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El país|Domingo, 10 de agosto de 2014
LA PRESIDENTA DE ABUELAS, ESTELA DE CARLOTTO, COMPARTE COMO FUERON LOS PRIMEROS DIAS JUNTO A SU NIETO

“Guido nos unió a todos”

La aparición del nieto de Estela de Carlotto generó una respuesta inesperada de la sociedad. “Estoy asombrada”, admite la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Y repasa los hitos de cuatro días que no olvidará jamás: del primer abrazo a la conferencia de prensa y la visita a CFK.

Por Victoria Ginzberg
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Esta semana Tolosa se conmocionó. Pero no sólo por el enjambre de periodistas que invadieron el barrio donde vive la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo para sacar alguna declaración o información sobre el nieto con el que Estela de Carlotto se pudo abrazar tras 36 años de búsqueda. Los vecinos y comerciantes se acercaron para felicitarla. Si no estaba, dejaban papelitos escritos a mano para compartir con ella su felicidad. Estaban conmovidos, como el país: “Por la respuesta que tuve, creo que Guido nos unió a los argentinos, pensemos lo que pensemos. No por mí, sino por una persona que recobra su libertad, sus derechos, la recomposición de su historia”, afirma esta mujer que desde hace cuatro días lleva la sonrisa pintada en el rostro y una mirada renovada, profunda y liviana. Dice que parece estar soñando. O mejor, que su sueño se hizo realidad.

Ella lo nombra Guido, como su hija Laura le puso al nacer, mientras estaba secuestrada. Tal vez porque el nombre es algo de lo poco que su mamá le dejó en las cinco horas que estuvieron juntos. Asegura, de todas formas, que respetará la decisión de su nieto si decide conservar el Ignacio que llevó en estos 36 años, aunque el apellido deberá cambiar por disposición de la Justicia. Lo importante para ella es que su nieto está, y que es “hermoso física y espiritualmente”. Como toda abuela que se precie, no ahorra adjetivos: “Es sano, es bueno, es idílico, soñador”.

Estela Carlotto cuenta su primer encuentro con Guido/Ignacio, el vínculo con la familia de Walmir Oscar Montoya, el padre de su nieto también asesinado durante el terrorismo de Estado, y la visita a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Asegura que lo que más la sorprendió del hijo de su hija Laura es “su serenidad”.

–¿Cómo vivió esta semana? ¿Todavía está soñando? ¿Está agotada o con más energía?

–¿Cómo me ves?

–Espléndida.

–Sí. Estoy feliz, me parece un sueño pero cada vez piso más la realidad. Me costó un poquito cambiar la posición de presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, una abuela restituyendo a otro nieto. A todos los quiero mucho y vi la alegría de sus abuelas. Pero me costó salir de lo institucional, porque ahora era mi nieto, era mío lo que estaba viviendo. Yo me estaba entregando y restituyendo a mi nieto. Esto lo estoy asimilando momento a momento. Lo que me parecía un sueño ya lo veo como una realidad. Va a cambiar mi vida. Mi vida de trabajo no, porque voy a seguir yendo a Abuelas todos los días, pero también voy a organizarme para que nos conozcamos, para que tengamos momentos gratos, acompañándolo en sus tiempos. A la alegría de la recuperación se suma la calidad de persona que tiene: es sano, es bueno, es idílico, soñador, es músico. Y tiene un carácter muy parecido a los Carlotto, medio jorobón, de hacer chistes. Todo muy lindo. Lógicamente hay mucho para hablar, hay tanto, que hay que ir despacio porque si no eso más que bien le puede hacer un daño. Primero, el llegar y conocernos. Segundo, conocer al resto de la familia. Tercero, ir a Buenos Aires a hacer esa conferencia de prensa y estar con los nietos recuperados, con las Abuelas, con los colaboradores de la institución. Eramos muchísimos. Y a la noche conocer a su abuela paterna, que es una mujer encantadora, muy dulce. Yo estuve un rato con ellos y después los dejé solos.

–Ahora tiene una familia política nueva también.

