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El país|Domingo, 12 de mayo de 2002
OPINION

Las relaciones peligrosas

Por Miguel Bonasso
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El rumor circuló insistentemente este fin de semana entre algunos dirigentes del Partido Justicialista, causando gran alarma: el Departamento de Estado norteamericano ordenó que todos los familiares de los diplomáticos estadounidenses acreditados ante el gobierno argentino (non essential personnel, en la jerga interna) regresen a Estados Unidos antes del 25 de mayo. ¿Por qué antes del 25 de mayo? ¿Acaso ante el temor de un Cabildo Abierto que proclame la independencia respecto de la segunda Madre Patria? ¿O acaso por la liberación de Mohamed Alí Seineldín que sus seguidores profetizan para esa magna fecha?
La curiosa especie fue desmentida de manera informal por un vocero de la embajada. Tampoco la conocían algunos corresponsales estadounidenses consultados por Página/12. En la página web del Departamento de Estado, la información consular sobre Argentina sigue siendo la que era el 7 de setiembre de 2001, antes de que las cacerolas sepultaran la presidencia de Fernando de la Rúa. Allí no figura ningún dato que pueda alarmar al turista norteamericano. “Aunque en años recientes se han colocado bombas de bajo poder frente a ciertos negocios norteamericanos o de otros países extranjeros, no hay evidencia de que organizaciones terroristas o grupos violentos de Argentina tengan como blanco a visitantes procedentes de Estados Unidos.” A lo sumo, el visitante “gringo” podría ver demorado su paso en auto o micro por ciertas calles o carreteras, copadas por “grupos que protestan, de manera espontánea u organizada”.
“Sin embargo -.insistió la calificada fuente de Página/12– préstele mucha atención a esta información.” Cierto o falso, el rumor vino a sumar su cuota de intriga en una semana política plagada de las más diversas especies. Una fuente policial, por ejemplo, reveló que el jefe del Ejército, teniente general Ricardo Brinzoni, había agasajado a la plana mayor de la Federal con una comida en el Regimiento de Granaderos a Caballo donde la actualidad política y social formó parte del menú. El general Brinzoni que hace un par de meses elegía a ciertos banqueros como compañeros de mesa, ahora prefiere cenar con los pretores; además de los “federicos”, tuvo otro instructivo encuentro con los gendarmes. Las cenas sin lugar a dudas existieron, pero ¿cómo evaluar su real trascendencia política e institucional en un ambiente enrarecido por las usinas de inteligencia del duhaldismo? En donde campea el chantaje que Humberto Roggero hizo explícito en la Cámara de Diputados: o se vota todo lo que Washington quiere o Duhalde se cae y entonces vienen los malos de verdad.
Indiferente a la extorsión de un gobierno que está a punto de desplomarse, la diputada del Frente para el Cambio, Alicia Castro, hizo patente el status colonial del parlamentarismo argentino al cubrir la bancada de la presidencia con la bandera norteamericana. Con su gesto no sólo le expropió al Partido Justicialista el discurso antiimperialista de Eva Perón (a la que citó expresamente en su exposición previa) sino que sintonizó emocionalmente con ese 70 por ciento de argentinos que, según las encuestas, se oponen a la intromisión del Fondo Monetario Internacional y a la respuesta sumisa de las autoridades.
Un veterano analista del Palacio San Martín -.especializado en la relación con el Departamento de Estado– le comentaba a este cronista: “Ese porcentaje de rechazo al FMI y al tesoro norteamericano supone un cambio cualitativo: no pocos integrantes de la clase media empobrecida que se afiliaron durante los primeros tiempos del menemismo al sueño americano se han despertado aporreando las chapas del banco de Boston en busca de los depósitos embargados”. Cabría agregar que esa mayoría, que ha dejado de ser silenciosa, expresa una creciente irritación contra la administración Bush, que no para de recomendar “medicinas amargas” y “sacrificios mayores” sin soltar un dólar a cambio de tanto paternalismo y de tantas concesiones. Ni el voto contra Cuba en la ONU, ni la entrega de blindajes y megacanjes, ni el seguro de cambio para los bancos, hanconseguido hasta ahora lo que tampoco logrará la sanción al vapor de la Ley de Quiebras y la de Subversión Económica: que Washington abra la bolsa. Es más, pese al default y la crisis total, Argentina vuelve a endeudarse (esta vez con sus socios sudamericanos) para pagarles 750 millones de dólares al FMI y al Banco Mundial.
Los voceros del oficialismo, como Eduardo Amadeo, agitan el fantasma del aislamiento y la falta de inversiones que sobrevendría como consecuencia de una eventual recuperación de la capacidad nacional de decisión. “¿Qué quieren estos señores -.chillan–, qué seamos como Liberia?” Al escucharlos daría la impresión de que Argentina estuvo comandada hasta ahora por gobiernos nacionalistas que nos condujeron a la falta de crédito y el colapso. Olvidan graciosamente que el gobierno que integraron durante diez años fue considerado por Washington como “modelo” por su adscripción religiosa al programa neoliberal. Y que el mismo FMI, que ahora propone profundizar la recesión y la desocupación hasta llegar al exterminio de los empleados públicos, les puso el gancho a los empréstitos solicitados por Domingo Cavallo y Roque Fernández cuando se licuaba el Estado nacional.
Menos obsecuente que los conversos que han vaciado a los partidos populares, ciertos sectores conservadores vuelven a percibir, desde el bolsillo, que los intereses básicos de Argentina, en tanto exportador agropecuario, son ontológicamente opuestos a los del vecino del norte. Que nuestras economías son competitivas y no complementarias. En un editorial publicado ayer, La Nación condenó duramente el aumento de los subsidios a los agricultores norteamericanos que votó el Congreso de la Unión y refrendará, sin duda, George W. Bush. El diario, al que nadie podría calificar de antiimperialista, cuestiona la incongruencia de Washington, que se comprometió a reducir subsidios en la Rueda de Doha, celebrada en noviembre último, y ahora prepara un plan proteccionista que supondrá 70 mil millones de dólares para el próximo decenio. Para La Nación, esta decisión implica un mensaje que tendrá “un pésimo efecto” para el “sistema multilateral patrocinado por la OMC (Organización Mundial de Comercio)”, “así como para las negociaciones con que se procura construir el ALCA”.
Inesperadamente La Nación se acerca a las posiciones que el oficialismo consideraría “aislacionistas” y propone que Argentina “preste oídos a la recomendación de las entidades privadas que aconsejan utilizar el Organo de Solución de Diferencias de la OMC, en algún caso acompañando al Brasil, país que se muestra decidido a poner en ejecución ese recurso”. En otras palabras: ojo con el ALCA y mayor atención al Mercosur.
Desde el pragmatismo, los portavoces de la vieja oligarquía vacuna parecen regresar a lo que expresaba uno de sus exponentes más lúcidos, Roque Saénz Peña: “La felicidad de los Estados Unidos es la institución más onerosa que pesa sobre el mundo”.

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