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El país|Domingo, 25 de julio de 2004
EVALUACION OFICIAL DE UNA SEMANA DIFICIL

Regreso al centro del ring

La salida del jefe de la Federal, la del secretario de Seguridad y la del ministro de Justicia regresaron al Presidente a la centralidad de la política nacional, de donde había sido desplazado por el discurso conservador sobre los episodios de la Legislatura del viernes 16. Los casetes de la AMIA y el valor de la palabra oficial. Anuncio de un nuevo plan de reconstrucción de viviendas.

Por Sergio Moreno
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“Esta fue una de las peores semanas que tuvimos; perdimos 18 puntos en las encuestas, en Capital y el primer cordón del conurbano.” “Les hicimos dos goles y esta semana que viene les vamos a hacer cinco más.” “Con la gestión y las convicciones vamos a demostrar que muchos de los hechos que fueron destacados esta semana estaban inflados por sectores interesados en domesticar al Presidente.” Los tres juicios de valor pertenecen a tres importantes miembros del gabinete nacional. Los tres son divergentes, aunque analizan los mismos episodios. Quizá los dos últimos representen más cabalmente –o se acerquen a– el pensamiento de Néstor Kirchner, quien en los siete días que pasaron atravesó el farragoso escenario del ataque a la Legislatura porteña, de los casetes de la AMIA para, finalmente, retomar la centralidad de la escena política al desplazar al jefe de la Federal, al secretario de Seguridad y al ministro de Justicia. Demasiado para tan pocos días, podría decirse, aunque la historia demuestra que nada es tanto para la Argentina, siempre voluptuosa.
La discusión de la semana pasada comenzó con las argumentaciones propias del centroderecha a guisa de los desmanes producidos en la Legislatura porteña el viernes 16 por un reducido grupo de manifestantes. Incómodo, el Gobierno, a través de sus habituales voceros Fernández (Alberto, jefe de Gabinete, y Aníbal, ministro del Interior), trató de batallar ante una tribuna que pedía mano dura, mayor firmeza para tratar a protestantes diversos, llámense putas, travestis, vendedores ambulantes o piqueteros, que, a la sazón, para discurso de la derecha es más o menos lo mismo, tan uniformadora ella.
Otro hecho menor enlodó los ya resbaladizos pasillos en los que se había internado el Gobierno: la revelación de que se habían recuperado 45 casetes de la primigenia investigación del atentado a la AMIA llenó de alborozo los corazones que claman por justicia, tanto como luego fue la desazón al enterarse de que las cintas no estaban, que lo único que aparecieron fueron remitos testimoniando quiénes eran los policías federales que se llevaron los tapes. El Presidente desautorizó un día después de hecho el anuncio las palabras de Abraham Kaul. El titular de la AMIA –un aliado del Gobierno– tuvo la entusiasta candidez de contar la revelación que le hizo el Presidente tras reunirse con sus colegas del American Jewish Committee y Kirchner, más un grupo de funcionarios, en la Rosada. Esa desautorización a nadie convenció. Anteayer, desde el propio gobierno reconocieron que podría haberse tratado de un error de interpretación del Presidente. Con este episodio, este gobierno, que mantiene su poder en parte en la popularidad que atesora en la opinión pública, ha puesto en juego ese lazo al internar en un territorio difuso la validez de su palabra. Esa tozudez en no aceptar el error fue lo peor del episodio.
“La mirada que se hizo en varios medios sobre el tema de los casetes tuvo un enfoque equivocado –sostiene un integrante medular del Gabinete–: si hubiésemos querido hacer roncha, lo presentábamos en una conferencia deprensa nacional e internacional; si hubiésemos tenido mala fe, lo presentábamos el 18, tras el acto y nos quedábamos con todo. No actuamos así.” La cerrazón de esas palabras es morigerada posteriormente por el mismo funcionario que las pronunció. Reconoce: “Hubo un error, pero yo no creo en la teoría de la autoflagelación. Decimos que no quisimos hacer daño a nadie. Ya está. No da para más. Pero le adelanto que en el esclarecimiento de la causa AMIA vamos a seguir haciendo cosas, escarbando más a fondo. Lo de los casetes fue un moco, qué vamos a hacer. Ahora hay que seguir para adelante”, dice, maníaco y convencido el confidente de Página/12.
Otro miembro del gabinete, pingüino éste, abona al concepto anterior. “Lo de los casetes de la AMIA fue un error, pero nosotros no vamos a cejar en el esclarecimiento de la causa, va a haber más cosas para profundizar la investigación. Kirchner fue el presidente que más aportó a esa causa”, categoriza.
Invierno porteño
Los hechos que violentaron la Legislatura el viernes 16 atormentaron a la administración Kirchner hasta bien entrada esta semana, en la que el Presidente volvió a tomar las riendas de la discusión política echando a Héctor Eduardo Prados, jefe (ahora ex) de la Federal y al dejar a las puertas de la salida de su cargo –sin retorno– a Norberto Quantín, secretario de Seguridad, y a su equipo. Las turbulencias en el gabinete nacional, no esquivadas por el Presidente, comprometieron a todo el team de Seguridad interior y a la jefatura del Ministerio de Justicia y Seguridad, que estaba en manos de Gustavo Beliz.
