos se encolumnaron, el reparto pudo hacerse. Brotaron, entonces, espontáneos aplausos. “Se me puso la piel de gallina”, cuenta el testigo, “eran militares, estaban de verde y la gente los aplaudía. Usted dirá, estaban repartiendo comida, al servicio del gobierno, ayudando. Pero los aplaudieron y a mí me dio cosa”. Tucumán –explicó inmejorablemente el periodista Felipe Yapur en la primera de varias potentes crónicas publicadas en este diario– viene siendo un laboratorio de sucesos que luego ocurren en (afligen a) toda la Argentina. La reflexión, formulada previamente a la de la anécdota de Alderetes, le calza como un guante. Y da cosa.
Tucumán no sólo padece la falta de alimentos, también es víctima del desmantelamiento del sistema productivo y la torpeza de los dirigentes. En cuanto tal, su situación dista de ser única. Otra buena docena de provincias atraviesan tragedias similares. Al menos cuatro serán, seguramente, escenarios de nuevos operativos rescate: Chaco, Formosa, Corrientes y Jujuy. El propio gobernador del Chaco, el radical Angel Rozas pidió un salvavidas. En la Rosada calculan que en esa provincia y en Corrientes, también radical, las cosas serán algo más propicias que en Tucumán. Alegan que el sistema político está menos arrasado, el gobernador conserva cierta representatividad y los intendentes lazos entre ellos. Tucumán, ponderan, ha sido arrasada por sucesivas pésimas administraciones y un sistema político hecho trizas por la corrupción, la incompetencia y la ley de Lemas. A nivel nacional, el peronismo viene garantizando los dos primeros flagelos desde hace más de una década. El tercero aspira a plasmarlo en los próximos comicios, maquillado por algún artilugio legal y de lenguaje.
Nunca en diciembre
Diciembre de 2001 fue un suceder de hechos crueles, el derrumbe de la convertibilidad, del sistema político y el estallido social. Muchas peripecias han ocurrido en Argentina desde entonces, incluidos el cambio de gobierno y de régimen cambiario, pero no deberían ocultar que sus problemas esenciales siguen intactos, apenas retocados por una pátina de maquillaje. En 2001 se sabía que venían días terribles pero nadie imaginaba exactamente el cómo. Hoy se avecinan jornadas decisivas y, con una cierta lógica inercial, se los piensa como reiteración de lo que ya pasó.
¿Habrá caos financiero, cambios de elencos gobernantes, violencia en las calles y caminos de Argentina? La realidad nunca se repite lineal, en parte porque los protagonistas obran sabiendo lo que ya pasó y en parte porque las peripecias algo cambian del contexto.
La jornada más temida en función de eventuales reclamos sociales desbordados, es las del 20 de diciembre. Algún funcionario recela de que la fecha se adelante, precisamente para evitar la prevención.
El 10 de diciembre quizás. Ese día saldría el fallo de la Corte cuyas deflagraciones vaya a saber dónde pueden llegar. Será martes, día que el refrán desaconseja para emprender viajes, matrimonios y por implicancia, empresas nuevas.
Tal vez las profecías sean excesivas. Preventivamente, no está de más sugerir que el bolsillo del caballero o la cartera de la dama alberguen alguna hoja de ruda macho para contrarrestar la desgracia.

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