–Claro. Se suma la alegría de saber quién era el papá de él, el compañero de Laura, porque hasta el martes no lo supe. Era una sospecha. Pero estas cosas yo ya las he vivido en otros casos. Entonces, no era seguro y no hicimos nada. Pero ahora, saber qué clase de chico era... yo pensaba que tal vez era más que nada una unión por circunstancia, pero no, se han amado entrañablemente. Cuando a Laura le comunicaron que lo habían matado, porque los genocidas que la tenían cautiva le dieron la noticia: “Hoy matamos a tu compañero”, en diciembre (de 1977) a ella le dio un ataque de nervios y de angustia, se rebeló, les dijo de todo. Y a ella le hicieron un simulacro de fusilamiento el 28 de diciembre y después le dijeron “que la inocencia te valga”. Era todo así de cruel y de malo. Sin embargo, el bebé nació bien y es un chico que creo que lo que trae de sus padres es eso que está demostrando, que es una profundidad... las respuestas que dio a los periodistas.

–Me hizo acordar a usted en el manejo de los medios, por cómo explicaba lo que quería, pero muy tranquilo.

–Se manejó muy bien. Y hubo alguna pregunta un poco difícil de responder. Dijo que “no es momento de hablar de eso”, sobre las responsabilidades de los que lo secuestraron a él. Estoy asombrada y agradecida, algunos dicen que parezco más joven. (Se ríe) Estoy muy bien.

–¿La repercusión social que tuvo el encuentro, la esperaba?

–Para nada. Estoy asombrada. Escuchaba en una radio que comentaban que había que analizar la reacción por este encuentro. “Está bien, Estela es conocida, querida y 37 años es toda una vida, la perseverancia, la forma, pero acá hay algo más, algo que necesitamos profundizar y aprovechar socialmente”, decían. Esto nos ha unido. Comentaron una encuesta y la cantidad de gente que estaba contenta era enorme, un 80 y pico, había también otra que estaba bien, otra que no le importa y otra que no sabe nada, pero eran muy poquitos. En mi barrio, que es periférico, humilde, en el que vivo hace 35 años, nunca me di mucho con nadie, aunque los aprecio y me aprecian... Pero allí hubo una explosión de gente para mí desconocida que se arrimó junto con la prensa que invadió el barrio. Los vecinos me han dejado papelitos escritos muy humildemente con felicitaciones. Acá no se midió nada. Por la respuesta que tuve, creo que Guido nos unió a los argentinos, pensemos lo que pensemos. No por mí, sino por una persona que recobra su libertad, sus derechos, la recomposición de su historia. Menos los que decían “bueno, basta”. Había algunos que descreían y decían que yo no era abuela, que estaba mintiendo. Hasta dicen que nuestros hijos están vivos.

–¿El decidió hacer la conferencia de prensa?

–Al salir de Olivos, de la visita a la Presidenta, su compañera me preguntó mi opinión, porque él quería dar una conferencia de prensa porque así daba todas las respuestas y así ya no lo seguían, no iban a ver a las personas que lo criaron, que están asustados y se tuvieron que ir del campo. Porque fue muy bruto eso, algunos periodistas fueron a avasallar. Le dije que si él estaba dispuesto a mí me parecía bárbaro. Lo organizamos a la última hora del día anterior, con la gente de Abuelas que trabajó muy bien. Y se armó esa conferencia.

–Escuché que desde que se enteró de que su nieto había aparecido había podido dormir muy bien, en vez de no poder dormir por los nervios.

–Con una paz... y felicidad interna, el corazón henchido de alegría. Dormí muy bien.

–Sabemos que faltan muchos nietos por encontrar, pero en lo personal ¿tiene la sensación de un trabajo terminado?

–Nooo, terminado nada. Esto recién empieza, pero no es un trabajo. Es... ¡lo encontré! En eso encierra todo.

–Me refiero a cerrar un círculo, una deuda con Laura, con toda la familia.

–Pensé en Laura. Creo que en donde esté, estará sonriendo, feliz. “Mamá, misión cumplida.”

–¿Algo de Laura le ve? Parece que es muy parecido al padre, pero las abuelas siempre encuentran algo.

–Muy poco. Creo que es el retrato vivo del papá. Vino el hermano (Jorge Montoya, hermano de Walmir Oscar), que es el único hijo que le queda a la abuela Hortensia, y se parecen, en la estatura, en un montón de cosas, aunque no tanto como al padre. Los amigos que estaban ahí y lo conocen desde hace tantos años lo miraban y decían: “Mirá, se para igual, mirá es igual”. De Laura creo que tiene esas ideas que expresó, esa claridad para decir las cosas.