El tembladeral que se desató en la cartera de marras fue decodificado de la siguiente forma por la fuente del Gobierno citada anteriormente. “El Presidente pidió mantener el orden público sin reprimir. Hay que mantener esa premisa, hay que ingeniárselas para cumplir ese mandato. Ahora bien, si usted no cree que se pueda mantener el orden sin reprimir, entonces no lo podrá hacer. Eso le pasó a Quantín”, dijo el confidente, que llegó con Kirchner a la política nacional. Un ministro, que estando en Buenos Aires mantuvo al tanto de los hechos al Presidente, de gira en Venezuela, abonó a ese juicio. Dijo: “El tema de Prados tiene que ver con qué se piensa en torno de las fuerzas de seguridad. El Presidente delineará cómo sigue, pero está claro lo que quiere”. La frase marcaba los signos de interrogación en que había quedado Beliz. El funcionario consultado abundó en el asunto. “A la fuerza (la Policía Federal) hay que conducirla. Beliz no lo hizo. La fuerza debe llevar tu impronta y la impronta que llevará será la del Presidente.”
Otro consejero del Presidente, peleador de mil batallas, es impiadoso con el ahora ex ministro de Justicia. “El es como es, no es confiable. Beliz debió conducir a la fuerza (la Policía Federal), pero no lo hizo. No estuvo cerca de esos hombres, no se enteraba. Para colmo, no habla con la Corte, los jueces, camaristas y fiscales federales lo odian porque quiere unificarles el fuero y no propone jueces, porque eso lo hace el Consejo de la Magistratura. ¿Cuál es su función?”, lapida. El juicio del confidente de este diario, que tiene un lugar importante en el gabinete, dejó de lado que Beliz fue un aliado del Gobierno, que le otorgaba una imagen de amplitud a la administración Kirchner y que su salida implica un achicamiento de ese espacio. Quizás ésa fue la mayor fortaleza del ministro de Justicia.
Uno de los consiglieri consultados derrama una mirada amarga sobre los episodios de la semana. El hombre, pensativo, colige y comenta: “Fue una semana malísima, caímos 18 puntos en las encuestas en la Capital Federal y el primer cordón del conurbano. Lo de la Legislatura, de la semana pasada, fue terrible. Ahí debimos aceptar el error. No podemos terminar echandoculpas cruzadas, que si (Aníbal) Ibarra, que si (Santiago) De Estrada, que si la SIDE o la Federal. Fue un error no prevenir; debimos decirlo. No se puede negar lo evidente abriendo internas. Cuando la dirigencia tiene hechos tan reales a la vista... La gente percibe la operación y la mentira”. El contertulio de Página/12, con buena fe, entiende que llegó el momento de “oxigenar el gabinete”. “Quizás a fin de año vendrían bien más cambios, cambios para aumentar el volumen de la política. A nuestro gobierno le falta más política, más diálogo, más cafés, incluso más picardía. El Presidente debería encontrar los hombres que le provean eso, le hace falta”, dice, consciente de que son muy pocos# quienes en el Gobierno piensan como él.
Sin ir más lejos, dos de sus pares observan la mesa de arena diseñada esta semana desde otro ángulo. Un ministro dijo a Página/12: “Todos los problemas de esta semana no fueron tanto. Hubo anuncios espectaculares que pasaron notablemente sin brillo en los medios: creció la ocupación, la actividad industrial, la economía, la recaudación. Anunciamos un plan de viviendas excepcional. Todo eso fue tratado con desdén por los medios, mientras resaltaban lo de los casetes y lo de la Legislatura”.
–¿A qué lo atribuye? –le preguntó Página/12.
–Hay una cierta crispación. Los medios intentan conducir la agenda. Hay una vocación de romper las pelotas más que en otro momento –respondió el hombre de Gobierno sin recato.
–¿Por qué?
–La derecha intelectual es la que está conduciendo ese proceso, pero aran en el desierto, no hay quien canalice esa tarea que están haciendo.
La mirada de otro alto funcionario, llegado del sur, es similar a la del expositor anterior. “Acá está el discurso de los que juntan cosas, hechos de distintas raíces que nada tienen que ver entre sí, que son inflados. Ya nos pasó: cuando Kirchner estaba en China, el conflicto con los piqueteros parecía que iba a disolver la Nación; con Blumberg, pareció que este país desaparecería en la inseguridad. Todos fueron temas inflados, ahora parecen que hablásemos de historia. A este asunto de la Legislatura también le ganamos”, estimó.
Ambos hombres no dejan de exponer un optimismo propio de los cuadros políticos que hacen su trabajo y descreen de las flaquezas por más que el teatro de operaciones sea desfavorable. Ellos dicen que este no es el caso, y uno de los dos adelanta un escenario inmediato donde la romana vuelve a caer de su lado.
–Esta semana les vamos a meter cinco goles más –acomete–. La que pasó anunciamos un megaplan para construcción de viviendas; la que viene anunciaremos otro para recomposición de viviendas, de reconstrucción. Entre los dos planes se generarán más de 350 mil puestos de trabajo, lo que implica un 2,5 por ciento menos de desocupación. Después, que vengan a hablar. La agenda la seguimos poniendo nosotros.

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