–Que él se haya acercado a Abuelas, que la haya buscado, ¿hace más especial este reencuentro?

–No me llama la atención porque hace muchos años ya, cuando nuestros nietos empezaban la adolescencia, la adultez, dijimos “ellos ya tienen pensamiento y decisiones propias, ya están en condiciones de saber que los estamos buscando y va a ser un camino de ida y vuelta”. Así empezamos la actividad hacia afuera, nace Teatro por la Identidad, Música por la Identidad, Tango por la Identidad, Deportes, hasta los Twitterrelatos y así seguimos hacia afuera, para que el que tenga una duda se anime. Y con esto de mi nieto ardieron los teléfonos de Abuelas y de la Conadi (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) con jóvenes con dudas. Fue lo que expresó en la conferencia, que el deseo de él es que se animen los demás también.

–Se la ve siempre con mucha fortaleza, ¿tuvo todos momentos de alegría estos días o también pudo llorar?

–No lloré. Solamente cuando lo abracé de la emoción y le dije “Guido, mi querido nieto que te busqué tanto”. Y él me dijo “despacito, despacito”. Pero cuando se fue ese día a la noche me dijo: “Chau, abu”.

–Falta saber una parte de la historia, ¿cómo llegó él a Olavarría?

–A mí lo que me interesa ahora es él. El está, es hermoso física y espiritualmente. Lo demás tienen que hacerlo otras personas, la Justicia, por un lado, y nuestros equipos de investigación y abogados. Tienen que completar la historia de responsabilidades. Porque yo sé dónde estuvo Laura, lo más probable es que él haya nacido ahí. Quién se lo sacó, quién se lo dio al que lo llevó al campo y lo tiró en brazos de gente que no podía tener hijos para que el futuro de él sea ordeñar vacas. No es malo ordeñar vacas, lo digo en el sentido metafórico de que yo nunca lo iba a encontrar. El en el medio del campo ni un libro tenía, pero al morir los patrones llegaban a esa casa los libros de los patrones que él leyó como el autodidacta que es. Después se cultivó en la universidad de música, también es maestro mayor de obras.

–¿Pudo darle las camisetas y los prendedores que había guardado para él durante todos estos años?

–Muy poco. Algunas camisetas y remeras. No quise... son cajas. Espero los próximos encuentros, organizarme un poco. Tengo mucho lío en mi casa, que cada vez más se parece a un museo.

–¿Cómo fue el encuentro con la Presidenta?

–Fue el encuentro de una madre y una abuela a la vez, porque ella ya lo es, con alguien muy querido para ella como es la gente del sur. Conocía a todos y le contó un montón de cosas de su familia, de su padre, de su abuelo. Que Hortensia, su abuela, era maestra. Todavía le dije: “Cristina, no hablaste de Laura que es platense como vos, y es la madre”.

–Un poco de celos.

–Claro que sí. Su mamá lo llevó en la pancita.

–¿Qué fue lo que más le sorprendió de él en estos días?

–Su serenidad. Su don para llevarnos, para ponernos límites y a la vez brindarse. Y también tiene todo en positivo, nunca dijo no, dijo sí a todo, no cierra nada, sino que abre.

–¿Y con el asunto del nombre?

–Le dije lo siguiente: “Yo te voy a llamar Guido, te busqué como Guido y fue el nombre que te quiso poner tu mamá. Si vos te vas a quedar con Ignacio es tu decisión y te la respeto absolutamente. El apellido te lo vas a tener que cambiar porque la Justicia te lo va a decir”.

–O sea que hablaron de ese tema.

–Sí, de forma alegre. El es muy chistoso y yo también. Cuando conocí a mi consuegra y tenía casi lágrimas en los ojos, me señaló con el dedo y me dijo (hace tonada de burla) “estás llorando”. Me estaba cargando. Y yo también lo cargo. Es algo realmente maravilloso.

–¿Cómo fue el encuentro con los Montoya?

–Muy lindo. La señora es mayor, tiene 91 años. El hermano es un tesoro, sus hijas maravillosas. Es una familia pequeña, pero es gente muy querida en el sur. El tendrá que ir y conocer donde su papá nació, el entorno familiar, los monumentos que les han hecho a los desaparecidos de allá.

–¿Preguntó algo más de Laura?

–Nunca preguntó. Le fuimos diciendo al pasar, las cosas que podíamos irle diciendo. El se va a enterar.

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